Ante
tales situaciones, no le quedó sino el valor de afirmar: "Hoy ya no tengo más esos sueños”. Esa frase, conocida o desconocida
en su letra, la han vivido millones de católicos que se han alejado de la
Iglesia, con ruido o silenciosamente. Cada cual obra según su conciencia, y es
respetable.
El testamento espiritual, expresado varios años antes, por el recién fallecido cardenal Carlo Maria Martini, conlleva propuestas nuevas, novedosas, inauditas y atrevidas, para la renovación de la Iglesia. Son propuestas de total actualidad, a 50 años de la apertura del Concilio Vaticano II, para la Iglesia que renace con múltiples dificultades, en nuestros tiempos.
Sus escritos y palabras fueron siempre bien recibidas por sectores progresistas, creyentes, indiferentes y ateos. Además, cifraron muchas esperanzas en él, al punto de ser "papabile”, en medio de críticas y de temores de los monseñores del Vaticano y de otros monseñores, allende los muros de la ciudadela vaticana, que lo mal calificaron, inclusive, como "antipapista”. Sus propuestas NO fueron acogidas en esos espacios sino criticadas y temidas.
""Antes tenía sueños sobre la Iglesia. Soñaba con una Iglesia que recorre su camino en la pobreza y en la humildad, que no depende de los poderes de este mundo; en la cual se extirpara de raíz la desconfianza; que diera espacio a la gente que piensa con más amplitud; que diera ánimos, en especial, a aquellos que se sienten pequeños o pecadores. Soñaba con una Iglesia joven. Hoy ya no tengo más esos sueños”. (Carlo María Martini. "Coloquios Nocturnos en Jerusalén).
Esta frase ""Hoy ya no tengo más esos sueños”,nos lleva a reflexionar con mucha profundidad y angustia. Frase escrita en los años finales de su vida, seguramente en un total desgarramiento interior.
¿Reconoció la imposibilidad de cambios en la Iglesia, él, hombre que conocía muy bien el sistema, la institución, la eclesiástica por dentro y desde adentro. ¿Comprendió que tuvo espacio para hacer sus propuestas y entendió que toda la maquinaria se le vendría encima si promovía una corriente de personas, para su praxis? ¿Tenía muy claro que "El Papa reina pero no gobierna?
El Vaticano, afortunadamente, no tomó medidas negativas contra el cardenal Martini. Pero otra fue la suerte del obispo francés Jacques Gaillot, en la década de los años ochenta, cuando Juan Pablo II lo expulsó de la Eclesiástica por sus escritos, sus palabras y sus acciones. Contra viento y marea, siguió su praxis, en pobreza, en sencillez, en compromiso. Su diócesis se amplió, se creció, se globalizó. . Desde el "exilio eclesiástico”, siguió y sigue su ministerio.
Con relación al cardenal Martini cabe una pregunta: ¿no aceptó ser papa para evitar una confrontación con el sistema vaticano? No se "rebeló” por fidelidad al voto jesuita de obedecer y servir al Papa, a la usanza de los juramentos señoriales, hecho en sus años de joven sacerdote? ¿O por el juramento que hace todo obispo el día de su consagración? O por el juramento que recita todo nuevo cardenal de dar la vida por el Papa, si fuere necesario?
Ante tales situaciones, no le quedó sino el valor de afirmar: "Hoy ya no tengo más esos sueños”. Esa frase, conocida o desconocida en su letra, la han vivido millones de católicos que se han alejado de la Iglesia, con ruido o silenciosamente. Cada cual obra según su conciencia, y es respetable.
Pero, obviamente, por fidelidad a Jesús de Nazaret, se nos plantea un gran interrogante: ¿Qué es mejor hoy: salir o quedarse? Para unos, será conveniente salir silenciosamente. Para otros y otras, como la Iglesia es de todas y de todos, mejor permanecer críticamente y trabajar, desde adentro, a pesar de los sufrimientos en la construcción del Reino de Dios. La razón: la iglesia es de las mayorías creyentes y no de las minorías que son aquellos cardenales, monseñores y otros creyentes que se oponen a la conversión y renovación de la Iglesia, en el espíritu, la letra y la lógica del Evangelio.
Conociendo el autoritarismo y verticalismo de los monseñores del Vaticano y su rotunda oposición a todo cambio, con motivo del quinto aniversario de la elección de Benedicto XVI, Hans Kung, en su carta abierta a los obispos católicos de todo el mundo, los invitaba a tener el valor evangélico de desobedecer al sistema eclesiástico por fidelidad a Jesús de Nazaret. Ninguno se atrevió. ¿Son mejores las prebendas del sistema eclesiástico que el seguimiento de Jesús de Nazaret?
En esa misma lógica del Evangelio, hace dos años, cerca de 400 sacerdotes de Austria se atrevieron a escribir un manifiesto para afirmar que desobedecerían el sistema eclesiástico en varias cuestiones. Y lo han hecho.
¿Seremos testigos de continuos actos de "rebelión” y desobediencia, en la Iglesia? ¿La institución obligará a miles o millones de creyentes a tan extrema praxis? Aquella afirmación teológica según la cual, la rebelión política es necesaria, justa y legítima, cuando se imponen métodos que violentan a las personas en sus conciencias y en sus vidas, ¿se debe aplicar al interior de la Iglesia?
No me refiero, obvio, a la rebelión con métodos violentos, de ningún tipo, sino a la rebelión de las conciencias, en tiempos eclesiásticos en que hay miedo de escribir, hablar y accionar con la libertad de los hijos de Dios.
La acción de los 400 sacerdotes de Austria es una "rebelión” de la conciencia creyente. No sólo han desobedecido, están desobedeciendo y seguirán desobedeciendo, sino que llaman e invitan a desobedecer. Lo mismo el llamado de Hans Küng a los obispos del mundo católico. La ordenación sacerdotal de mujeres católicas es otro acto de desobediencia. Estos son casos ampliamente publicitados, pero se conocen muchos casos, muchísimos casos de desobediencia silenciosa. Tanto en el pasado como en el presente.
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