Ya sabíamos desde hacía tiempo que Estados Unidos no era ningún modelo de democracia ni de libertad. Lo demuestra nuevamente el último escándalo mundial de las escuchas norteamericanas gracias a la benevolencia de las grandes empresas que manejan Internet y que nos manejan también a nosotros: Google, Facebook, Yahoo, YouTube, Microsoft, Apple, Skype y otros. Jamás hemos sido tan bien controlados como ahora.
El presidente Obama acaba de informarnos que Siria sí utilizó armas químicas contra los rebeldes. ¿No será otra mentira más como en tiempos de Bush? En Europa sigue el saqueo de la población, organizado por los bancos. Esta vez, con la complicidad de los gobiernos, millones de personas -los jóvenes en particular- están sumidas en la desgracia, cercana a la miseria. Es la dictadura del capital llevado a sus perversas consecuencias. Recordemos a Lech Walesa, presidente del sindicato polaco Solidaridad, que decía: “La miseria es la peor dictadura”.
Benditos sean Assange, el soldado Bradley y el joven Snowden que, gracias a los cables informáticos de WikiLeaks, nos informan sobre las fechorías de las grandes potencias mundiales. Sin informaciones verdaderas no hay democracia ni libertad.
Felizmente, Ecuador se ha dado una ley de comunicación que democratiza la información y la participación ciudadana en el derecho y la libertad de expresión. Es un buen comienzo para la nueva Asamblea. Hacemos votos para que se den las mismas dinámicas con las leyes pendientes de agua y culturas. Que participen en su redacción muchas organizaciones indígenas, campesinas, urbanas, populares… El beneficio será mayor para todos, o por lo menos para la mayoría de ecuatorianas y ecuatorianos.
Otro gran reto es la lucha contra la miseria, o mejor dicho: la lucha contra la acumulación de riquezas. Pues en Ecuador la pobreza sigue amordazando a la mitad de su población que, por lo mismo, vive en una terrible “dictadura”. El salario mínimo no cubre todavía la canasta básica. Las boletas y los desalojos en Guayaquil mantienen en la angustia a miles de ciudadanos a los que la misma miseria impide informarse bien y encontrar una salida digna a su precaria situación.
En su tiempo, Jesús retó a sus apóstoles que querían despedir a una muchedumbre hambrienta que había venido a escuchar al Profeta de Nazaret: “Denles ustedes de comer”. Los líderes de ayer y de hoy deben ingeniárselas para que, como consta el Deuteronomio, uno de los primeros libros de la Biblia, “no haya pobres entre ustedes”.