MONS. GONZALO LOPEZ M.

MONS. GONZALO LOPEZ M.

lunes, 22 de julio de 2013

El abrazo del Papa Francisco a Casaldáliga.


 
José Manuel Vidal pide desde hace tiempo la reconciliación del Papa Francisco con la Teología de la Liberación. No vamos a quitar a tal petición la dosis de buena voluntad que pueda tener, o más bien que uno quiera ver en tal petición.

Ahora bien, pedir tal cosa es ser muy injusto con la Teología de la Liberación. La TL (Teología de la Liberación) tiene en la base de toda su construcción intelectual una fundamentación gnoseológica que es donde radica el problema.

La TL en el fondo plantea si es posible conocer y articular la verdad. Nunca entró a discutir los detalles de la metafísica aristotélica que fundamentan la construcción dogmática de la tradición, porque para ellos la posibilidad de conocer la verdad y de poder expresarla se enmarcaba en la corriente filosófica de los año 70 y 80. Por eso sus teólogos se centraron en la praxis y la reinterpretación de las estructuras eclesiales.

La TL sí que produjo una nueva eclesiología. Pero fruto de sus mismos planteamientos de partida no podía producir una nueva teología dogmática sacramental. Salvo que quisiéramos resumirla en un folleto.

Son sólo dos ejemplos, porque podríamos recorrer la entera TL en su debate con la Tradición, y comprobar como los planteamientos teóricos indicaban que así iba a ser, y la práctica posterior demostró que se cumplió la previsión.

Esto no lo digo como crítica, sino como la comprobación de que los fundamentos filosóficos tienen después implicaciones inevitables.

La TL realmente propuso una reinterpretación de la dogmática partiendo de unos nuevos fundamentos gnoseológicos.  Querer resolver eso con un abrazo, supone no haber entendido bien que es la TL.
 
 
Y no me opongo lo más mínimo a un abrazo de Casaldáliga con el Papa Francisco. Yo mismo estoy dispuesto a abrazarme todo lo que haga falta con Masiá, y estoy dispuesto a apoyar mi brazo sobre el hombro de Faus, y estoy dispuesto a bailar la sardana con Forcades. Pero todo eso no disipa lo más mínimo el problema inicial.

Las barcas liberacionistas no partieron a la Guerra de Troya, porque les faltara un abrazo y un poco de cariño. No resolveremos la gran cuestión que está en la raíz de todo, dando la espalda a la verdad.

Los lefevrianos nos muestran la faz de un cristianismo de raíz farisaica (usada esta palabra en su sentido del siglo I en Israel), los liberacionistas nos muestran un cristianismo de tipo saduceo. O dicho de otra manera, los lefevristas muestran un cristianismo sectario de tipo hasídico. Los liberacionistas nos muestran un seguimiento católico de Cristo de tipo samaritano, es decir, con todas las incongruencias que conlleva seguir la Torah y rechazar el culto del Templo y el sometimiento a su magisterio.

Este tipo de cosas no se resuelven con té y simpatía. La solución no es una síntesis católico-lefevriano-liberacionista de estilo hasídico-samaritano. Pero que conste que no me opongo lo más mínimo a un abrazo. A veces, el que no nos pongamos de acuerdo en las matemáticas teológicas no excluye fomentar el acercamiento humano.

Yo siempre he visto la teología como unas matemáticas celestiales, la metafísica aristotélico-tomista no es que tuviera mucha influencia, sino que sencillamente puso los cimientos a todo el edificio intelectual que construí en mi mente desde los años 80.

Respecto otros modos de pensar, otros modos de hacer teología, otros modos de acercarse al misterio. Pero, al final, o hacemos poesía o hacemos teología. Y mientras hagamos la teología combinando sujeto, verbo y predicado, las cosas serán verdad o no. Y, francamente, veo muy difícil que podamos hacer teología sin unir sujetos, verbos y predicados.

Así que no me opongo al abrazo. Los abrazos no conmueven los Pilares de la Verdad.