Ciertamente el Mesianismo de Jesús es muy distinto al “mesianismo” esperado
por el pueblo de Israel. Ellos concebían un “mesías guerrero” que vendría a
liberarlos del Imperio Romano por la sublevación popular y armada. Así lo
creían tanto Pedro como Judas. El Mesianismo de Jesús era algo muy distinto:
“Mi Reino no es de éste mundo”, le decía Jesús a Pilatos; mi Reino NO ES como
el tuyo; es distinto. “Yo he venido a ser TESTIGO
DE LA VERDAD
y el que es de la VERDAD escucha mi voz y me sigue”
Tampoco se trata de un mesianismo “fuera de este mundo” o “para otro
mundo”. Como si Jesús viniera de otro planeta a llevarnos consigo para vivir en
su Reino fuera de éste planeta pues nuestro mundo se lo apropió el diablo y sus
secuaces. Digo esto pues hay algunos que piensan que el mesianismo de Jesús no
tiene que ver con la “política”, la “economía” o la “cultura” de este mundo. El
no venía a “tomar posiciones partidistas”; es verdad, pero eso no quiere decir
que no haya tenido repercusiones políticas. De ser así, el Imperio Romano no lo
hubiera “crucificado” junto a sus lacayos fariseos y autoridades religiosas
judías (las altas Jerarquías).
Jesús era el MESIAS de un DIOS PODEROSO; lo que pasa que EL no usaba el “PODER” para explotar ni humillar a nadie (como
hacen los poderosos de este mundo) sino para SERVIR a los mas pobres y marginados. Nunca usó la “violencia” contra nadie, aunque en una
ocasión “agarró un látigo y expulsó a los mercaderes del Templo”; lo hizo en
contra de las mesas repletas de “dinero” que era el “ídolo” que se oponía a su PADRE;
nunca impuso su PROYECTO DEL REINO a
nadie, porque el AMOR no se impone sino
se expone pero EL venía al mundo
“para hacer nuevas todas las cosas” e implantar ese REINO aquí en la tierra: “Id a todo el mundo a predicar el Evangelio a
toda criatura; el que se bautice y crea se salvará, el que se resista a creer
se condenará” (Mc. 16, 15-16).
Para eso se necesita la CONVERSIÓN; es decir, un cambio de mentalidad, una
transformación interior con la ayuda del ESPRITU
SANTO. La salvación consiste en AMAR A LOS DEMAS COMO CRISTO NOS AMÓ;
buscar la felicidad de los demás antes que la propia; buscar los derechos de
los demás aunque para eso tengamos que sacrificar los nuestros. Solo así
podremos encarnar su Reino en éste mundo y esa es precisamente la tarea de su
Iglesia. Si como Iglesia no transformamos este mundo ni lo hacemos más
solidario; seríamos como la sal que se vuelve insípida y no serviríamos para
nada. Es por eso el DEBER que tenemos de
inferir en la política, en la economía, en la cultura, en la sociedad para
hacerla mas humana y preparar al ser humano creyente a vivir en el Reino
empezando en ésta tierra, en el aquí y el ahora.
El Mesías Jesús lo ha dicho: “No hevenido a ser servido (a dominar) sino a SERVIR y a dar la vida en rescate de muchos”.
Su Iglesia debe hacer lo mismo. Amen
Pablo. Caricuao, 25 de Mayo del 2013