Pedro Pierre
Agradezco todas las muestras de solidaridad que se expresaron con ocasión de esta dramática situación. Eso demuestra que no solo nos sentimos nación ecuatoriana, sino también ciudadanas y ciudadanos del mundo, vecinos de la ‘aldea global’, miembros de un solo cuerpo que es toda la humanidad. Lo que afecta a uno o a unos nos afecta a todos.
Por otra parte, no podemos quedarnos solo en lamentar y condenar, por lo más natural que sea. Para hacer retroceder esta perversidad del terrorismo en nombre de Dios, hay que ir a las causas. Hay que condenar el intervencionismo norteamericano y su espíritu maligno de avasallador y guerrero: dedica ¡612.500 millones de dólares al Ministerio de Defensa! (El presupuesto de Ecuador apenas llega a 30’000 millones). Además, en varias ocasiones el Gobierno de Estados Unidos apoyó a estos terroristas para combatir los rusos en Afganistán y los iraquíes en tiempos de Sadam Hussein. Actualmente es el gran aliado de Arabia Saudita y Catar, dos países árabes, grandes exportadores de petróleo a Estados Unidos)-: estos 2 países son los grandes amigos del Califato islámico de donde provienen los terroristas. Igualmente hay que decir que este Califato utiliza muchas armas originarias de Estados Unidos, sin olvidar China, Rusia y Europa.
Hay que condenar también a Europa, que ha pasado a ser mediante la OTAN (Organización del Tratado militar del Atlántico Norte) una sucursal de Estados Unidos en sus empresas guerreras. Y Francia, que ha bombardeado muchos países árabes. Se verifican los dichos populares: “Quien siembra vientos cosecha tempestades” y “Cría cuervos y te destrozarán los ojos”.
Hay que condenar también a la mayoría de los grandes medios de comunicación internacionales financiados por el ministerio de Defensa norteamericano y las grandes multinacionales del petróleo y de las armas. Ellos se dedican a presentar lo más negativo, violento y retrógrado de la religión islamista. ¿Por qué no fomentan un islam abierto, pacífico y moderno como existe en varios países donde el islam ha sabido convivir armoniosamente -como por ejemplo en Siria y Líbano- con otras tendencias islámicas y con la religión cristiana?
Para aportar nuestro granito de arena a esta necesaria y urgente fraternidad sin fronteras, he aquí el texto de un conocido sacerdote francés, el ‘Abbé Pierre’, organizador de recicladores de los basureros parisinos: “Seguiré creyendo mientras todos pierdan la esperanza./ Seguiré amando mientras otros produzcan odio./ Seguiré construyendo mientras otros se dediquen a destruir./ Seguiré hablando de paz en medio de la guerra./ Seguiré irradiando luz en medio de la oscuridad./ Seguiré gritando mientras otros callen./ Dibujaré sonrisas en rostros llorando./ Regalaré alivio cuando haya sufrimientos./ Ofertaré motivos de alegría adonde haya solo tristeza./ Invitaré a caminar a aquel que decidió detenerse./ Abriré los brazos para quienes se sienten agotados”. La fraternidad sin fronteras comienza con cada una y cada uno de nosotras y nosotros.