Para comprender lo que está pasando en Brasil, les enviamos este iluminador artículo del teólogo y ecólogo brasileño Leonardo Boff que acabamos de recibir.
LAS MULTITUDES EN LAS CALLES: ¿CÓMO INTERPRETARLO?
Un espíritu de insurrección de masas humanas se extiende por el mundo, ocupando el único espacio que les queda: las calles y plazas. El movimiento apenas está comenzando, primero en el norte de África, luego en España con los "indignados", en Inglaterra y Estados Unidos con los "ocupas", y en Brasil con la juventud y otros movimientos sociales. Nadie se refiere a las banderas clásicas del socialismo, de la izquierda, de algún partido liberador o de la revolución. Todas estas propuestas o están agotadas o no ofrecen la atractivo suficiente para mover a las masas. Actualmente interesan los temas relacionados con la vida cotidiana de los ciudadanos: el trabajo participativo, la democracia para todos, los derechos humanos, personales y sociales, la presencia activa de las mujeres, la transparencia pública, el claro rechazo a todo tipo de corrupción, un nuevo mundo posible y necesario. Nadie se siente representado por los poderes instituidos que generan un mundo político palaciego de espaldas al pueblo o manipulando directamente a los ciudadanos.
Interpretar este fenómeno
supone un reto para cualquier analista. No basta la razón pura, tiene que ser
una razón holística que incorpore otras formas de inteligencia, datos no
racionales, emocionales y arquetípicos y acontecimientos propios del proceso
histórico e incluso de la cosmo-génesis. Sólo así tendremos una forma más o
menos completa de hacer justicia a la singularidad del fenómeno.
Para empezar, hay que
reconocer que es el primer gran evento resultado de una nueva fase de la
comunicación humana completamente abierta, una democracia en grado cero que se
expresa a través de las redes sociales. Todo ciudadano puede salir del
anonimato, tomar la palabra, encontrar sus interlocutores, organizar grupos y
reuniones, alzar una bandera y salir a la calle. De repente, se forman redes de
redes que mueven a miles de personas más allá de los límites del espacio y del
tiempo. Este fenómeno debe ser analizado cuidadosamente, porque puede
representar un salto civilizatorio que marcará un nuevo rumbo a la historia, no
sólo de un país, sino de toda la humanidad.
Las manifestaciones de
Brasil provocaron manifestaciones de solidaridad en decenas y decenas de otras
ciudades del mundo, especialmente en Europa. De repente, Brasil ya no es sólo
de los brasileños. Es una parte de la humanidad que se identifica a sí misma
como especie, en una misma Casa Común constituida por las causas colectivas y
universales.
¿Por qué estos movimientos
masivos han estallado en Brasil ahora? Hay muchas razones. Me detengo solamente
en una y volveré a las demás en otra ocasión.
Mi sentimiento del mundo
me dice que, en primer lugar, se trata un efecto de saturación: el pueblo está
harto del tipo de política que es practicado en Brasil, incluso por las cúpulas
del PT (hago notar la excepción de las políticas municipales, que aún conservan
el antiguo fervor popular). El pueblo se ha beneficiado de los programas de
bolsa familia, luz para todos, mi casa mi vida, del crédito consignado… y ha entrado
en la sociedad de consumo. ¿Y ahora qué? Bien dijo el poeta cubano Ricardo
Retamar: "el ser humano tiene dos hambres: hambre de pan, que es saciable,
y hambre de belleza, que es insaciable". Por belleza se entiende la
educación, la cultura, el reconocimiento de la dignidad humana y de los
derechos personales y sociales, una atención sanitaria de calidad y un
transporte básico menos inhumano.
Esta segunda hambre no ha
sido atendida adecuadamente por el poder público, sea el PT u otros partidos.
Los que han saciado su hambre, quieren ver atendidas otras hambres, y no en
último lugar el hambre de cultura y de participación. Aumenta la conciencia de
las profundas desigualdades sociales, que es el gran estigma de la sociedad
brasileña. Este fenómeno se hace más y más intolerable en la medida en que
crece la conciencia de ciudadanía y de democracia real. La democracia, en
sociedades profundamente desiguales como la nuestra, es puramente formal,
practicada sólo en el acto de votar (que en el fondo viene a ser el poder de
elegir a su "dictador" cada cuatro años, porque el candidato, una vez
elegido, da la espalda al pueblo y practica la política palaciega de los
partidos). Una política que aparece como una farsa colectiva y esa farsa está
siendo desenmascarada. Las masas quieren estar presentes en las decisiones de
los grandes proyectos que les afectan y para los que no se les consulta en
absoluto. Y no hablemos de los indígenas cuyas tierras son secuestradas para el
agro-negocio o las industrias hidroeléctricas.
Este hecho de la multitud
en las calles me recuerda la obra de Chico Buarque de Hollanda y Paulo Pontes
escrita en 1975: "La gota de agua". Se ha llegado a la gota que
desborda el vaso. Los autores de alguna manera intuyeron el fenómeno actual al
decir en el prefacio del libro: "La clave es que la vida brasileña pueda
ser devuelta, en el escenario, al público brasileño... Nuestra tragedia es una
tragedia de la vida brasileña". Ahora esta tragedia es denunciada por las
masas que gritan en las calles. El Brasil que tenemos no es para nosotros, no
nos incluyen en el pacto social que garantiza siempre la parte del león para
las élites. Quieren un Brasil brasileño en el que el pueblo cuenta y quiere
contribuir a la reconstrucción del país sobre otras bases, formas más
democráticas, participativas, más éticas y menos malvadas de relación social.
Este grito no puede dejar
de ser escuchado, comprendido y seguido. La política puede ser otra en el
futuro.