(Za 12,10-11) Harán llanto como llanto por el hijo
único.
(Gal 3,26-29) No hay distinción entre judío y
gentil, esclavo y libre, hombre mujer.
(Lc 9,18-24) ¿Quién decís que soy yo? El que quiera
salvar su vida la perderá.
Los tres sinópticos relatan el mismo episodio,
aunque con diferencias notables. Se plantea abiertamente el significado del
mesianismo de Jesús. Tema que no quedó resuelto hasta después de la experiencia
pascual. No se trata, pues de un relato estrictamente histórico, sino de un
planteamiento teológico del tema más importante y complicado de todo el NT. Ni
para ellos fue fácil aceptar el verdadero mesianismo, ni lo es para nosotros,
pues seguimos sin aceptar que el ser
cristiano lleva consigo renunciar al ego y darse a los demás.
Jesús estaba orando, como siempre que va a decir o hacer algo importante.
El evangelio dice que el único que estaba orando era Jesús solo, aunque los
discípulos estaban allí. Sin tener en cuenta esa oración de Jesús nada de lo que fue y predicó puede explicarse. La
forma en que Jesús habla de Dios, se inspira e su experiencia personal. La
experiencia básica de Jesús fue la presencia de Dios en su propio ser. Jesús
experimentó que Dios lo era todo para él y él debía ser todo para los demás. Tomó
conciencia de la fidelidad de Dios-amor y respondió vitalmente a esta toma de
conciencia. Al atreverse a llamar a Dios "Abba" (Papá), Jesús
abre un horizonte completamente nuevo en las relaciones con el absoluto.
Para Jesús, como para cualquier ser humano, la base de toda
experiencia religiosa reside en la condición de criaturas. El hombre se
descubre sustentado por la acción creadora de Dios. El modo finito de ser uno
mismo, demuestra que es más de Dios que de sí mismo. Sin Dios no sería posible
nuestra existencia. Jesús descubre
que el centro de su vida está en Dios. Pero eso no quiere decir que tenga que
salir de sí para encontrar su centro. "Intimior intimo meo".
Descubrir su fundamento en Dios, es fuente de una inesperada plenitud. La experiencia
de Dios será la revelación de la más alta humanidad.
Jesús de Nazaret nunca se presenta como absoluto.
Para él lo único absoluto era Dios. Él se
consideró siempre como un ser humano más. La opinión de la gente indica ya una
alta consideración de la persona de Jesús, pero está lejos de acertar. La
opinión de Pedro, parece acertada; pero “el Ungido”, era la manera de designar
al Mesías que el pueblo esperaba. Un Mesías
nacionalista que traería la salvación política, económica y religiosa. Esa opinión
no debe ser divulgada porque es también falsa. A continuación se nos propone la
verdadera figura del Mesías que la primera comunidad pascual había descubierto
con tanta dificultad.
El Mesías se convierte en “Hijo de hombre”, el
modelo de hombre, el ser humano que vive su plenitud. No es el triunfador, el
poderoso, el que está por encima de los demás, sino el que aguanta, el que
sufre, el que tiene que padecer las iras y rencores de los suyos, el humillado
y despreciado, precisamente por no renunciar a ser “humano”. Y todo esto hasta
el extremo, hasta perder la vida por mantener esa actitud. El que quiera
adherirse al Mesías, no tiene más remedio que emprender el mismo camino. Exige
el negarse a sí mismo.
La frase de Jesús "el que quiera salvar su vida
la perderá"; no es una exageración, sino una verdad básica. Hacer que todo
gire en torno a nuestro falso “yo”, es potenciar en nosotros aquello que tiene un
valor relativo. No podemos dejar de ser egoístas si no superamos el apego a un
“ego”. En la medida en que ponga como objetivo último salvar mi vida,
seré egoísta y por lo tanto me deshago como persona. En la medida en que sea
capaz de desprenderme de todo apego, incluido el apego a la vida, a favor de
los demás, estaré amando de verdad, y por lo tanto creciendo como ser humano.
Mi Vida con mayúscula se potenciará,
y la vida con minúscula, cobra entonces todo su sentido.
La pregunta que se hicieron aquellos primeros
cristianos tenemos que hacérnosla nosotros hoy. ¿Quién es Jesús? La mejor prueba
de que no es fácil responder, es la falsa alternativa, que se planteó en el
siglo pasado, entre el Jesús histórico o el Cristo de la fe. Los discípulos
compartieron su vida con el Jesús de Nazaret y aceptaron a aquel ser humano que
les proporcionó una paz, una alegría y una seguridad increíbles; pero mientras
vivieron con él, no fueron capaces de ir más allá de lo que veían. Solamente a
través de la experiencia pascual se adentraron en el verdadero significado de
aquella persona fuera de serie.
Al morir Jesús, se preguntaron si con la muerte de
su líder se había acabado todo. Solo entonces empezaron a trascender la figura aparente
de Jesús y descubrieron lo que se escondía detrás de aquella realidad visible.
Fueron dándose cuenta de que allí había algo más que un simple ser humano.
Entonces fueron conscientes de que el verdadero UNGIDO ya se encontraba en el Jesús de Nazaret. Este Mesías,
descubierto en pascua, no coincide con el que esperaban los judíos y los
propios discípulos, antes de esa experiencia. Ahora se trata de Jesús el
Cristo, Jesucristo, genial
integración del Jesús histórico y el Cristo de la fe.
Cristo no es una idea abstracta surgida en la
primera comunidad de seguidores, sino la realidad de Jesús visto con los rayos X
de la experiencia pascual. Cristo ni se puede identificar con Jesús ni se puede
separar de él. Durante tres años, sus seguidores convivieron con él sin
enterarse de quien era en realidad; pero una vez que desapareció su figura
sensible, fueron capaces de descubrir lo que en aquella figura humana se
escondía. No se puede separar el valor de
una moneda, de la cantidad y la forma
del metal que la
constituye. La moneda tiene tal valor, precisamente porque
tiene tal forma, tal tamaño y un determinado metal precioso. Todo lo que hay de
divino en Jesús está en su humanidad.
¿Quién es Jesús para nosotros hoy? No se trata de
dar una respuesta teórica ni una cristología aquilatada que responda a todas
las cuestiones formales relativas a la persona de Jesús. Mucho menos, dogmas
que definan su naturaleza divina. Lo tenemos crudo, porque los evangelios nos
hablan de Jesucristo desde la experiencia pascual, y es muy difícil descubrir
al Jesús de Nazaret que ellos conocieron y del que partieron para llegar a
Cristo. Los cristianos de hoy empezamos la casa por el tejado y cuando nos
damos cuenta, resulta que carecemos de muros y sobre todo de cimientos. Sin
experiencia pascual no hay cristiano.
Debemos darnos cuenta de lo lejos que estamos del encarnar
en nuestra vida ese valor supremo,
que Jesús encarnó. Somos cristianismos para tener a Dios de nuestra parte y nos
saque las castañas del fuego. Echemos una ojeada a nuestras oraciones y
descubriremos la idea que tenemos del Mesías. La misma que Pedro propuso y rechazó
Jesús. Lo hemos colocado a la derecha de Dios; le hemos dado plenitud de poder
y gloria; le hemos hecho juez de vivos y muertos; para, a renglón seguido,
decir que el que cumpla con lo que dijo se sentará con él a juzgar a los
infieles. Estas cosas las dice el NT, en contra de la misma actitud de Jesús.
Un ejemplo más de lo difícil que fue aceptar su mensaje.
Una cosa es llamarse cristiano y otra serlo. No es
nada fácil darse cuenta de que la plenitud humana está en el desarrollo de una
capacidad de salir de sí, de identificarse con los demás. No es nada fácil
salir de la dinámica del hedonismo que nos empuja a dar satisfacción a los
sentidos, a buscar lo más cómodo, lo que me agrada, lo que menos me cuesta.
Mantener estas actitudes hedonistas y llamarse cristiano, es una contradicción.
Pero tampoco debemos caer en la trampa del masoquismo. Dios quiere para cada
uno de nosotros lo mejor. Quiere que disfrutemos de todo lo que nos rodea, de
las personas y de las cosas. Todo es positivo, siempre que tengamos claro que
lo primero es el bien integral del hombre.
No es fácil entender bien lo que hoy nos dice el
evangelio. No se trata de machacar una parte de nuestro ser para salvar otra.
Se trata de descubrir un fallo en nuestra percepción de nosotros mismos, es
decir, que con frecuencia creemos ser los que no somos y vivimos engañados. Se
trata de liberarnos de todo aquello que nos ata a lo caduco y nos impide
elevarnos a la plenitud que nuestro verdadero ser exige. La liberación llega
cuando hemos establecido una auténtica escala de valores y somos capaces de dar
a cada faceta de nuestra compleja vida, la importancia que tiene, ni más ni
menos.
RESUMEN: ¿Quién
es Jesús para mí? La respuesta a esta pregunta marcará el grado de
compromiso con su mensaje y con lo que significa para mí el Dios que él
manifestó con su trayectoria humana.
Meditación-contemplación
Lo que Jesús es
y significa, no se puede meter en conceptos,
porque está más allá de los sentidos y de la razón.
Si experimentas lo que hay de Dios en ti,
podrás vislumbrar lo que Jesús vivió y manifestó.
……………………
Más allá de nuestro “yo” físico, psíquico y mental,
se encuentra nuestro auténtico ser,
que es lo divino que hay en cada uno de nosotros
y que está siempre ahí como la única realidad
verdadera.
……………………
Para alcanzar ese verdadero ser y verdadera Vida,
es necesario no quedar enganchado en lo terreno.
“Perder” lo caduco, lo contingentes, lo limitado
es el único camino para alcanzar lo absoluto.
………………..