Orlando Pérez
Director de El Telégrafo
Primera verdad, cuasiabsoluta: la democracia representativa atraviesa por “una crisis brutal”. Y si es así, que no le falta razón por todo lo que se discute en el altar de ciertas radios, ¿no hay motivos más que suficientes para pensar otro modelo de democracia para entender los tiempos actuales, pero sobre todo para afrontar las demandas populares en su esencia? ¿Y ese otro modelo de democracia no está en la Constitución ecuatoriana de 2008 que ahora la derecha y la izquierda plurinacional quieren botar al tacho de la basura?
La gente (esa generalización tradicional que engloba todo y nada), como dice Jaime Durán Barba, se siente fuera del sistema. ¿Cuál sistema? ¿O la gente no se siente parte del sistema porque no recibe los mismos beneficios que un pequeño grupo goza porque esa otra “gente” le garantiza con su pobre existencia, sometimiento, precariedad cultural, social y económica? Pero también me queda la duda si de verdad “la gente” quiere participar efectivamente en las decisiones del sistema o mientras no encuentre otro sistema prefiere cumplir su ciclo vital sin mayor resistencia o molestias.
El “sistema” es la democracia representativa que tanto defienden Jaime Nebot, Guillermo Lasso y Paco Moncayo, sin dejar a los supuestos socialistas que mientras más representativa sea para ellos, menos se alejan de la misma porque ahí viven usufructuando, paradójicamente, con el discurso de que quieren otro sistema. Por tanto, la verdad cuasiabsoluta está ahí para pensar si seguimos por esta vía y hacemos de la campaña electoral el mismo simulacro o farsa que acaba de ocurrir en EE.UU. y por lo cual todo el aparato político, mediático y financiero se siente avergonzado y no atina cómo imaginar su futuro si todo parecía bello y bueno si ganaba la familia Clinton.
Segunda verdad, cuasiabsoluta: “La realidad existe poco”. Durán Barba tiene mucha razón al señalar que ahora “la realidad la construyen millones de personas que se comunican todos los días con cientos de mensajes de textos, fotos, etc. Ahí la política vive, depende de esa realidad, aunque ocupa solo un 3% de eso; o sea que la política está determinada por un 97% de cosas que no tienen que ver con la política: el sexo, la fotografía, el deporte, el amor por las mascotas…”.
¿Habla de estas cosas la derecha ecuatoriana y se instala en ella para entender por qué propone programas de gobierno absolutamente ajenos a esa realidad y con el solo afán de consolidar a los grupos económicos, financieros y oligárquicos a los que sirve y de donde salen sus líderes?
Desde hace mucho tiempo insisto en que la política ya es otra cosa y que la izquierda tradicional y dogmática cree que el Estado es un ser malo al que hay que destruir y la derecha imagina a una sociedad sin Estado. Todo para sostener al sistema mientras a la gente solo la miran como consumidores y/o clientes y no como ciudadanos. Por estas épocas apenas si son electores, luego ya ni son mandantes.
Por eso se entiende también la alegría de la derecha por la firma del acuerdo comercial con Europa aunque lo haya hecho un gobierno al que señalaron de comunista, prochino, estatista y antimercado. Solo entienden la política desde esa realidad y, cuesta decirlo, desde la visión bananera de nuestra economía desde la cual hacen su política.
De hecho, la realidad está en algunas tareas políticas que ordenó la Constitución de Montecristi y que la derecha negó, que el actual gobierno ha concretado, no en su totalidad, pero ha dejado las bases para ese devenir. Pero no es todo: la realidad de la que habla Durán Barba pasa por entender también que no todo lo que “la gente” hace o desea es por una sociedad justa, igualitaria o equitativa, sino por ciertas pulsiones del mismo mercado que le obligan a pensar en un solo modo de ejercer el deporte, el sexo, el amor a las mascotas, etc.
Tercera verdad, cuasiabsoluta: “El discurso de la envidia está presente en todos lados”. Aunque esto podría oler a un asunto de orden moral, a lo largo de estos años hemos verificado cómo ciertas élites ecuatorianas y buena parte de la izquierda tradicional no actúan bajo la premisa política de que enfrentan a un adversario sino que no tienen el poder que el otro sí ejerce, de que ahora unos “muertos de hambre” gobiernan y unos “tontos”, “longos” y “monos” usan otra ropa, tienen escoltas y viajan en primera clase. Es decir, su actuación política es a partir de la envidia. Y como dice Durán Barba, también “la cuestión está en que el elector suponga que la destrucción de aquel a quien envidia le beneficia o no”. Y ahí dio en el clavo con ciertos pelagatos y supuestos periodistas que no son transparentes en y con sus verdaderas fobias.
Las derechas y las izquierdas tradicionales envidian la popularidad y el prestigio de quien no salió de sus filas; no haber gobernado diez años consecutivos, en plena democracia, ganando elecciones y con las encuestas todo el tiempo a su favor; ser ellas las que colocaron al Ecuador en los principales foros de debate académico, filosófico y hasta de hacer negocios desde la soberanía y la autodeterminación política; entre otras cosas.
En definitiva, las verdades de Jaime Durán Barba (tomadas de la entrevista en este sitio web: http://www.revistamundodiners.com/?p=6404) nos revelan la calidad del debate público de las derechas (acolitadas en todas sus candidaturas por las añejas figuras y las supuestamente renovadas de la izquierda) porque insisten en un modelo de democracia con una crisis brutal, piensan en una realidad que no existe y lo hacen desde la más cochina envidia y no lo quieren aceptar. ¡Qué pena!