A propósito de las reformas constitucionales en el Ecuador
Werner Vásquez Von Schoettler
Por principio es en el pueblo donde reside la fuente del poder y como tal es inalienable. Es esta fuente la que da carácter de legitimidad y legalidad a las estructuras sociales de una sociedad, de un Estado nación.
Es esta lógica del pueblo que hace que la democracia sea demandada de manera permanente por ese poder para que la representación del mismo sea lo más fiel a ese pueblo.
Por eso los procesos que buscan la transformación social han convocado procesos constituyentes con el objetivo de tener la legitimidad originaria para cambiar las estructuras sociales. Sin embargo, el producto constitucional no queda cerrado a los cambios que la misma sociedad demanda. La recuperación de la institucionalidad del Estado ha permitido en Ecuador la recuperación de lo público.
Sin la recuperación de lo público es imposible pensar y hacer una sociedad diferente. Por eso, el neoliberalismo ha atacado y ataca la presencia del Estado porque este no es fin en sí mismo, sino instrumento para la modificación de las relaciones de poder. De ahí que la burocracia no es una estructura apolítica, por el contrario, responde políticamente a los lineamientos de un gobierno, el cual administra y define la lógica del Estado. El neoliberalismo también aspira a tomar el poder del Estado para achicarlo, pero sobre todo para sacarlo de la esfera pública, de tal manera que lo público quede a merced de las fuerzas mercantiles, financieras y especulativas. La derecha claramente manifiesta que, al llegar al poder del Estado, lo primero que hará es desmantelar la Constitución y las políticas públicas que el Estado implementa en sociedad. El neoliberalismo demanda una democracia fundada no en el pueblo, peor en la Nación, sino una democracia centrada en el libre mercado; el cual no es libre de ninguna manera ya que se centra, generalmente, en el control del capital para controlar la fuerza de trabajo, la tecnología, el conocimiento. La democracia neoliberal es democracia negada a las mayorías porque se centra en lo privado y no en lo público.
Eso privado tampoco es de las mayorías, por el contrario, se sustenta en la privación de muchos a beneficio de pocos. Por eso, democratizar los medios de producción, que no solo es lo material simple, sino también lo complejo e intangible, es vital para socializar los bienes comunes y que lo privado no tenga como base la privación a las mayorías. La garantía de que lo público sea el lugar de la construcción de una sociedad justa y equitativa es alcanzar la redistribución de la riqueza a todo nivel: económico, político, comunicativo, cultural, etc.
Es en este nivel en que la redistribución no se limita a los bienes y servicios, sino que se despliega en una demanda superior: el reconocimiento. El poder constituyente es poder de reconocimiento. Un gobierno sujetado a ese poder originario es gobierno de reconocimiento. Por principio no es perfecto, sino perfectible y, en consecuencia, da cuenta y expresa la lucha social e histórica. No olvidemos que la derecha se ha sostenido negando el reconocimiento y profundizando el agravio colectivo.