“Él liberará al pobre que grita
y al miserable que no encuentra ayuda;
tendrá piedad del débil y del pobre
y salvará la vida de los que padecen oprobio,
la rescatará de la violencia y la opresión”
(Salmo 72)
Todos los colectivos, partidos, organizaciones políticas, gremiales y de base y movimientos que en Colombia trabajan por una democracia revolucionaria, es decir, equitativa, justa, pacífica, incluyente y plural, amorosa con la casa común, solidaria, de manso reparto y de buen vivir tienen que ser radicalmente abiertos a las diversidades, dados a la palabra, a los acuerdos y a la negociación. A ese debate sin pausa pertenece un tema que es por sí mismo de vocación desestabilizadora y subversiva, la Teología de la Liberación. Esta reflexión de origen cristiano es relativamente reciente y ha sobrevivido a poderosos y persistentes enemigos. Se inició con la radical “opción preferencial por los pobres y por su proyecto histórico” asumido por los obispos latinoamericanos reunidos en su asamblea general en Medellín, en 1968; se presentó formalmente en Lima en 1971 con el libro del sacerdote Gustavo Gutiérrez “Teología de la liberación. Perspectivas”. Sólo siete años después empezó a ser fuertemente vapuleada por dos centros de poder que se unieron con ese propósito, El Vaticano y la Casa Blanca.
A la pregunta por la validez y vigencia de esa reflexión hay que responderle afirmativamente y sin vacilaciones con apoyo en cinco razones fundantes o tesis sobre su validez histórica:
1. Por su fuente primaria que es la biblia. El Antiguo Testamento se teje con cuatro hilos preciosos y claros, a) la experiencia mosaica que se construye alrededor y a partir de una liberación histórica de la esclavitud y la opresión del pueblo en Egipto y la búsqueda de una nueva tierra de libertad; b) la monarquía de David que se declara instrumento de Yahveh en defensa de los pobres; c) el movimiento profético capaz de hacer lectura crítica de las estructuras de poder que producen opresión, de levantar la voz de denuncia del pecado social y de proponer un ordenamiento del mundo de Israel en justicia, derecho y libertad; y d) la literatura sapiencial que no es otra cosa que el grito histórico de los pobres convertido en escuela de pensamiento.
El Nuevo Testamento, inaugurado con el ministerio y el anuncio de Jesús de Nazaret, gira, por su parte, sobre tres goznes: a) la opción Fontal y explícita de Jesús por los pobres y su liberación; b) el testimonio del apóstol Juan que presenta a los pobres y marginados como predilectos del Reino anunciado por Jesús; c) la predicación de Pablo que anuncia que en Cristo, Dios se hace solidario con una humanidad intrínsecamente pobre.
2. Por sus praxis inspiradoras. Cuando la Teología de la Liberación asume las comunidades eclesiales de base como ambiente natural de su maduración teórica y de sus implicaciones políticas, recoge la práctica de las comunidades cristianas de los tres siglos siguientes al Jesús histórico. Esas comunidades que se fueron abriendo y multiplicando, desde la Palestina de Jesús y por toda la cuenca del Mar Mediterráneo hasta la Roma imperial, tenían como sello propio la celebración de la eucaristía que, a su vez, tenía cuatro marcas-momentos esenciales: a) Una memoria de la acción y de la palabra de Jesús; b) un comer sororal-fraternal sin clases y en equidad como prefiguración de la sociedad igualitaria que querían; c) una plegaria por la fortaleza en medio de las amenazas; d) un fortalecimiento de acciones subversivas para deslegitimar el poder imperial.
3. Por la persistencia de las causas que la originaron. Persiste un poder imperial que, a la manera del romano en su momento, trata a los países de la región como dependientes sumisos de sus políticas de mercado, de acumulación en pocas manos, de saqueo del suelo y del subsuelo, de tratados dispares de comercio, de cierre de fronteras y levantamiento de nuevos muros de exclusión, de gobiernos títeres que son obsecuentes en el cumplimiento de sus mandatos. Por otro lado y de la mano del imperio, crecimiento de la fuerza y la brutalidad, el poderío militar y el aferramiento al poder de burguesías nacionales que niegan los derechos fundamentales de la mayoría, que son dueñas absolutas de la ley y de sus interpretaciones y de las riquezas nacionales. Los aparatos burgueses de poder permanecen intocados y los caminos de acceso popular a la conducción de sus vidas y de su historia siguen tan cerrados como en esa segunda mitad del siglo veinte que vio nacer, como una esperanza histórica y política, la Teología de la Liberación.
4. Por su eficacia salvadora. La reflexión, la praxis y los compromisos políticos que desató la Teología de la Liberación a lo largo y ancho de toda América Latina dieron señales y resultados locales, regionales y nacionales de históricas liberaciones. Hoy podemos recordar el significado de las comunidades eclesiales de base en el primer triunfo revolucionario del Movimiento Sandinista para la liberación nacional en Nicaragua y en las luchas casi hasta la victoria del Frente Farabundo Martí para la liberación nacional en El Salvador; hay que recordar, así mismo, la forma como esa reflexión y esa praxis inspiraron partidos, movimientos, alianzas, redes, organizaciones y coordinadoras nacionales de los sectores de izquierdas formales y populares, movimientos de economías solidarias y de resistencias locales y la ampliación de redes nacionales e internacionales en orden a la liberación de los pueblos.
5. Por los excluidos aún no llamados a la mesa común de la liberación. Aunque la Teología de la Liberación ha significado palabra y acciones esperanzadoras que han convidado a la mayoría de los excluidos históricos, todavía tiene que abrirse más, rompiendo los esquemas patriarcales y las normalizaciones monoteístas, monógamas, ortodoxas y heterosexuales de Occidente, para abrazar a otros excluidos que aún no se atreve a nombrar con valentía y radicalidad. Menciono algunos que tienen una fuerza simbólica: a) las y los excluidos por su diversidad sexual y de género, b) los no creyentes, c) las y los agentes de pastoral excomulgados o negados por las iglesias formales, d) las mujeres excluidas por los poderes curiales por su ordenación presbiteral y/o episcopal. Como ancho y generoso es el “Reino de Dios”, categoría esencial de la Teología de la Liberación, ancha, abundante y generosa para con todas y todos tiene que ser la mesa de esa teología que nace entre empobrecidos y se hace en bien de todas las libertades humanas.
Ancízar Cadavid Restrepo
La Estrella, Antioquia (Colombia)