En diciembre del año pasado los indígenas nos decían que comenzaba un nuevo ciclo de vida en nuestro planeta. La “primavera árabe” encuentra todavía muchas borrascas. Los “indignados” del norte denuncian un sistema que engorda a los banqueros. En América Latina están los indígenas, los gobiernos progresistas, los jóvenes de Chile y Brasil…
También que en la Iglesia católica está surgiendo una primavera con el papa Francisco, salido de nuestro continente. A los 100 días de su elección, las evaluaciones son bastante positivas. En el mismo Vaticano está entrando el aire fresco y liberador de las iglesias latinoamericanas, gracias a sus pobres que tomaron en serio las orientaciones del Concilio Vaticano 2°. Su sencillez tranquila y su fuerza tenaz, que se expresa en el papa Francisco, están abriendo brechas en una institución que se alejaba cada vez más del Evangelio de Jesús.
Los muchos mensajes y actitudes del papa Francisco reflejan un nuevo modelo de ser Iglesia: “una Iglesia pobre y para los pobres”, una Iglesia sencilla y cercana a la gente, una Iglesia que se deshace de la mundanidad, el poder opresor, la corrupción, el arribismo y la superficialidad para ser una Iglesia de la ternura, de la alegría y de la solidaridad. Largo será el camino hacia una mayor fidelidad al proyecto de Jesús: un reino de vida, fraternidad y justicia. Pero el camino se ha vuelto a abrir desde la cabeza de la Iglesia. Si la cabeza avanza, el resto del cuerpo tendrá que seguir avanzando también. Este camino se ha abierto con la fe, la sangre y la dignidad de los cristianos pobres, gracias al apoyo de una generación de obispos profetas, un sinfín de mártires, miles de comunidades eclesiales de base por todo el continente, decenas de teólogas y teólogos de la liberación…
Esta “primavera de la ternura”, como se la llama, tiene sus exigencias. “Escojan a los obispos entre los que no son ambiciosos”, eso pidió el papa Francisco a los nuncios de la Santa Sede, reunidos en Roma, a quienes exhortó a elegir obispos que sean verdaderos pastores, que amen la pobreza y que no tengan la psicología de los príncipes.
Esto nos hace pensar en lo que decía Jesús del buen pastor: “Empieza a caminar delante de ellas y las ovejas lo siguen porque conocen su voz; llama por su nombre a cada una… No así al asalariado: a él solo le interesa su salario y no le importan nada las ovejas”.
Un programa evangélico se está rediseñando desde el Vaticano: ¡Larga vida papa Francisco!