MONS. GONZALO LOPEZ M.

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sábado, 4 de enero de 2014

La decadencia del espíritu

Sebastián Vallejo
 
En pleno Rockefeller Center, la catedral de San Patricio en Nueva York es la sede de la Arquidiócesis de la ciudad. En 2012, el arzobispo de Nueva York, el cardenal Timothy Dolan, anunció que la catedral entraría en un proceso de renovación que costaría $ 175 millones. Hace un par de semanas, el papa Francisco, emisario de Dios en la Tierra, según la congregación católica que asiste a la catedral, habló sobre los excesos del capitalismo, sobre esa economía de exclusión y desigualdad que se ha creado en torno al mercado desregulado y la especulación financiera. Si la ironía no se cuenta sola, lo que viene la aclara.
 
El billonario fundador de Home Depot, Ken Langone, está liderando los esfuerzos por recaudar esos $ 175 millones. Como antecedente, Langone ha jurado venganza a Eliot Spitzer, cuando era procurador general de Nueva York, por haber demandado al CEO del New York Stock Exchange, entonces una organización sin fines de lucro, por haber recibido más de $ 100 millones en excesos por remuneración. Langone salió del New York Stock Exchange en medio de esta controversia. También fue envestido como Caballero de San Gregorio por el papa Benedicto XVI.
 
En su desmedida pasión por ayudar a la reconstrucción de la catedral, se ha topado con estos comentarios imprudentes del Papa. Su preocupación la llevó ante el cardenal Dolan. “Su eminencia, estos son obstáculos con los que espero no tenga que lidiar. Debe ser cuidadoso con las generalidades”. Esto después de comentar sobre cierto donante anónimo que podría dar millones de dólares para el proyecto, pero estaba preocupado por los comentarios “excluyentes” del Pontífice. Es decir, en la misma conversación amenazó al cardenal y al Papa, una especie de confrontación unilateral de testosterona por ver quién tiene en realidad el poder.
 
Ahora bien, no estoy en contra de que se preserve una iglesia, no solo por el valor comunitario y espiritual, sino también por su valor histórico y artístico. Lo que me cuesta entender es cómo, como cristianos, pensamos que nuestra ferviente manifestación de religiosidad y esa devoción casi divina por un dios que nació en un establo y vino a servir puede ser demostrada a través de la exuberancia. $ 175 millones en un mundo que sangra es, por sí mismo, una condena, tanto social como espiritual. Langone termina siendo la manifestación de esa decadencia del espíritu humano, extendida en un mundo que está dispuesto a hacer un panteón de los dioses del capital, mientras se cubren en un manto de religiosidad.