Padre Pedro Pierre
¡Cuando queremos avanzar, no damos marcha atrás! No parece evidente. Pero ¡cuántas veces nuestras actuaciones demuestran lo contrario! Así somos de contradictorios. La frase original proviene del vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, a los 10 años de la presidencia de Evo Morales: “Para avanzar no hay que retroceder”. Hacía alusión a la elección por una parte en Argentina de un presidente de derecha que gobierna por decretos sin respetar las instituciones, ni los avances sociales alcanzados ni los derechos laborales en particular. Por otra parte, se refería a Venezuela, donde la oposición logró una mayoría en el Congreso.
Estas situaciones se dan por la guerra económica que han desatado contra América Latina el Gobierno de Estados Unidos y las multinacionales. Habiendo perdido espacios de influencia en la mayoría de los países, quieren a toda costa recuperarla como sea. En cada país con gobiernos progresistas las fuerzas de derecha se han unido a esta guerra contra su propio país para volver al poder, aumentar sus ganancias y seguir con sus ambiciones de poder sin límite.
En Ecuador, el desprestigio contra el presidente Correa, las críticas de toda clase contra sus opciones y realizaciones, las mentiras y las calumnias no han cesado desde sus 8 años de gobierno. En este año previo a las próximas elecciones presidenciales y legislativas, la guerra económica y mediática va a seguir y aumentar en virulencia, para confundirnos, hacernos dudar de nosotros mismos y pescar a río revuelto, a fin de recuperar su protagonismo, beneficiarse de los progresos alcanzados, revertir los avances logrados y volver a considerar el país como su propiedad personal para el beneficio exclusivo de sus intereses inmediatos. Quieren dar marcha atrás.
Ojalá no nos dejemos engañar tan fácilmente creyendo mentiras evidentes y promesas vacías. Por experiencia sabemos cómo han gobernado el país mediante el saqueo, la represión, las desapariciones, las ejecuciones extrajudiciales, el robo descarado, la corrupción como forma de gobierno, las privatizaciones de la salud, la educación, los recursos naturales, la información…
Es cierto que estamos lejos de los mayores ideales de la programada Revolución Ciudadana, o sea, un gobierno a partir de las organizaciones sociales, sindicales e indígenas, una participación ciudadana consciente, organizada y protagonista, el tránsito hacia un socialismo humanista, latinoamericano y del siglo 21, una sustitución progresiva a la explotación petrolera y minera… Muchos buenos pasos se han dado. Por las falencias en las que hemos caído, no podemos echar a perder todo lo bueno que estamos gozando para que los politiqueros de ayer y de hoy nos lo vayan quitando. Tenemos que aprovechar lo mejor de Bolivia, Cuba y de los zapatistas en México, para continuar progresando en el camino abierto y profundizando en conciencia, organización y protagonismo. No nos dejemos corromper por las voces engañosas que se visten de mansas ovejas mientras son unos lobos feroces; así decía Jesús.