Werner Vásquez Von Schoettler
Hablar de conservadurismo es un tema lleno de complejidades históricas para el caso ecuatoriano. Hay ciertos puntos de referencia sobre la moral conservadora que no necesariamente se conectan con el comportamiento económico de los grupos que la pregonan. Bien pueden ser conservadores en lo moral, pero hiperliberales en lo económico, sin que esto signifique contradicción, por el contrario, da cuenta del oportunismo oligárquico que es capaz de desarrollar las más diversas máscaras para reproducir y mantener un orden social tradicional. Para el caso ecuatoriano, la restauración viene de la mano de invocar la tradición y sus valores: herencia, casta, linaje, abolengo, etc., como el centro organizador natural de la sociedad, pero eso sí, esos otros diferentes deben ser iguales en tanto consumidores de bienes y servicios que ellos ofrezcan.
Es decir, nada de democratización de los medios de producción, nada de intervención activa del Estado para redistribuir la riqueza social y fomentar la equidad y justicia social. La restauración está en la invocación al pasado oligárquico hacendatario como sistema político de organización social, pero a la vez reclamar la primacía del idílico libre mercado como el ente encargado de hacer la redistribución del trabajo, del salario como de las ganancias. Hace décadas, a esta restauración se la conoce como neoconservadurismo; es la forma como el neoliberalismo opera más allá de las fronteras económicas y políticas y se centra en el ser moral de las personas. Invoca la centralidad del individualismo; enaltece un ideal de nación unicultural centrada en la ‘madre patria’ y en blanqueamiento cultural. Una cultura de la servidumbre y de la poca movilidad social. Bien pueden hablar de justicia, de paz; son los hidalgos modernos del poder local. Son aquellos que aún piensan que el continente fue descubierto por los españoles; invocan al ‘pasado glorioso inca’, pero desde la derrota; desde la feminización de lo indígena.
Son la contracultura de la izquierda. Sueñan con que perduren los patronatos, las beneficencias y la caridad y sus primeras damas para demostrar la generosidad sanguínea que creen que los acompaña en sus telúricos sueños de un pasado aristocrático. Defienden la democracia mercantil como el recurso civilizatorio de la domesticación y la obediencia legitimada en la fe de la superioridad racial. Algunos creerán que la restauración conservadora es un problema coyuntural y menor, pero es un peligro latente de la restauración de las derechas en el Ecuador para desmontar el estado actual de la sociedad. De ahí que deba fomentarse una mayor organización política de la sociedad como de su educación política de forma permanente. La restauración conservadora exhortará a su memoria e historia oligárquica para hacerla pasar como la historia y la memoria de la ciudadanía; sobre todo para ciertos sectores de la clase media, afectos y desesperados por labrarse un pasado insigne imaginario.