MONS. GONZALO LOPEZ M.

MONS. GONZALO LOPEZ M.

sábado, 16 de mayo de 2015

Una alcantarilla abierta

 
Fander Falconí

“Las empresas petroleras insisten en su derecho de usar nuestra atmósfera como una alcantarilla abierta”. No son palabras de un activista de una ONG, ni siquiera las dijo el gobernante de un país del Sur. Esta frase lapidaria fue pronunciada este año 2015 por Al Gore, exvicepresidente de Estados Unidos, el país de donde proviene la mayoría de estas multinacionales.

El mismo exmandatario estadounidense hizo una analogía entre el cambio climático y el cólera, para aclarar su comentario. Recordó cómo, en 1854, el médico británico John Snow comprobó que el cólera aparecía donde se consumía agua contaminada por heces, es decir, en lugares donde se mezclaban las acequias con alcantarillas abiertas. La analogía entre atmósfera y alcantarilla es clara. Si el petróleo se quema en la atmósfera, se acelera el cambio climático a niveles letales. “Energía sucia equivale a clima sucio”, concluye Al Gore y recomienda exigir cada vez mayores tributos a los hidrocarburos que se vayan a quemar como combustibles. No obstante, no lo hizo cuando pudo. Su administración (la del presidente Bill Clinton) no se comprometió decididamente a favor de la ecología.

Las mencionadas multinacionales creen que podrán quemar hidrocarburos hasta que se agoten y hasta que aparezca el sustituto energético. Algunas de estas empresas saben que el agotamiento de las reservas petroleras significaría una elevación de 2°C en la temperatura promedio de la Tierra, hasta fines del siglo XXI, pero piensan que el mundo podrá superarlo.

El semanario internacional Nature publicó en enero de este año (Vol. 517) una de las respuestas más claras y actualizadas al respecto. He aquí su argumentación que utiliza cifras más bien optimistas. La elevación presente de la temperatura global promedio, debida al efecto invernadero causado por las emisiones de gases, no deberá exceder los 2°C sobre la temperatura global promedio de la era preindustrial (según datos aceptados por los científicos mundiales). Esto implica que un tercio de las actuales reservas de petróleo, la mitad de las reservas de gas y el 82% de las actuales reservas de carbón tendrían que permanecer en el subsuelo hasta 2050 para evitar el alza de 2°C.

La explotación simultánea de todas las reservas mundiales de petróleo equivaldría al ‘Apocalipsis ahora’, usando el título del novelista Joseph Conrad. Sabiendo eso, las firmas petroleras están negociando este momento con esas reservas. Las multinacionales petroleras están literalmente negociando con activos tóxicos. ¿Así que debemos conservar bajo tierra una buena parte de los combustibles fósiles, es decir, el petróleo, el gas y el carbón? Sí, por utópico que eso suene en un mundo que avanza sin detenerse como un tren antiguo, alimentado por la quema continua de carbón. Analizado así el problema, cobra más vida que nunca la propuesta ecuatoriana del Yasuní, a la que pocos hicieron caso cuando se planteó. ¿Creen los académicos y los activistas que el capitalismo mundial va a aceptar un mundo que funcione sin petróleo? Lo que no nos damos cuenta es que ya no se trata de decidir entre un mundo que siga funcionando con petróleo o un mundo que funcione sin petróleo, sino entre un mundo que funcione sin petróleo o un mundo que simplemente no funcione más.