Pedro Pierre
El próximo 31 de octubre los negros del Ecuador, en particular los que son originarios de Esmeraldas, van a celebrar uno de sus mayores héroes en la persona de Alonso de Illescas. Él se puso a la cabeza de los negros que venían de España para ser vendidos como esclavos en Perú o Chile, cuando su barco embancó en las costas ecuatorianas en 1543. Entonces, sin haber vivido la esclavitud sino el exilio por haber sido arrancados a la fuerza de su continente africano -leí que venían del Benín- este grupo de negras y negros se adentró en la selva tropical de esta región y convivió con los indígenas del lugar. Hasta hoy supieron conservar su cultura y su sabiduría; tienen mucho que aportarnos para nuestro desarrollo personal, social y religioso.
Una primera afirmación que nos sorprende cuando la escuchamos por primera vez, es que “todos los humanos somos afrodescendientes”… por la razón que, según el consenso de los científicos, la raza humana nació en África. Nuestras y nuestros tatarabuelos fueron africanos: nuestra sangre, toda sangre humana, es originalmente africana. Qué mayor razón para sentirnos hermanos y hermanas de las y los negros, y desterrar de una vez todo racismo. Otra consecuencia es que, siendo una sola raza humana nacida en África, quienes hemos cambiado de color de piel, quienes nos hemos ‘descolorado’, somos los que tenemos más blanca la piel…
No vamos a insistir sobre los grandes valores de la cultura negra; basta decir que la música internacional tiene su mayor influencia en la música negra; en América Latina citaremos solamente la cumbia y el reggaetón… y ni hablemos de bailes al ritmo de la marimba con sus vestidos multicolores.
¿Y nos habla la Biblia de las y los negros? Lastimosamente, en nuestras representaciones europeas, no he visto de tez negra ni a Adán ni a Eva, y bien pocos ángeles negros…; recién aparecen nacimientos negros. San Francisco de Asís, el autor de los nacimientos, ya había puesto un mago negro. En Egipto podemos decir que las civilizaciones dirigidas por los faraones eran negras. Sabemos que los descendientes de Abraham vivieron unos tres siglos en ese país. La esclavitud fue condenada por San Pablo en la carta a su amigo Filemón. En el camino a la cruz Jesús fue ayudado por un negro en la persona de Simón de Cirene, originario de Cirenaica, hoy Libia. En los Hechos de los Apóstoles se nos cuenta el bautismo de un etíope, del sur de Egipto, por el diácono Felipe. En el Antiguo Testamento la reina de Sabá que visitó a Salomón era negra, originaria de Etiopía, país del que nos habla el profeta Isaías: “El pueblo de gente alta y negra, ese pueblo siempre respetado, una nación vigorosa cuyo territorio está surcado por ríos”.
Las y los negros nos revelan el color negro del rostro de Dios, tal como nos lo recuerda el canto conocido: “¿De qué color es la piel de Dios? ¡Blanca, roja, amarilla y negra es!”. Nos revelan también la fraternidad sin frontera. ¡Feliz día, felicidades y agradecimientos a nuestras y nuestros hermanos negros!