Orlando Pérez
Director de El Telégrafo
Resulta sospechoso que la derecha no se ponga de acuerdo y que además la supuesta unidad tan cacareada y vociferada se desvanezca de las manos de un viejo político, como es Jaime Nebot, alcalde de Guayaquil. ¿O es que más puede la plata del banquero Guillermo Lasso? Hay que explicarse todo esto también desde la inversión al absurdo: ¿Por qué Paúl Carrasco, Ramiro González y Mauricio Rodas dejan a un líder aparentemente ‘todopoderoso’ por irse con quien, además supuestamente, no maneja los hilos de la política con la misma finura con la que administra los dólares?
Todo indica que la piedra de toque es la candidata socialcristiana. No reúne los requisitos para generar una sostenida votación ni tiene las condiciones para liderar una alianza donde la supuesta diversidad ideológica requiere de otro carisma y talento. Mucho más cuando ella se considera la dueña de esa Unidad, impone su propia candidatura, sin ceder un milímetro, y luego es quien define la lista de candidatos, repitiendo el viejo estilo socialcristiano. ¿Nebot se equivocó con ella?
También queda en duda por qué sus exaliados escogieron a Lasso como su nuevo líder o financista. Si revisaron las encuestas quizá están pensando solo en acoplarse a su campaña para tomarla como trampolín y llegar a la Asamblea. Si ya revisaron esas cifras saben con anticipación que con Viteri no llenarían las curules con los cuadros exsocialdemócratas (Carrasco y González) y menos con un César Montúfar que carece de presencia nacional y tiene cero estructura financiera y operativa para disputar a Avanza y ni siquiera al movimiento azuayo del prefecto de esa provincia.
El problema para Lasso es que la suma de todos esos factores políticos sí altera el producto. No debe olvidar que en su ‘base’ de apoyo están todos los botados y reciclados de la vieja partidocracia que no encontraron lugar en las tiendas de la derecha populista y recibieron de él ofertas y condiciones mínimas para ser los protagonistas de las listas de CREO. Pero ahora todo ha cambiado porque también Lasso sabe que no era suficiente con lo que contaba. Es más, con lo que armó su plataforma inicial no tenía ni la mitad de los votos que él como candidato a la presidencia obtendría. Así dicen los estadísticos y encuestadores. Y de eso sabe Nebot y por eso recibía con mucho entusiasmo el apoyo de la gente de Carrasco, González y Rodas para su candidata. Si no se le hubiesen ido habría podido contar con el aparato de los alcaldes de las tres organizaciones de esos dirigentes. No hay que olvidar que Avanza fue la segunda fuerza política electoral de las elecciones locales de 2014; que SUMA reunió a algunos líderes locales (entre ellos el alcalde de Guaranda, que se le fue de su filas) y que Juntos Podemos se preciaba de ser fuerte en Azuay. La otra pregunta que se harán muchas personas es: ¿Por qué los exsocialdemócratas Carrasco, González y Andrés Tarquino Páez no se unieron a su expartido Izquierda Democrática si todos le deben supuesta lealtad al general Paco Moncayo? ¿Qué temen, sospechan o saben de su excoideario? Una de las explicaciones posibles (que se escucha en ciertas entrevistas donde los tradicionales periodistas de radio tratan de entender este despelote) es que efectivamente el general no va a crecer más allá de lo hasta ahora alcanzado y que tiene un techo y unos límites (que ya empiezan a salir a flote por las demandas de la izquierda plurinacional y por la preeminencia de otros intereses y figuras en las reuniones que sostendría por fuera de las que públicamente establece con los ex-MPD y AP, Pachakutik y los ‘nuevísimos’ de la misma ID).
Lo de fondo es otra cosa: las derechas, todas y cada una de las antes mencionadas, se deben al libreto marcado por Jaime Nebot. Él consideró siempre que no se trataba de ganar la presidencia de la República: esa era una tarea difícil frente al poder de convocatoria y prestigio de Alianza PAIS, el peso de la popularidad y credibilidad de Rafael Correa y el atractivo significativo de Lenín Moreno. Para el Alcalde de Guayaquil lo más importante era ganar la mayoría en la Asamblea y desde ahí intentar ‘gobernar’ a la vieja usanza, con las mismas prácticas y maniobras. Pero Carrasco, González y Rodas no le creyeron. César Montúfar sí entiende esa lógica.
Por eso cabe afirmar que lo de Nebot es de Lasso y viceversa, incluida la ID. En otras palabras: no importa a quién apoyen a la presidencia, todos son ‘comprables’, desechables, usables y tratables para consolidar un bloque de oposición contra el más opcionado en este momento para sentarse en Carondelet. De ahí se entiende el retiro virulento e inmediato de las palabras de Moncayo -supuestamente tergiversadas por este diario- de que si Lenín Moreno pasara a una segunda vuelta, el general lo apoyaría si acogiera el programa de la ID.
Hasta esta semana la estrategia estaba marcada por la iniciativa de Nebot, pero de aquí en adelante será la de Lasso la que prevalezca, bajo los mismos conceptos, criterios y condiciones. Pero al final es lo mismo. Es más, si por algún motivo o indicio desesperado de que la mayoría en la Asamblea corriera peligro, no tendría ningún problema en unirse a Moncayo para atacar por dos puntas y crear el imaginario de que las fuerzas políticas se han reducido a tres tendencias (derecha, centro e izquierda) y que en ese escenario es preferible fiscalizar al actual y futuro gobierno, antes que perder la iniciativa de consolidarse como una corriente moral y opositora sin ideologías. La derecha quizá se prepara para reinventarse porque hasta ahora las maniobras no le dan resultado, pero ojalá lo haga considerando que su prestigio no es el mismo de hace un mes.