José Mario Ruiz Navas
Sábado, 5 de octubre, 2013
Sábado, 5 de octubre, 2013
Tengo en mis manos un artículo de Óscar Elizalde acerca del presidente uruguayo Pepe Mujica, en relación con el papa Francisco. Comparto las reflexiones citadas por Elizalde. Los sinceros agnósticos y los otros por conveniencia debieran descubrir que estas reflexiones que les llegan por boca de un ateo respetuoso de la conciencia, santuario de las libertades, son fundamentalmente las mismas que dejan de lado, por venir del papa. Las comparto, pensando en los que, por falta de instrucción religiosa, desconocen que una manera de honrar a Dios es servir al hombre; ya que el mismo Hijo de Dios se hizo hombre. Actuar de acuerdo a los valores humanos perfecciona al hombre y honra a Dios.
Las comparto también porque se ha hecho más necesario que antes denunciar que algunas personas han vuelto a actuar mirando el siglo XIX y de espaldas al XXI. Estas personas pretenden expulsar de la sociedad a Dios y a la conciencia, y entregarla al no dios. Una razón de ser de la conciencia es precisamente orientar a las personas en la sociedad para el bien común.
Mujica visitó al papa. Comentó después que “hablar con el papa argentino es como hacerlo con un amigo del barrio”. Mujica reconoció “la importancia que para América Latina representa la tradición cristiana y fundamentalmente la cristiana católica”. Más aún precisó: “A lo largo de muchos años hemos encontrado sacerdotes en América Latina que han dedicado su vida a la lucha por la igualdad, la equidad, en constante esfuerzo por mitigar el efecto de la diferencia social”. En lo social, Francisco y Mujica son amigos de barrio. Llama la atención que en sus palabras, sobre todo en sus acciones, ambos coincidan en ciertos hechos comunes: austeridad, coherencia, capacidad de renuncia a los privilegios que les otorga su dignidad, opción por los más pobres, crítica al modelo de la civilización actual y particularmente el sistema económico. Mujica, en coherencia con la austeridad de su vida, afirma: “Hemos creado una civilización, hija del mercado y de la competencia; que pareciera que hemos nacido solo para consumir y consumir”.
Denuncia: Este no es el verdadero desarrollo humano. El verdadero desarrollo está a favor, no en contra de la felicidad humana. La gran crisis es política, porque el hombre no gobierna las fuerzas que ha desatado. La vigilancia electrónica no hace otra cosa que generar desconfianza. La democracia del planeta está herida. Como hombre sabio, Mujica despierta la conciencia humana con la pregunta: ¿Qué le pasaría a este planeta si los habitantes de la India tuvieran la misma proporción de autos que tienen los alemanes? ¿Cuánto oxígeno nos quedaría para respirar? Afirma: El primer elemento del medioambiente se llama felicidad humana. El hombre debe gobernarse a sí mismo… Mujica no solo denuncia, también anuncia: Para vivir hay que tener libertad; la única adicción recomendable es el amor. Nada se compara frente al valor de compartir la vida con los amigos y con la familia. El revolucionario Mujica recoge valores cristianos, hoy como ayer, irrenunciables.