MONS. GONZALO LOPEZ M.

MONS. GONZALO LOPEZ M.

sábado, 15 de septiembre de 2012

Del recuerdo al memorial del Concilio Vaticano II

Por Socorro Vivas
Doctora en Teología. Docente investigadora de la Pontificia Universidad Javeriana. Coordinadora de Amerindia Colombia. Su quehacer teológico lo realiza en la Academia en la Facultad de Teología de la Javeriana y en la base con población vulnerable.

Reunirnos para recordar el Concilio Vaticano II es evocar ese primer pronunciamiento del Concilio ecuménico de la Iglesia católica convocado por el papa Juan XXIII, quien lo anunció el 25 de enero de 1959. Realizado en cuatro sesiones: la primera de ellas fue presidida por el mismo Papa en el otoño de 1962. Él no pudo concluir este Concilio ya que falleció un año después, (el 3 de junio de 1963). Las otras tres etapas fueron convocadas y presididas por su sucesor, el papa Pablo VI, hasta su clausura en 1965. Es recordar su intencionalidad: promover el desarrollo de la fe católica; lograr una renovación moral de la vida cristiana de los fieles; adaptar la disciplina eclesiástica a las necesidades y métodos de nuestro tiempo; lograr la mejor interrelación con las demás religiones, principalmente las orientales. Pretendió proporcionar una apertura dialogante con el mundo moderno, actualizando la vida de la Iglesia sin definir ningún dogma, incluso con nuevo lenguaje conciliatorio frente a problemas actuales y antiguos. Recordar esto es importante.

Pero, la pretensión que debe conllevar este reunirnos, es la memoria o memorial en torno al Concilio. Memoria que nos lleve a la concreción de una conciencia crítica y un comportamiento que se aferre al principio de solidaridad incondicional en la acción transformadora. Sólo si el otro/a entra el campo de visión como partícipe de esa acción, como alguien que reconoce y es reconocido, podremos avanzar solidariamente. El memorial nos lleva a traer al presente las propuestas del Concilio, a no dejarlas en el recuerdo y a colocarlas como centralidad de la reflexión y el trabajo como algo que nos llena de esperanza y motivos para pensar y proyectar el caminar de nuestra teología latinoamericana y Caribeña.

Dado que el tiempo biográfico de una existencia madura precisamente en la interacción, esta deberá actuar en el otro como agente que anticipa autónoma e innovadoramente el futuro y abre la posibilidad de que la acción temporal recíproco-reflexiva, aparezca como origen y se le convierta en presente a través de su misma génesis temporal. Por tanto, es tarea de todos/as pensar en la manera cómo debe estructurase una acción para que no desconecte la memoria de las víctimas de la historia, e intente mantener en cada acción concreta, la solidaridad universal incondicional.

La importancia del recurso a la memoria histórica como factor fundamental de nuestra teología latinoamericana y Caribeña radica en el hecho de que toda persona y grupo social necesita su pasado como punto de referencia para dar razón de la propia identidad, del sentido de su vida, y de su proyección futura. La memoria no sólo expresa la experiencia vivida por diversos grupos sociales, sino también advierte la selección que se hace de ella para fundar tradiciones y representaciones conceptuales con capacidad para mantener o criticar algún determinado modelo de relación social, sexual y racial.

Hasta hace poco, la recuerdo hecho por las mujeres se hacía mediante la aplicación de la polaridad metodológica ausencia/presencia con el fin de recuperar aquello que la historia androcéntrica ha ocultado. Hoy, la memoria histórica busca realizar un mejor análisis de la interacción de los grupos sociales en campos específicos de relaciones de poder. Esta tarea está permitiendo reconstruir las tradiciones emancipatorias de las mujeres y sus medios de transmisión para hacer posible la conexión existente entre tradición y las memorias de las experiencias actuales de las mujeres; y la reformulación del saber a partir de la propia autoridad de las mujeres como actoras sociales.

En la centralidad de la teología hecha por mujeres se encuentra la preocupación por establecer la relación que existe entre la revelación de Dios y la realidad vivida por las mujeres. Esta teología, como memorial, trata de explicar la conexión entre el mundo de Dios caracterizado por la abundancia de salvación, de gracia e integridad de vida, y el mundo de las mujeres interesadas en la propia vivencia integral del mensaje del Evangelio. Se inspira en la convicción creyente de que la fe cristiana conlleva de la exigencia de concretar en la sociedad y en la iglesia una mejor calidad de vida. La calidad de vida que se busca tiene como referencia el principio evangélico de la abundancia de vida (Jn 10: 10), al igual que lo fue para Jesús y su movimiento.

Por esto y mucho más, va la invitación a reunirnos en torno al memorial del Concilio Vaticano II.

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