Megabillonarios en tiempo de crisis
Gustavo Pérez Ramírez
Los ricos, en general, son reacios a compartir, y si acaso lo hacen, es de lo que les sobra. Su máxima es la competencia, ser los más ricos de su entorno, su región, su país y hasta del mundo. Quien llega al primer puesto de la lista de Forbes, seguirá acumulando para conservarlo. Los pobres, en cambio, por lo general, son solidarios; para sobrevivir practican la minga y saben ser generosos con lo poco que tienen.
Lo vemos a diario en el novedoso programa Entre todos, de la TV española, que presenta casos de indigencia extrema y canaliza la solidaridad en su favor, casi en su totalidad ofrecida por los que menos tienen. Una empleada doméstica llamó para compartir con una familia pobre, mensualmente, más del 10% de su salario. Abundan casos sorprendentes de altruismo.
La distancia entre ricos y pobres se acrecienta en el mundo. Según Forbes, desde el año pasado hay 200 nuevos billonarios a través del mundo. Llegan a 1.426, de los cuales 442 están en EE.UU. Allí, después de 4 años de recuperación de la economía, las ganancias fluyen casi exclusivamente hacia el tope 1%. Y sigue la presión política para los cortes de subsidio de alimentación y de desempleo, en un país donde cerca de 37% de los 11,3 millones de desempleados lo han estado por más de seis meses.
Un informe del National Poverty Center estima que el número de hogares que viven con $ 2 o menos de ingreso por persona al día ha aumentado de cerca de 636.000 en 1996 a cerca de 1,46 millones de hogares a principios de 2011, un crecimiento de 130%, como destaca el New York Times. Atroz para una supuesta democracia.
En contraste, en Ecuador, donde no faltan quienes tachan de antidemocrático al gobierno, la extrema pobreza cayó 7,1% en 5 años y el índice de desigualdad social se redujo. En los últimos cinco años más de 1’500.000 pobres mejoraron su calidad de vida; la pobreza extrema cayó del 16,5% al 9,4%, el índice más bajo de la historia del país. Si bien hay 275 personas que acumulan patrimonios netos de $ 30 millones o superiores.
El alza del salario para 2014 debería ser aceptada por los empresarios como reparto de ganancias. No hay justificación para que los trabajadores estén condenados a vivir en pobreza, despojados de su aporte laboral al capital, mientras otros viven ahítos de comer, beber y gozar los lujos del hiperconsumismo.
¿Se repetirá entre nosotros la conversión evangélica del rico Zaqueo, quien dio a los pobres la mitad de sus bienes y restituyó cuatro veces más a quien hubiera defraudado?