Extracto de la reflexión publicada por Moceop (Movimiento por el Celibato Opcional) en torno a la pederastia y la necesidad de acometer profundas reformas en la institución vaticana.
"Son necesarios y urgentes unos replanteamientos o reformas de un calado profundo.
En lugar de depositar la culpa únicamente en los pederastas, en desviaciones debidas a la mentalidad secular actual o en pretendidas aplicaciones incorrectas del Vaticano II; en vez de buscar en el anticlericalismo el origen de todo este alboroto y la crisis de credibilidad consiguiente, deberíamos buscar en las propias estructuras eclesiales y en la forma de organizar las comunidades de creyentes las raíces profundas a sanear.
Todo lo demás no es sino ignorar los signos de los tiempos y no afrontar los cambios urgentes que la iglesia necesita. Una estructura patriarcal, autoritaria, cerrada, machista no cumple aquellas características que la mayoría de edad de la humanidad ha hecho imprescindibles para tener un mínimo de autoridad moral y credibilidad ante los seres humanos de hoy.
b. Temas tan decisivos para la felicidad de los seres humanos como la sexualidad no pueden seguir siendo tratados con el lastre de la historia y al margen o en contra de los avances de la modernidad (psicología, antropología, derechos de la persona...).
Una estructura tradicional, conservadora, cerrada a los avances y aferrada a doctrinas trasnochadas (dualismos, maniqueísmos…), no acometerá la necesaria reforma de la enseñanza católica sobre la sexualidad; y no podrá enfrentarse con creatividad a los retos actuales. Un grupo de dirigentes obligatoriamente célibes y celosos guardianes del orden y de la jerarquía sagrada difícilmente podrán transmitir alguna buena noticia en este campo.
c. La masculinización del ministerio presbiteral y de los puestos de responsabilidad en la Iglesia católica es uno de los rasgos que van contracorriente de la historia y hacen de nuestra iglesia un raro ejemplar entre las sociedades actuales. Media humanidad queda excluida de tareas directivas, de reflexión y de decisión. La incorporación de la mujer a la reflexión teológica se encuentra con unas dificultades especiales y una no fácil acogida. Una estructura que margina la perspectiva y la presencia femenina de los niveles en que se analiza, evalúa y se decide el rumbo de la comunidad de creyentes, carece de autoridad moral para dirigirse hoy a la humanidad.
Una iglesia que excluye a la mujer de la animación y presidencia de las celebraciones se está perdiendo la riqueza de una de las dos perspectivas básicas de la vida humana.
Otro modelo de ser-vivir-explicar la iglesia
Inevitable y responsablemente, todo lo que antecede debería encaminar a la Iglesia católica en bloque por la senda que ya muchos pequeños grupos y comunidades luchan por hacer realidad en su día a día, sin grandes pretensiones aunque buscando la fidelidad en las cosas sencillas: una reforma profunda y sencilla a la vez.
Una iglesia que se replantea en profundidad su actitud ante el sexo y ante la mujer. Y, en consecuencia, acaba con la discriminación femenina, incorpora a todas las tareas de dirección a mujeres y acaba con toda imposición de un estado de vida (celibataria) a sus dirigentes.
b. Temas tan decisivos para la felicidad de los seres humanos como la sexualidad no pueden seguir siendo tratados con el lastre de la historia y al margen o en contra de los avances de la modernidad (psicología, antropología, derechos de la persona...).
Una estructura tradicional, conservadora, cerrada a los avances y aferrada a doctrinas trasnochadas (dualismos, maniqueísmos…), no acometerá la necesaria reforma de la enseñanza católica sobre la sexualidad; y no podrá enfrentarse con creatividad a los retos actuales. Un grupo de dirigentes obligatoriamente célibes y celosos guardianes del orden y de la jerarquía sagrada difícilmente podrán transmitir alguna buena noticia en este campo.
c. La masculinización del ministerio presbiteral y de los puestos de responsabilidad en la Iglesia católica es uno de los rasgos que van contracorriente de la historia y hacen de nuestra iglesia un raro ejemplar entre las sociedades actuales. Media humanidad queda excluida de tareas directivas, de reflexión y de decisión. La incorporación de la mujer a la reflexión teológica se encuentra con unas dificultades especiales y una no fácil acogida. Una estructura que margina la perspectiva y la presencia femenina de los niveles en que se analiza, evalúa y se decide el rumbo de la comunidad de creyentes, carece de autoridad moral para dirigirse hoy a la humanidad.
Una iglesia que excluye a la mujer de la animación y presidencia de las celebraciones se está perdiendo la riqueza de una de las dos perspectivas básicas de la vida humana.
Otro modelo de ser-vivir-explicar la iglesia
Inevitable y responsablemente, todo lo que antecede debería encaminar a la Iglesia católica en bloque por la senda que ya muchos pequeños grupos y comunidades luchan por hacer realidad en su día a día, sin grandes pretensiones aunque buscando la fidelidad en las cosas sencillas: una reforma profunda y sencilla a la vez.
Una iglesia que se replantea en profundidad su actitud ante el sexo y ante la mujer. Y, en consecuencia, acaba con la discriminación femenina, incorpora a todas las tareas de dirección a mujeres y acaba con toda imposición de un estado de vida (celibataria) a sus dirigentes.
Una iglesia comunidad de iguales, en la que conductas como la pederastia estarían más expuestas a ser enjuiciadas sin corporativismo; y en la que se eliminaría una de sus raíces más importantes: formar y alimentar una casta dirigente, con grandes dosis de represión, oscurantismo y autoritarismo.
Una iglesia más fraterna e igualitaria, más participativa y democrática en todos los campos y decisiones; una iglesia comunidad que acabe con el clérigo como el eje de toda la actividad de la iglesia; y, en consecuencia, con una presencia mayor de las comunidades en la vida eclesial a todos los niveles.
Un modelo de iglesia que busque más la justicia en una actitud crítica frente a la ley, el dogma y la estructura jerárquica; y menos en la obediencia y en el cumplimiento fiel de la ley, de la norma, del canon, del dogma, de la doctrina, de la rúbrica.
Una iglesia en que las tareas y ministerios sean decididas por cada comunidad, según las necesidades propias y de la sociedad a que atender y servir; y en la que esos servicios o ministerios sean encomendados a personas de cualquier sexo o estado de vida, con la única condición de ser considerados preparados y dignos por la propia comunidad.
Una iglesia que tenga como apuesta fundamental el Reinado de Dios, su justicia y solidaridad, su sencillez y su compromiso; y ande menos enredada entre los poderosos de este mundo y más cercana e identificada con las esperanzas y reivindicaciones de quienes peor lo pasan y son víctimas de nuestro modo de vida."