Lo pidió el Papa Francisco a los
nuncios de la Santa Sede ,
reunidos en Roma, a quienes exhortó a ser verdaderos pastores, que amen la
pobreza y que no tengan la psicología de los príncipes
ANDREA TORNIELLI
CIUDAD DEL VATICANO
Los nuncios apostólicos, al evaluar a los candidatos para el
episcopado, deben indicar pastores que estén cerca de la gente, que «no sean
ambiciosos», que no aspiren al puesto y que no busquen continuar, una vez
nombrados, para ser nombrados en una sede más importante. Lo pidió el Papa
Francisco a sus representantes ante las Iglesias y gobiernos de todo el
planeta, alrededor de 150, que fueron recibidos hoy por la mañana en una
audiencia. Antes de despedirse de cada uno de los presentes, Bergoglio
pronuncio un discurso que revela el “perfil” del obispo ideal. Palabras que, si
se convierten en actos, tendrán consecuencias, ante los episodios de
«carrerismo» eclesial que se han verificado en los últimos años.
«Ustedes conocen la célebre expresión -dijo el Papa a los
nuncios apostólicos- que indica un criterio fundamental en la elección de los
que deben gobernar: “si sanctus est oret pro nobis, si doctus est doceat nos,
si prudens est regat nos” (si es santo, que rece por nosotros, si es docto, que
nos enseñe, si es prudente, que nos gobierne). En la delicada tarea de llevar a
cabo investigaciones para los nombramientos episcopales -añadió-, deben estar
muy atentos para que los candidatos sean pastores cercanos a la gente, padres y
hermanos, que sean mansos, pacientes y misericordiosos».
Además, explicó Francisco, los candidatos al episcopado
deben amar «la pobreza, interior como libertad en el Señor y también exterior
como sencillez y austeridad de vida» y no deben tener «una psicología de
“Príncipes”». «Estén atentos -añadió el Pontífice a los nuncios- para que no sean
ambiciosos, que no persigan el episcopado y que sean esposos de una Iglesia,
sin buscar constantemente otra». Una alusión explícita a las promociones
perseguidas por todos los que, apenas nombrados en una diócesis pequeña,
aspiran a una más grande. El cardenal Joseph Ratzinger, que entonces era
Prefecto de la
Congregación para la Doctrina de la Fe , también había denunciado este fenómeno.
Los candidatos al episcopado, dijo Bergoglio, deben ser
«capaces de “vigilar” al rebaño que se les confiará, de cuidar todo lo que lo
mantiene unido; de “velar” por él, de tener atención por los peligros que lo
amenazan; pero, sobre todo, deben ser capaces de “velar” por el rebaño, de
hacer vigilia, cuidar la esperanza, que haya luz y sol en los corazones,
sostener con amor y paciencia los planes que Dios opera en su pueblo».
El modelo del obispo, para Francisco, es San José, «que vela
por María y Jesús, que cuida a la familia que Dios le ha encomendado y que
tiene la mirada atenta con la que guía evitando los peligros. Por este motivo
ls pastores siempre deben saber estar ante el rebaño para indicarle la vía, en
medio del rebaño para mantenerlo unido, detrás del rebaño para evitar que
alguien se quede atrás y para que el mismo rebaño adquiera, por así decirlo, el
instinto para encontrar la vía».
Antes de estos consejor, relacionados con una de las tareas
más delicadas y cruciales de los nuncios apostólicos, encargados de llevar a
cabo averiguaciones sobre los candidatos al episcopado para presentar a la Santa Sede las famosas
“ternas”, el Papa había subrayado que la vida de sus representantes «es una
vida de nómadas. Cada tres o cuatro años para los colaboradores; un poco más
para los nuncios, ustedes cambian puesto». Esta vida, explicó Francisco, «da el
sentido del camino, que es central en la vida de fe», y exige «mortificación,
el sacrificio de despojarse de cosas, amigos, vínculos y comenzar siempre de
nuevo». Una condición que implica «la familiaridad con Jesucristo» como
«alimento cotidiano».
De hecho, añadió el Papa, siempre existe el peligro,
«incluso para los hombres de Iglesia», de ceder a la «mundanidad espiritual»,
al «espíritu del mundo, que conduce a actuar para la propia realización y no
para la gloria de Dios, a esa especie de “burguesía del espíritu y de la vida”
que empuja a “reclinarse”, a buscar una vida cómoda y tranquila». Ceder a este
espíritu «expone, sobre todo a nosotros los pastores, al ridículo; podremos
recibir, tal vez, algunos aplausos, pero los mismos que parecen aprobarnos
después nos criticarán a nuestras espaldas». Francisco invitó a los nuncios,
tanto en la relación con las Iglesias locales como en la relación con las
autoridades gubernamentales de los diferentes países, a «ser verdaderos
pastores», que «tienen la mirada fija en Jesús».
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