Fray Marcos Rodríguez
Mc 10, 17-30
El contexto es el mismo que el domingo pasado (cuando salía al camino). Cerca ya de Jerusalén, a donde se dirige Jesús para completar su misión. Es un episodio entrañable, pero con un triste desenlace. El hombre rico no se decide a dar el paso del seguimiento. Aunque lo verdaderamente importante es el motivo por el que se niega a seguir a Jesús: las riquezas. Para los judíos, las riquezas habían sido siempre signo de la bendición de Dios.
El llegar corriendo, indica gran interés y necesidad urgente. El joven era rico, pero no las tenía todas consigo. Sin duda, el rico esperaba de Jesús algún precepto aún más difícil que los de Moisés, que estaría dispuesto a cumplir. Jesús no añade más preceptos sino una propuesta original. En vez de seguridades, confianza sin límites. En vez de cumplimiento de la Ley, seguimiento. Jesús sube a Jerusalén, va a la muerte. Seguir a Jesús supone estar dispuesto al fracaso. El arrodillarse, es un signo exagerado de respeto y admiración.
“Heredar vida definitiva”. En tiempo de Jesús, significaba garantizar una existencia feliz más allá de la muerte. El rico ya tenía garantizada la existencia feliz en el más acá. Lo que busca en Jesús, es asegurar las misma felicidad para el más allá. Los mandamientos que Jesús recuerda, son los de la segunda tabla, es decir los que se refieren al prójimo, no los que se refieren directamente a Dios. Esta enseñanza es original y exclusiva de Jesús. Para cualquier judío, los más importantes eran los de la primera tabla que se refieren a Dios.
¿Por qué me llamas ‘bueno’? El texto griego dice “agazos” no “kalos”, que utiliza Jesús cuando dice que es el buen pastor. Jesús revela donde está la verdadera pobreza. Él se siente vacío de toda posesión; vacío hasta de la propia pobreza, vacío de la misma bondad. El hombre ni es nada ni tiene nada, porque ni siquiera hay un sujeto (ego) capaz de ser o tener. Es difícil no dejarse atrapar por las riquezas, pero es mucho más difícil superar el sentimiento de superioridad. Lo nefasto será creerme bueno y con derechos ante Dios.
Una cosa te falta: seguirme. ¿Qué sutil diferencia quiere señalar Mc, entre “heredar vida definitiva” y “seguir a Jesús”? Para ‘heredar la vida’, basta cumplir una Ley; para entrar en el Reino hay que preocuparse de los demás. Seguir a Jesús, es mucho más que la fidelidad a unas normas. No se trata de ser mejor que los demás, sino de ser diferente. “Si quieres llegar hasta el final”. Pero, ¿puede tener algún sentido emprender un camino para no llegar a la meta? La meta del hombre es la plenitud humana. Otro objetivo sería frustrante.
¡Qué difícil será entrar en el Reino, al que pone su confianza en las riquezas! Las riquezas en sí, ni son buenas ni son malas. ¡Qué más quisiera Dios que todos tuviésemos de todo! Las posesiones o el cumplimiento de la Ley para obtener seguridad es lo que impide alcanzar una meta verdaderamente humana. El desenlace del encuentro es triste, pero el comentario que hace Jesús es aún más desolador.
Entonces, ¿quién podrá ‘salvarse’? Los discípulos siguen pensando que es imposible subsistir sin seguridades. No se refiere solamente a quien podrá salvarse en el más allá, como entendemos hoy la salvación, sino quién podrá mantener una vida verdaderamente humana, si se desprende de todo lo que tiene y no procura asegurarse el futuro. Así cobra sentido la respuesta de Jesús, “para los hombres, imposible, no para Dios.
Estamos ante uno de los textos más difíciles de comprender de todo el evangelio. Llevamos veinte siglos dando tumbos entre la demagogia barata y el espiritualismo tranquilizador pero estéril. No podemos sacar una norma general de una propuesta individual. Si vende los bienes, se supone que tiene que haber un comprador, que estará, de entrada, condenado. Jesús no puede dar una norma, que, para poder cumplirla, exige que otro no la cumpla. Otra cosa es la advertencia que Jesús hace aquí y en otros lugares del peligro de las riquezas.
Buscar la propia salvación individual aquí abajo o en el más allá, es la mejor señal de no haber superado el “ego”. La meta última del hombre es la superación de su ego (y por lo tanto de todo egoísmo). El objetivo último de todo ser humano es el amor al hombre, que exige una entrega incondicional al servicio del otro. El apego a las riquezas nace siempre de un “ego”. Mientras exista la preocupación por uno mismo, no puede alcanzarse la meta. El obstáculo no son las riquezas, sino la existencia de ese “ego” que me obliga a buscar, a toda costa, seguridades para el más acá o para el más allá.
Pensar que el rico está condenado y el pobre está salvado, es demagogia. El echo de tener o no tener bienes materiales, no es lo significativo. Un pobre que no tiene nada, puede estar más apegado a los bienes que ambiciona, que el rico a lo que posee. Tanto el pobre como el rico tendrán que dar un paso de gigante para entrar en la dinámica del evangelio. La única ventaja del pobre sería que, al cerrársele la puerta fácil de las seguridades materiales, se vería obligado a buscar la verdadera salida. A esto apuntan las bienaventuranzas.
Otra trampa frecuente, es creer que el evangelio propone solo la pobreza de espíritu. Según esta interpretación, no importa lo que hayas acumulado, con tal de que tengas “espíritu cristiano”, lleves una vida “religiosa” y seas capaz de dar limosna y hacer “obras de caridad”. La Iglesia como institución, ha caído en esta trampa. Bajo el pretexto de tener para dárselo a los pobres, no le ha importado acumular ingentes riquezas. No basta que la Iglesia atienda a los pobres. La Iglesia tiene que ser pobre y renunciar a las seguridades.
La tercera trampa es creer que el evangelio se refiere a las riquezas injustas. Una vez más tenemos que hacer la distinción entre lo legal y lo justo. Las leyes no solo permiten, sino que favorecen la acumulación de riquezas porque están hechas por los ricos. Más allá de la legalidad que debe ser defendida por la sociedad, queda un inmenso espacio para la justicia, que nadie puede defender ni siquiera los jueces. Si no hacemos esta clara distinción, podemos ajustarnos a la legalidad e ignorar o saltarnos a la torera la justicia.
Está también la trampa de interpretar el evangelio como un cristianismo a dos velocidades. Para ello se habla de ‘los consejos evangélicos’ que serían un plus voluntario para los más decididos. Esto ha hecho mucho daño a los cristianos, porque les ha dado motivos para pensar que lo que dice el evangelio de la riqueza no va con ellos. Ha hecho daño también a los que optan por la vida religiosa, porque les ha hecho creer que son los perfectos y por lo tanto, con más derechos ante Dios, aunque hayan renunciado a las seguridades.
El fariseísmo que seguimos manteniendo en este tema es inquietante. A nivel personal, descubrimos que clérigos de diversos rangos hacen alarde de pobreza, desde los simples sacerdotes o religiosos, pasando por toda clase de prelados, obispos y cardenales, y hasta ahora, incluso el papa, se han empeñado en hacer ver que vivían como Jesucristo, cuando la realidad es que viven como Dios. Es un hecho que muchos de los puestos de la jerarquía se buscan expresamente para medrar y tener más dinero y más poder.
La propuesta de Jesús no conlleva ninguna renuncia. Si, al llevarla a la práctica, tenemos la sensación de perder algo, es que no hemos comprendido nada. No se trata de renunciar a nada sino de elegir el camino que me lleve a la plenitud que puedo alcanzar como ser humano. Como seres limitados, elegir un camino lleva consigo el renunciar a ir en otras direcciones. En contra del sentir de la mayoría, el renunciar a tener más no es de tontos, sino de personas muy despiertas. La sabiduría consistiría en acertar en la elección.
Meditación-contemplación
Si quieres llegar hasta el final, una cosa te falta.
Pero, ¿de verdad quiero llegar hasta el final?
Y ¿qué sentido tiene emprender una carrera
si no tienes intención de llegar a la meta?
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Es ridículo pensar que Dios nos exige renunciar a algo.
No se trata de renunciar, sino de elegir bien.
Pero el secreto de toda buena elección es el conocimiento.
Tomar conciencia de lo que es mejor será el primer paso.
……………
Cuando queremos alcanzar dos metas a la vez,
El fracaso está asegurado
La plenitud de ser y las seguridades son incompatibles,
Nunca podremos armonizarlas.
…………