*François Houtart
Este tema no ha sido muy abordado y es poco conocido. Y en el contexto de la sociedad venezolana es importante. En efecto, Hugo Chávez habló en muchas ocasiones de la religión y se refería regularmente a la persona de Jesús. Algunos interpretaron esto como una manipulación de la religión por el poder político. Me parece una acusación arbitraria.
Poco después del golpe de Estado que casi le cuesta la vida al Presidente, participé en la emisión de ‘Aló Presidente’, que él realizaba todos los domingos por la mañana. Con un grupo de invitados, nos fuimos en helicóptero en una pequeña villa costera en el mar Caribe, no lejos de Caracas. El programa televisado incluía, como cada semana, diversas intervenciones y enlaces con interlocutores de todo el país. En un cierto momento, el Presidente me pidió intervenir.
Escogí tratar la cuestión religiosa en su vinculación con la política, recordando que, de hecho, en América Latina existía una larga tradición de utilización de la religión, del cristianismo en particular, para legitimar el poder. Los ejemplos abundan y la jerarquía católica tiene una gran parte de responsabilidad en estos hechos. Pero otra cosa es basarse en las enseñanzas y las prácticas de Jesús, para inspirarse en las reformas sociales y políticas que favorecen a los más desposeídos.
En efecto, en su sociedad, Jesús se identificó con la causa de los pobres y condenó todos los poderes que estaban en el origen de su explotación, sean ellos económicos, políticos e incluso religiosos. Su referencia a los valores del Reino de Dios, la justicia, el amor al prójimo, daban una dimensión religiosa a la búsqueda del bien colectivo. De hecho, su crítica al Templo de Jerusalén fue una crítica a los ricos, al poder de Herodes y al colonizador romano. Si Jesús fue ejecutado, por una contradictoria alianza de todos los poderes de su época, es porque su mensaje fue subversivo al orden existente.
Inspirarse en este ejemplo para orientar políticas concretas es, pues, perfectamente legítimo y no significa de ninguna manera un regreso a una situación de cristiandad. Chávez, que había escuchado con atención esta intervención, dijo entonces: “¿Por qué no se queda algunos meses con nosotros?”.
En el transcurso de otro ‘Aló Presidente’ en Carabobo, cerca de Valencia, Chávez abordaba un tema de actualidad: el descubrimiento de un evangelio apócrifo. Me interrogó acerca del sentido de este texto, que hablaba explícitamente de la familia de Jesús, y que implicaba indirectamente su estado marital.
No me encontraba preparado para responder, no tenía conocimiento de la existencia del texto. Le dije, sin embargo, que esto no era el único ejemplo del género y que la crítica histórica y literaria habrían de determinar el aporte que este texto podría representar para un mejor conocimiento del cristianismo, haciendo parte del imaginario colectivo.
Pero si los temas religiosos no estaban ausentes del discurso de Chávez, la política de la revolución bolivariana era realmente laica, en el sentido positivo del término. En efecto, el asunto era crear el socialismo del siglo XXI o más recientemente, antes de su muerte, el ecosocialismo. Se refería constantemente a Bolívar, del cual no podemos suponer que era particularmente clerical. Se oponía directamente a las intervenciones del episcopado venezolano, ya que el cardenal de Caracas apoyó el golpe de Estado y brindó con champaña en el palacio presidencial con los autores de este, o porque el presidente de la conferencia episcopal lo comparó con Hitler y Mussolini, en la conferencia de obispos latinoamericanos en Aparecida, Brasil, en presencia del papa Benedicto XVI. Pero esto no impedía que tuviese en cuenta el factor religioso, como una expresión cultural central del pueblo venezolano.
Él mismo no cesaba de explicar su adhesión al cristianismo, al mismo tiempo en su dimensión social de búsqueda de justicia y de amor a los otros, así como en su significado personal. Para entender el primer aspecto, es suficiente recordar que portaba un pequeño crucifijo en su bolsillo y que regularmente lo sacaba diciendo que, para él, Jesús era una referencia, porque había sido uno de los primeros socialistas. En La Habana, en el teatro Carlos Marx, de cara a miles de personas, con relación al lanzamiento, con Fidel Castro, de la Operación Milagro, que con el conocimiento médico cubano y el apoyo financiero venezolano sanaría a millones de latinoamericanos pobres que padecían enfermedades de los ojos, lo vi presentar nuevamente su crucifijo. Chávez recordó las palabras de Jesús anunciando que los ciegos verían. Se regresó hacia Fidel y le dijo: “Te lo regalo”. Fidel, desconcertado por un momento, le respondió: “Eh, bien, lo acepto”. La asamblea entera se levantó y aplaudió durante un largo rato.
En el plano personal, Chávez explicaba su adhesión religiosa en términos de la espiritualidad popular. En el curso de los últimos años, cada vez que lo encontraba, decía: “Francois, bendición; yo necesito de tu bendición”, expresión al mismo tiempo de una convicción real y de una religión de protección, herencia de las raíces culturales de América Latina. La última vez que lo vi, poco tiempo antes de su muerte, fue en el curso de una reunión pública en el gran teatro del Centro Cultural de Caracas. Desde lejos me interpeló. “Francois”, dijo, después unió sus dos manos en signo de demanda de oración. El sentido completo de su gesto me fue desvelado solamente algunas semanas más tarde, el día en que se anunció su muerte.
*Profesor en el Instituto de Altos Estudios Nacionales del Ecuador. Es sacerdote católico y sociólogo marxista belga, fundador del Centro Tricontinental que funciona en la Universidad Católica de Lovaina.