MONS. GONZALO LOPEZ M.

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martes, 26 de enero de 2016

Davos, ¿el escenario de la hipocresía?



Jorge Hernández
Analía Emiliozzi

ALAI.- Adam Smith dijo, en 1776, que “rara vez suelen juntarse las gentes ocupadas en la misma profesión u oficio, aunque solo sea para distraerse o divertirse, sin que la conversación gire en torno a alguna conspiración contra el público o alguna maquinación para elevar los precios” poniendo en evidencia una larga tradición de los poseedores o gestores del capital que se prolonga en la actualidad en varias instancias y lugares, de entre los cuales las reuniones anuales del Foro Económico Mundial, en Davos, son evento y localización insignia.

Conocer quienes convocan a reunirse, de manera regular desde 1991, en esa pequeña y fría localidad suiza puede ayudarnos a comprender a que se reúnen y por qué eligen asistir quienes no son miembros del selecto club.

Según informa su página web, el Foro Económico Mundial es una organización sin fines de lucro creada en 1971, que declama ser una Organización Internacional para la Cooperación Público-Privada cuyo propósito es el compromiso con la mejora de la situación del mundo y, relacionándose con referentes políticos y empresariales no miembros y otros líderes de la sociedad, dan forma a las agendas globales, regionales e industriales.

Los miembros de esta organización con desbordante altruismo declamado, los convocantes, son 1.000 de las principales corporaciones del mundo, empresas globales con más de 5 mil millones de dólares de facturación y figuran entre las principales empresas dentro de su industria y juegan un papel destacado en la configuración del futuro de su industria y de la región. Cuenta con un selecto grupo de Socios Estratégicos, de sólo 100 empresas que representan diversas regiones y sectores, que suponen contribuir a una mejor formulación de políticas, informar decisiones de negocios, compartir las mejores prácticas y la participación de los interesados más allá de los objetivos comerciales.

De la identificación de los convocantes y de las fechas de creación del Foro y del comienzo de las reuniones anuales, empiezan a emerger pistas de por dónde van las agendas que allí se dan forma.

En 1971, se decide la redefinición del orden monetario internacional con la ruptura de la convertibilidad del dólar norteamericano permitiendo que, a través de la sola impresión de billetes, los Estados Unidos de América pudieran acceder a la apropiación de recursos materiales en los países que tuvieran “fe” en ese papel, produciendo dos fenómenos concomitantes, un incremento de la liquidez internacional y un fortalecimiento de la hegemonía estadounidense. Este incremento de la liquidez y la obtención de cuantiosos excedentes financieros en los países productores de petróleo, los petrodólares, fueron impulsando un proceso de fuerte ¿e innecesario? endeudamiento, fundamentalmente en los países periféricos no petroleros, y una creciente financiarización del excedente económico.

En tanto, 1991 fue el año en que entre marzo y diciembre se concreta la disolución de la URSS, con la independencia de 15 Repúblicas, fortaleciendo el rol hegemónico del capital y reforzando la posibilidad de profundizar las condiciones propicias para su valorización, esto es un ambiente normativo que facilita su movilidad espacial y la elusión de restricciones en los objetos de aplicación. En 1992 Fancis Fukuyama declaraba “el fin de la historia”.

El derrumbe del bloque soviético, favoreció la profundización de la desregulación y las privatizaciones impulsadas por los gobiernos de Reagan en EEUU y de Thatcher en el Reino Unido, sostenido en teorías económicas ultra liberales, con Milton Friedman y la Escuela de Chicago como referencias académicas principales.

América Latina, desde los años 70 e impulsadas por dictatoriales militares, ya había avanzado en la implementación de políticas de ese signo que tuvieron como resultado la identificación de los años 1980 como la “Década Perdida” para este subcontinente.

Los impulsores de los procesos de financiarización, desregulación y privatizaciones prometían el derrame de generosos beneficios sobre los territorios que se dispusieran a aceptar esas condiciones. Los derrames provistos eran de naturaleza pecuniaria, mejora de ingresos para los sectores más postergados de la sociedad, y no pecuniaria, derramando conocimientos que aproximaran la tecnología de los países atrasados la frontera tecnológica del mundo desarrollado.

Sin embargo, lejos de observarse un derrame de ingresos hacia los menos favorecidos, se fue generando una creciente concentración de la riqueza en pocas manos que, superando las previsiones más pesimistas y según las cifras ofrecidas por Intermon Oxfam, “confirman que los grandes beneficiados de la economía mundial son quienes más tienen, según este informe, y que el sistema económico cada vez está más orientado a favorecerles; no en vano, la riqueza individual que se encuentra oculta en paraísos fiscales asciende ya a 7,6 billones de dólares, una cantidad que supera al PIB del Reino Unido y Alemania juntos”.

Estos beneficios se ilustran con la consideración de que “En 2015, sólo 62 personas poseían la misma riqueza que la mitad más pobre de la Humanidad. La riqueza en manos de las 62 personas más ricas del mundo se ha incrementado en un 44% en apenas cinco años. La riqueza en manos de la mitad más pobre de la población se redujo en más de un billón de dólares en el mismo periodo, un desplome del 41%.”

Desde la perspectiva de la distribución del ingreso, esta evidencia, tan contraria al resultado esperado de las condiciones del bienestar basadas en el goteo o el derrame de las utilizadas está mostrando la impertinencia de la teoría y aportando evidencia a las conjeturas de Adam Smith.

Desde la perspectiva estructural de las economías desequilibradas, como las latinoamericanas, todas las ventajas generadas al capital han profundizado el proceso de extranjerización y concentración, sin producir derrame alguno en favor de una redefinición del perfil de especialización productivo que pudieran mejorar su dinámica temporal, en términos de mejoras en la destrucción personal y regional de ingresos.

La consideración de que, a través de la imposición de patentes a nuevos, y no tanto, procesos de innovación tecnológica, las empresas convocantes, con la anuencia de las autoridades políticas acompañantes, intentarán frenar el derrame de conocimiento (spillover effect) aporta otra evidencia a la contradicción sobre el del derrame.

En ese contexto ¿Qué explica la presencia de gobernantes con escazas posibilidades de influir en la definición de la agenda construida en Davos? ¿Qué aporta a sus respectivos países la presencia, por ejemplo de los Presidentes de Argentina, Mauricio Macri; de Perú, Ollanta Humala; de Colombia, Juan Manuel Santos; y de México, Enrique Peña Nieto?

Siendo bien pensados, se puede suponer que su cosmovisión del mundo los lleva honestamente a suponer que eliminando el corset opresor de las regulaciones restrictivas a su movimiento y aplicación, en algún momento, las mejores condiciones ofrecidas al capital terminarán derramando buenaventuranzas sobre las inmensas mayorías desposeídas de derechos sobre bienes de capital.

Una reflexión menos generosa con los actores políticos que ofician de partenaire de los convocantes, pudieran suponer que sus políticas, las que buscan las bendiciones en ese Foro, pueden reportarles importantes beneficios personales en términos de atenciones pecuniarias directas ofrecidas por el capital o indirectamente a través de la incorporación/reincorporación al sistema de puertas giratorias que hacen que después de un cargo de gestión política accedan a muy rentable cargos en la gestión privada.

Sea cual sea la motivación, si la consecuencia de participación es, como parece, la continuidad en Colombia, México y Perú, y la redefinición en Argentina, de políticas económicas liberalizadoras y desreguladoras, el destino continuará ofreciendo pobres niveles de crecimiento económico en México, muy probable ralentización en Perú, Colombia y Argentina, degradación de los mercados de trabajo y la distribución de la renta en todos los países y crecientes disparidades territoriales al interior de cada país.

En Davos, ¿con algo de hipocresía? prometen para algún día generosos derrames de rentas, mientras con los que ya se materializan, los derrames de conocimiento, se hacen ingentes esfuerzos para evitarlos y/o rentabilizarlos en la esfera privada.

Así, Davos es, para algunos, algo parecido a un altar donde profesar creencias en la recompensa futura, para otros, el espacio de rentabilización de activos y personas y, para muchos de nosotros, los ausentes, es el estímulo para la construcción de nuevas perspectivas analíticas y alternativas políticas superadoras.

América Latina ¿fue? escenario de interpelaciones a la agenda de Davos. Europa ¿lo está siendo?. Aunque le pese a Fukuyama,… la historia continúa.