Padre Pedro Pierre
Si se prepara la Navidad desde los malls, el personaje principal en su casa será Papá Noel, habrá un árbol inmenso, miles de lucecitas brillando por todas partes, grandes cajones de regalos, pavo, champán, whisky, etc. Si se la prepara desde los grandes almacenes, habrá un nacimiento de grandes personajes vestidos de telas y provenientes de Italia, que bien poco tiene que ver con el primer nacimiento donde, en una gruta del campo, estaban solamente María y José y luego unos pobres pastores.
Si se prepara la Navidad en la Sierra, tal vez se le ocurrirá, al pensar que Dios se hizo carne como nosotros, hacer el pesebre con personajes indígenas, llamas en vez de camellos y un chamán como cuarto mago, ya que san Francisco de Asís no sabía de la existencia de Abya Yala. Si se la prepara en Esmeraldas, ¿tendrá su nacimiento personajes todos negros, menos los dos magos que venían de Asia y de Europa porque Dios se encarna en las pieles de los hombres y mujeres de cada continente? Si se prepara la Navidad desde la TV se llenará su casa de un sinnúmero de cosas inútiles y dañinas porque este templo del consumismo logra transformar el cielo en infierno.
Pero si prepara su Navidad en el barrio de Las Iguanas, en Guayaquil, tendrá un sabor muy particular: sabrá a Belén, sabrá a fraternidad, sabrá a pobreza digna, sabrá a compartir. No habrá un árbol gigante, el pesebre tendrá solo al Niño Jesús. Se escucharán unos villancicos sobre aires de salsa y cumbia, cuyas palabras nos sorprenden y emocionan: “¡Jesús hermano, Jesús amigo, Jesús extraño, Jesús vecino, Jesús el barrio, Jesús la gente, Jesús la vida, sencillamente Jesús!... Con calzones rotos, descalzo y peludo… Viene con maracas, es la Navidad… Pide su aguinaldo a la humanidad…”.
Cada uno tiene la Navidad que se merece, cada uno tiene la Navidad que busca y prepara. Lo perverso es que se está prostituyendo la Navidad y atropellando a Dios. No gusta regresar a la primera Navidad. No gusta un dios que nace mísero. No gusta un dios que nace como nosotros, débil, dependiente, impotente. No gusta un Jesús hijo de una madre ama de casa y un padre carpintero de pueblo. No gusta un mesías que nace pobre, vive pobre, se rodea de pobres, muere desnudo en una cruz como el peor de los delincuentes. No gusta de un dios que hace su reino a partir de los pobres, en comunidad, fraternidad, igualdad, justicia…
¡Felices si nos acordamos de esta primera Navidad, si decidimos no engañarnos, si no participamos del burlarse de Dios! Belén es el mundo al revés; pero es el mundo de Dios, el Dios de Jesús, el Dios de la Biblia, el Dios que no nos inventamos nosotros, a nuestra imagen y semejanza, amigo del dinero y de nuestros intereses personales, materialistas e individualistas. Porque Dios siempre se resistirá a ser manipulado, distorsionado y manoseado.
San Juan ya nos advirtió: “Es la luz que brilla en las tinieblas… Vino a su propia casa y los suyos no lo recibieron… Puso su tienda entre nosotros y hemos visto su gloria… De su plenitud hemos recibido todos”. ¡Feliz Navidad… desde Las Iguanas!