(Ex 34,4-9)Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia.
(2 Cor 13,11-13) tened un mismo sentir y el Dios de la paz estará con vosotros.
(Jn 3,16-18) Mandó su Hijo al mundo no para condenarle sino para salvarle.
Lo único cierto sobre Dios es lo que no se dice. Podemos hablar de Dios todo lo que queramos pero sin olvidar que todo es pura palabrería.
Tampoco hoy celebramos una fiesta dedicada a Dios, celebramos que Dios es una fiesta todos los días, que es algo muy distinto. La fiesta es siempre alegría, relación, vida, amor. El creyente es aquel que se ha sentido invitado a esa fiesta y está dispuesto a participara en ella. La Trinidad, tiene que liberarnos del Dios Poder y empaparnos del Dios Amor. El Dios todopoderoso es lo contrario del Dios trino. Dios es amor y solo amor. Solamente en la medida que amemos, podremos conocer a Dios.
Se nos dice que es el dogma más importante de nuestra fe católica, y sin embargo, la inmensa mayoría de los cristianos no pueden comprender lo que quiere decir. La Trinidad nos enseña que sólo vivimos, si convivimos. Nuestra vida debía ser un espejo que en todo momento reflejara el misterio de la Trinidad. Pero para llegar al Dios de Jesús, tenemos que superar el falso. Sí, el falso dios en quien todos hemos creído y en gran medida, seguimos creyendo los cristianos:
El dios interesado por su gloria, incluso cuando hace algo para sacarnos de la miseria
El dios todopoderoso que si no elimina el mal es porque no le da la gana.
El dios que salva a uno de una enfermedad o peligro si alguien reza por él, pero que deja hundido en la miseria al que no tiene valedor alguno.
El dios ofendido que exige la muerte de su hijo para poder perdonar el ser humano.
El dios que premia a los que hacen lo que él quiere, pero condena a los que no.
El dios celoso de la moral sexual, pero que no le preocupa mucho la injusticia.
El dios que nos exige amar al enemigo pero que a los suyos los manda al infierno.
Debemos estar muy alerta, porque tanto en el AT como en el nuevo podemos encontrar trazos de este falso dios. Jesús experimentó al verdadero Dios, pero fracasó a la hora de hacer ver a sus discípulos su vivencia. En los evangelios encontramos chispazos de esa luz, pero los seguidores de Jesús no pudieron aguantar el profundo cambio que suponía sobre el Dios del AT. Muy pronto se olvidaron esos chispazos y el cristianismo se encontró más a gusto con el Dios del AT que le daba las seguridades que anhelaba.
La Trinidad no es una verdad para creer sino la base de nuestra experiencia cristiana. Una profunda vivencia del mensaje cristiano será siempre una aproximación del misterio Trinitario. Solo después de haber abandonado siglos de vivencia, se hizo necesaria la reflexión teológica sobre el misterio. Los dogmas llegaron como medio de evitar errores en las formulaciones formales, pero lo verdaderamente importante fue siempre vivir esa presencia de Dios en el interior de cada cristiano.
Lo más urgente en este momento para el cristianismo, no es explicar mejor el dogma de la Trinidad, y menos aún, una nueva doctrina sobre Dios Trino. Tal vez nunca ha estado el mundo cristiano mejor preparado para intentar una nueva manera de entender el Dios de Jesús o mejor, una nueva espiritualidad que ponga en el centro al Espíritu-Dios, que impregna el cosmos, irrumpe como Vida, aflora decididamente en la conciencia de cada persona y se vive en comunidad. Sería, en definitiva, la búsqueda de un encuentro vivo con Dios. No se trata de demostrar la existencia de la luz, sino de abrir los ojos para ver.
No debemos pensar en tres entidades haciendo y deshaciendo, separada cada una de las otras dos. Nadie se podrá encontrar con el Hijo o con el Padre o con el Espíritu Santo. Nuestra relación será siempre con el Dios UNO. Es urgente tomar conciencia de que cuando hablamos de cualquiera de las tres personas relacionándose con nosotros, estamos hablando de Dios. En teología, se llama “apropiación”, (¿indebida?) esta manera impropia de asignar acciones distintas a las tres personas. Ni el Padre solo crea ni el Hijo solo salva ni el Espíritu Santo santifica por su cuenta; Todo es “obra” del Dios.
Nada de lo que podemos pensar o decir sobre Dios es adecuado a su ser. Cualquier definición o cualquier calificativo que atribuyamos a Dios son incorrectos. Todo lo que sabemos racionalmente de Dios es un estorbo para vivir su presencia vivificadora en nosotros. Con frecuencia, los ateos están más cerca del verdadero Dios que los creyentes. Ellos por lo menos rechazan la creencia en todos los ídolos.
Los creyentes no solemos ir más allá de unas ideas (ídolos) que hemos fabricado a nuestra medida. Callar sobre Dios, es siempre más exacto que hablar. Dicen los orientales: “Si tu palabra no es mejor que el silencio, cállate”. Las primeras líneas del “Tao” rezan: El Tao que puede ser expresado no es el verdadero Tao; el nombre que se le puede dar, no es su verdadero nombre.
De la misma manera, siempre que aplicamos a Dios contenidos verbales, aunque sean los de “ama”, “perdonó”, “salvará”, nos equivocamos, porque en Dios los verbos no se conjugan; no tiene tiempos ni modos. Dios no tiene “acciones”. Dios todo lo que hace los es. Si ama, es amor. Pero al decir que es amor, nos equivocamos también, porque le aplicamos el concepto de amor humano y en Dios el AMOR, es algo muy distinto.
Es un amor que no podemos comprender, aunque sí experimentar. Este experimentar que Dios es amor, sería lo esencial de nuestro acercamiento a Él. Los primeros cristianos emplearon siete palabras diferentes para hablar del amor. Al amor que es Dios lo llamaron ágape. Nuestro amor es una cualidad, que podemos tener o no tener. En Dios es su esencia, es decir, no puede no tenerlo, porque dejaría de ser.
Vivir la experiencia de Dios Trino, sería convivir. Estamos hechos para el encuentro y la comunicación. Sería experimentarlo: 1) Como Dios, ser absoluto. 2) Como Dios a nuestro lado presente en el otro. 3) Como Dios en el interior de nosotros mismos, fundamento de mi ser. Acercarse a Dios es descubrir la Trinidad. La experiencia del Dios cristiano nos empujaría a ser como Él, Padre, Hijo y Espíritu a la vez. En cada uno de nosotros se tiene que estar reflejando siempre la Trinidad. Debemos empezar por descubrir a Dios en nosotros, como parte de nuestro ser. Pero no se agota ahí. Descubrimos a Dios con nosotros en los demás. Pero no se agota ahí. Descubrimos también a Dios que nos trasciende y en esa trascendencia completamos la imagen de Dios.
Hoy no tiene ningún sentido la disyuntiva entre creer en Dios o no creer. Todos tenemos nuestro Dios o dioses. Hoy la disyuntiva para los que se dicen creyentes y los que se proclaman ateos es creer en el Dios de Jesús o creer en un ídolo. La mayoría de los cristianos no vamos más allá del ídolo que nos hemos fabricado a través de los siglos. Lo que rechazan los ateos, es nuestra idea de Dios que no supera nuestro teísmo interesado. Después de darle muchas vueltas a tema, he llegado a la conclusión que es más perjudicial para el ser humano el teísmo que el ateismo.
El Dios revelado por Jesús, es amor. Pero ¡ojo! No es un ser que ama sino el amor mismo. En Dios el amor no es una cualidad como en nosotros, sino su esencia. Si dejara de amar un solo instante a un solo ser, dejaría de existir. Esto es la esencia del evangelio. La mejor noticia que podía recibir un ser humano es que Dios no puede apartarle de su amor. Esta es la verdadera salvación que tenemos que apropiarnos. Es también el fundamento de nuestra confianza en Dios. Confianza absoluta y total porque, aunque quisiera, no puede fallarnos. En esa confianza consiste la fe. Porque Dios ES amor, está incapacitado para condenar. Sólo puede salvar. No confiar en esa salvación de Dios, es estar ya condenado.