Pedro Pierre
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La tristeza y la rebeldía me invaden al ver la destrucción de las casas de las gentes del sector de Monte Sinaí. Digo las gentes porque están los traficantes de siempre, están los sinvergüenzas de siempre que ya no tienen necesidad de casa y están los pobres de siempre, sin saber adónde ir. Entonces al meter a todo el mundo en el mismo saco, “pagan los justos por los pecadores”. En su tiempo, Jesús dijo: “Les digo que cuando lo hicieron con alguno de los más pequeños de mis hermanos, lo hicieron conmigo”. Entonces, así no se hace.
Y eso lo digo a los traficantes de tierras. Ellos saben muy bien lo
que va a pasar: va a haber desalojos. ¡Qué bien! Porque van a poder
traficar nuevamente con otras personas; pues lo que les interesa es más
dinero para hacer más grandes las casas que tienen por varias partes.
Traficantes de gentes pobres: ¡Qué pecado!
Lo digo también para los candidatos. ¿Dónde están los que visitaron
Monte Sinaí haciéndoles muchas promesas? ¿Están en el sector y hacen un
trabajo con las base? ¿O, no son más que turistas de camisa blanca y
buen sueldo mensual y los pobres el trampolín que les permitió llegar a
la Asamblea? Ellos deberían saber quién es quién y poder ayudar a tener
una casa a los que verdaderamente la necesitan. ¡Vergonzosos
politiqueros que vamos a tener que aguantar durante 4 años!
Así no se hace… Lo digo también por los aprovechadores que buscan
meterse para sacar una casa que no necesitan… Ecuatorianos indignos que
se valen de sus hermanos ecuatorianos pobres y los hunden más en su
pobreza y desesperanza. ¡Pobre país que construyen sobre arenas
movedizas donde todos nos perdemos un poco más!
Lo digo igualmente por los que lo han dejado todo o más bien que no
han dejado nada porque nada más tenían que el campo ajeno y los vecinos.
Y se vinieron a la buena de Dios, olvidando que la vida se construye
organizadamente y los problemas se resuelven mancomunadamente: “Los
pobres desorganizados serán castigados”. Nadie les ha dicho o no han
querido saber que “sólo el pueblo salva al pueblo”, pero estando unidos,
conscientes, organizados y valientes.
El Dios de los cristianos a quien invoco, es el Dios de los esclavos
de Egipto que decidieron liberarse juntos. Sigue buscando nuevos Moisés
que conversen con los esclavos de hoy, que se identifiquen con ellos,
que les ayuden a organizarse y a luchar. Así reconocerán quiénes son sus
explotadores y quiénes son sus verdaderos hermanos y verán el rostro de
Dios en sus vidas liberadas.