MONS. GONZALO LOPEZ M.

MONS. GONZALO LOPEZ M.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

El negocio de los sacramentos


Pedro Pierre

El papa Francisco acaba de denunciar el escándalo causado por el negocio de los sacramentos en la Iglesia católica. Nos recuerda la frase de san Pablo: “Cristo no me ha enviado a bautizar sino a evangelizar”. La misión de la Iglesia es la proclamación de la Buena Noticia de Jesús, es decir, el anuncio a los pobres de que ellos son los herederos del Reino. El centro del Reino no es lo sagrado sino la vivencia plena de lo humano, o sea, “la vida y la vida en abundancia”. El Reino es aprender a ser humanos, es decir, dignos, fraternos, justos, solidarios, creyentes del Dios del Reino…

Refiriéndose a los “obreros del Reino”, Jesús aclaró que tenían derecho a su salario, es decir, a lo necesario para vivir dignamente. Para entender esto comencemos con tres hechos que nos relata la Biblia. Primero, los sacerdotes del Antiguo Testamento no tenían propiedades y los miembros de su comunidad los mantenían mediante el diezmo, es decir, la décima parte de lo que producía cada familia. Este diezmo servía para la mantención del sacerdote, los gastos ligados a sus servicios y el compartir con los necesitados. Segundo punto: Jesús fue un profeta itinerante que “no tenía ni dónde reclinar la cabeza”. En su ‘comunidad’ Jesús y los doce apóstoles hacían bolsa común. Tercero: San Pablo trabajó de sus manos “para no estar a cargo de nadie”.

Estamos hoy bastante alejados de estas prácticas. La culpa viene tanto de los sacerdotes y de los obispos como de los mismos bautizados. Los sacerdotes hemos heredado costumbres: por una parte se da una ‘ofrenda’ para y durante los sacramentos; y por otra, se alquila parte de los edificios religiosos para tener otra entrada de dinero. Muy pocos obispos han organizado en sus diócesis una ‘bolsa común’ para que las parroquias más adineradas compartieran con las más pobres. Pero también los mismos obispos, en sus reuniones latinoamericanas, dieron orientaciones para que los bautizados tuvieran más responsabilidades, creando a lo menos dos consejos parroquiales: uno para decidir las orientaciones y las actividades parroquiales, y otro para administrar las finanzas. En cuanto a los bautizados, se dejaron despojar de estos derechos: participar, decidir y organizar los trabajos parroquiales, limitándose a dar unas limosnas al sacerdote para que se las arreglara en su vida personal y en las actividades parroquiales.

Muy oportunos son la llamada de atención y el jalón de orejas del papa Francisco para que pongamos orden en la casa. Que un equipo de bautizados se encargue de las finanzas parroquiales y dé al sacerdote el salario que le corresponda para vivir dignamente; que otro equipo se encargue de las decisiones y actividades parroquiales. Que los obispos ayuden a la puesta en marcha de una bolsa común entre las parroquias de su diócesis. Que los sacerdotes se dediquen a “lo único absoluto” (palabra del papa Pablo 6°): hacer acontecer el Reino, tal como lo proclamó Jesús: “Busquen primero el Reino de Dios; lo demás vendrá por añadidura”.