MONS. GONZALO LOPEZ M.

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miércoles, 14 de octubre de 2015

Loris Capovila celebra sus cien años rodeado de refugiados

 
J.L. Gzlez Balado
Nora Playfoot
 
Con motivo de los 100 años, su amigo (también mío) Marco Roncalli hizo pública una expresión que Loris Capovilla había manifestado en víspera de cumplirlos: "¡Qué hermoso sería si pudiese pasar el día de mi centésimo cumpleaños en compañía de los prófugos acogidos en Sotto il Monte para ayudarles a comprender al Hombre salido de esta población (Juan XXIII), o con los presos, para reflexionar sobre el Año de la Misericordia".
 
Quería pasar su cumpleaños junto a quienes habían huido de guerras, violencia, pobreza y hambre, en compañía de quienes habían tenido que abandonar sus hogares y a sus seres queridos, afrontando un viaje por el mar y arriesgando sus vidas.
 
Y justamente en la víspera de cumplir los 100 años, el deseo del Cardenal Capovilla se realizó.
 
Siete refugiados, en representación de los más de mil acogidos en la provincia de Bérgamo a la que pertenece el pueblo de Sotto il Monte, donde nació, y vivió durante su infancia el futuro Papa Juan y donde desde hace años ha fijado su residencia su secretario Loris Capovilla, se han aposentado siete refugiados, que visitaron al Cardenal para celebrar con él su cumpleaños.
 
Al recibirlos, Loris Capovilla manifestó: "Mi corazón palpita de gozo en este momento. A lo largo de mi vida siempre me he considerado un ciudadano del mundo como lo sois vosotros. No se trata de dos mundos diferentes, sino de uno solo que tiene un único Padre y una única ley: la Ley del Amor. No son las armas las que tienen valor, ni las armas o la violencia. Lo que cuenta es el amor".
 
Los niños acogidos en Sotto il Monte por Loris Capovilla, a los que se sumaron sesenta y tres acogidos en el Seminario de Misiones Extranjeras que, en recuerdo de Juan XXIII tiene su sede de formación en Sotto il Monte, procedían de Ghana, Nigeria, Bangladesh, Pakistán y Afganistán, la mayor parte de ellos musulmanes y algunos católicos.
 
Capovilla les dirigió una versión libre de la oración universal del amor y de la concordia de los pueblos proclamada por Juan XXIII el 11 de octubre con motivo de la inauguración del Concilio Vaticano II: "Orad de acuerdo con vuestras necesidades, con vuestra cultura y vuestras creencias, pero orad conmigo: busquemos lo que nos une". La mayoría de los niños, procedentes de una barcaza llegada a la isla de Lampedusa, necesitaron que alguien les tradujese las palabras que les había dirigido el Cardenal Capovilla.
 
Entre todos, hubo uno que dio muestras de no necesitar traducción y que, en representación de los demás, expresó una felicitación al Cardenal: "¡Gracias, Señor Cardenal. Le volveremos a felicitar dentro de otros 100 años".