Padre Pedro Pierre
El 2015 puede terminar con sabor a confusión. Los muñecos del año viejo inundan nuestras calles y alguno ha de ir a parar en nuestra casa. ¿Qué representan estos ‘viejos’? Principalmente personajes de la televisión. Algunos nos traen los ‘famosos’ de la política. Otros serán el resultado de un trabajo colectivo para construir el gigante de alguna película taquillera o representar escenas de la política nacional. Pero todos terminarán quemados.
¿Qué nos dirán los sociólogos que estudian las acciones y reacciones humanas tanto personales como colectivas? No pocos niños llorarán de ver desaparecer en llamas su ‘mascota’ favorita… Nos felicitaremos por el año nuevo dejando el pasado humeando. Estaremos felices de reunirnos entre vecinos y compartir unas frutas, un vaso de cerveza o de vino… ¡Felicidades para el año nuevo! Un nuevo año nos da nuevas oportunidades, abre nuevos caminos, trae esperanzas de que la vida puede ser mejor y la convivencia más real.
Si repetimos esta costumbre tenaz, por alguna razón ha de ser. El fuego nos atrae: nos devuelve a nuestros orígenes, destruye lo que es pasajero, revela lo que se resiste a ser destruido. Al quemar unos muñecos sin sentido cerramos una puerta, enterramos el pasado y pensamos que algo bueno va a nacer. O bien quemamos lo que no haya estado bien en nuestra vida personal, social y política para que ciertas situaciones cambien, para que cambiemos mejorando.
Tal vez los viejos sin sentido representan inconscientemente el sinsentido de nuestra vida, de nuestras actividades, de ciertos aspectos de la vida nacional. Porque las informaciones llueven innombrables en las pantallas de televisión, en la radio y en los periódicos y ni hablar de las redes sociales. Nunca hemos estado tan ‘comunicados’ por internet, teléfonos y tabletas… y, al mismo tiempo, nunca nos hemos sentido tan solos e impotentes frente a todo lo que pasa cerca, lejos, al otro lado del planeta. Nos parecemos a la gota de agua que desaparece en el mar, un mar de violencias y de superficialidades principalmente.
Nos confunden y nos dejamos confundir. Nos manipulan y nos dejamos manipular. Nos dan pensando y pensamos según lo que hemos escuchado. “Los viejos duran 3 días”, decía el periódico, y les damos bien poco sentido. Personalmente no estoy satisfecho porque he descubierto que, como dicen algunos, “la dignidad vale más que la libertad”, “lo mejor de la vida es la amistad”, “hay que dejar el mundo algo mejor de lo que lo hemos recibido”… Al terminar el año detengámonos unos instantes para recalcar lo que hemos vivido de bueno, recordar unos momentos felices que nos han hecho crecer, agradecer los avances que hemos tenido en la familia, el barrio, el país, sentirnos orgullosos por no haber luchado en vano con otros a favor de una noble causa. Entonces buscaremos quemar lo que nos ha hecho retroceder, lo que ha destruido relaciones y esfuerzos comunes, lo que ha provocado atropellos y violencia de toda índole. Así nos podremos abrazar de verdad y abrazar el año nuevo con esperanza y decisión.