MONS. GONZALO LOPEZ M.

MONS. GONZALO LOPEZ M.

jueves, 6 de noviembre de 2014

“Tierra, techo y trabajo”


Pedro Pierre

Estas son las 3 palabras del papa Francisco que resumió el compromiso del Encuentro Mundial de los Movimientos Populares en el Vaticano al final del mes pasado: “¡Tierra, techo y trabajo son derechos sagrados! ¡Ningún trabajador sin derechos! ¡Ninguna familia sin vivienda! ¡Ningún campesino sin tierra! ¡Ningún pueblo sin territorio! ¡Arriba los pobres que se organizan y luchan por una alternativa humana a la globalización excluyente!”. Nos parece volver a escuchar la voz de los grandes profetas de la Iglesia de los Pobres de América Latina, tales como los obispos Hélder Cámara, Óscar Romero y Leonidas Proaño. Las personas y los grupos que trabajamos en esta línea desde décadas nos sentimos confirmados e incentivados. Los obispos y sacerdotes de nuestra Iglesia católica tienen materia para sus homilías y compromisos. Los gobiernos progresistas de América Latina tienen criterios y método -trabajar con y desde las organizaciones populares- para orientar sus programas económicos, sociales y políticos.

Pero leamos unas frases más del papa Francisco. “Ustedes sienten que los pobres ya no esperan y quieren ser protagonistas. Se organizan, estudian, trabajan, reclaman y, sobre todo, practican esa solidaridad tan especial que existe entre los que sufren, entre los pobres, y que nuestra civilización parece haber olvidado, o al menos tiene muchas ganas de olvidar… No se puede abordar el escándalo de la pobreza promoviendo estrategias de contención que únicamente tranquilicen y conviertan a los pobres en seres domesticados e inofensivos… Hoy quiero unir mi voz a la suya y acompañarlos en su lucha… La perspectiva de un mundo de paz y justicia duraderas nos reclama superar el asistencialismo paternalista nos exige crear nuevas formas de participación que incluya a los movimientos populares y anime las estructuras de gobierno locales, nacionales e internacionales con ese torrente de energía moral que surge de la incorporación de los excluidos en la construcción del destino común”.

Como lo vemos, se retoma la voz profética de la Iglesia, silenciada y perseguida durante varias décadas. Esta se hace eco de lo que escribía en 1975 el papa Pablo 6°, recién beatificado: “La Iglesia tiene el deber de anunciar la liberación a millones de seres humanos, entre los cuales hay muchos hijos suyos; el deber de ayudar a que nazca esta liberación, de dar testimonio de la misma, de hacer que sea total. Todo esto no es extraño a la evangelización”. En Puebla, México, en 1979, nuestros obispos latinoamericanos retomaron este mismo texto en su documento de conclusión.

El papa Francisco no hace más que continuar el camino de Jesús de Nazaret que asumió la misión de hacer realidad el Reino de Dios: “El Espíritu del Señor está sobre mí. Él me ha ungido para llevar buenas nuevas a los pobres, para anunciar la libertad a los cautivos y a los ciegos que pronto van a ver, para despedir libres a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor”.

¡Larga vida al papa Francisco y su Iglesia pobre para los pobres!