MONS. GONZALO LOPEZ M.

MONS. GONZALO LOPEZ M.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Ahí vienen las monjas

Daniel Samper Pizano
Periodista, Escrito
Dios sabe hacer sus cosas: el que no sabe es el papa. En una jugada de celestial ironía, son las mujeres, tradicionalmente relegadas y ninguneadas por la Iglesia católica, las que están sacudiendo los cimientos de una institución arcaica, machista y retrógrada. Desde san Pablo, que dispone el sometimiento de la esposa a su marido, hasta los concilios y sínodos, que niegan la posibilidad de ordenar mujeres sacerdotes, la jerarquía eclesiástica ha sido un poderoso club de solterones.
Sin embargo, las mujeres protagonizaron el mayor cisma laico de los últimos tiempos, cuando decidieron que su cuerpo era de ellas, no del señor párroco, y, sin romper con sus creencias religiosas fundamentales, desobedecieron en forma masiva las normas de alcoba ordenadas desde Roma. La píldora, el divorcio, las relaciones sexuales libres y, últimamente, el aborto han sido banderas de independencia de las mujeres católicas.
Ahora empieza a hervir un pequeño volcán dentro del cuerpo clerical. Es un volcán que podría traer hondas transformaciones internas y recuperar los valores del cristianismo primigenio. ¿Y saben ustedes quiénes impulsan la significativa revolución? Las monjas. Dios sabe hacer sus cosas.
El incidente que destapó la grieta entre ellas y los jerarcas es una reciente comunicación donde el Vaticano critica a cierta asociación estadounidense, la Conferencia de Mujeres Religiosas, por apartarse de las enseñanzas de los obispos, "que son los auténticos maestros de la fe y la moral". Allí mismo nombra a un arzobispo para que meta en cintura a las madres díscolas. Afirma el brazo vaticano de la doctrina y la fe que esta agrupación de monjas -1.500 de un total de 1.800- discrepa de la condena que have el papa del homosexualismo y el sacerdocio femenino. En el fondo, Roma está molesta porque las monjas respaldan el programa público de salud de Barack Obama, que, entre muchos apoyos, ofrece asistencia en ciertos casos de aborto. Por eso hubo también tirón de orejas para otra entidad de monjas gringas sindicada de "ocuparse demasiado de problemas de pobreza e injusticia social mientras calla acerca del aborto y los matrimonios del mismo sexo".
Más que una acusación, este es un reconocimiento. Cristo nunca peroró contra los gays ni el aborto, pero sí contra los ricos (¿recuerdan lo del camello y el ojo de la aguja?), y defendió a los pobres y los desvalidos. Es lo que están haciendo miles de monjas en el mundo, solo que no lo predican desde el púlpito, sino con su ejemplo en hospitales miserables, barriadas, escuelas, dispensarios selváticos y puntos de conflicto. Parece mentira que quienes quisieron tapar el afrentoso escándalo de los curas pederastas vengan ahora a exigir a las monjas que dejen las obras de misericordia y se dediquen a propagar causas sexuales mohosas y ajenas al sentir de los cristianos. Por eso, decenas de miles de laicos firmaron una carta de apoyo a las religiosas.
Todo esto es deprimente. Pero también ofrece pequeñas esperanzas de cambio. No son raras las monjas levantiscas, desde santa Teresa hasta nuestra cachaquísima Leonor Esguerra, sor, maestra y guerrillera. A lo mejor van a ser las monjas las que, unidas a sacerdotes indignados, empiecen a recuperar el verdadero sentido de la Iglesia. Dios sabe hacer sus cosas.
Daniel Samper Pizano