Navidad con Père Casaldáliga
Juan José Tamayo, 25-Diciembre-2012
Mi felicitación
de las fiestas y del nuevo año quiere ser el artículo que dedico
a Père Casaldàliga, profeta de la utopía con la mirada puesta en otro
mundo posible. Que el pesimismo con que despedimos el 2012 se torne optimismo
militante y esperanza en acción en 2013.
RONDA LA MUERTE,
RONDA
Juan José Tamayo
Diario EL
PAÍS, 24 de diciembre, Edición de Catalunya
En 1971 era
elegido obispo de Sâo Félix do Araguaia, en el Mato Grosso (Brasil), el
misionero claretiano Père Casaldàliga, nacido en Balsereny (Barcelona) hacía
cuarenta y tres años en el seno de una familia campesina. Sus insignias
episcopales fueron un sombrero de paja que le entregó un líder campesino,
un remo-borduna hecho de ‘pau-brasil’ por un indio tapirapé, ofrecido por el
jefe de la tribu, a guisa de báculo, un anillo donado por amigos españoles, que
regaló a su madre. “No tengo ningún capisayo ni pienso llevar ninguna
insignia”, confesó. Y lo ha cumplido.
El mismo día de
su consagración episcopal publicó una Carta Pastoral subversiva
titulada Una Igreja da Amazônia em conflicto com o latifundio e a
marginalizacâo, cuya difusión fue prohibida por el director de la policía
federal. “En esta zona –escribía- se mata y se muere más que se vive. Matar o
morir es más fácil aquí, más al alcance de todos, que vivir”.
El propósito de
Casaldàliga era construir una Iglesia comprometida con las aspiraciones y
reivindicaciones de los indios, posseiros y peones, sin honras ni
poder, en lucha contra el latifundio y toda forma de esclavitud y, por ello,
perseguida por los dueños del dinero, de la tierra y de la política, sin
‘tiburones’ ni explotadores del pueblo, formada por pequeñas comunidades de
base desparramadas por las calles y sertâos, con una estructura
participativa, corresponsable y democrática.
Ese modelo de
Iglesia no se quedó en el papel, sino que se hizo pronto realidad en Sâo
Felix, como estaba sucediendo en otras iglesias de América Latina, dando lugar
al nacimiento de la iglesia de los pobres. Es esta iglesia popular la
que se encuentra en la base de la teología de la liberación -guía ideológica de
Casaldàliga-, que él mismo cultiva creativamente a través de sus libros de gran
hondura espiritual, sentido místico, inspiración poética, denuncia profética,
carácter social, actitud revolucionaria y, sobre todo, con su ejemplo de vida.
Una teología que, a pesar de las permanentes condenas de Roma, sigue viva y
activa en el nuevo escenario latinoamericano, y se reformula en los nuevos
procesos históricos con la incorporación de protagonistas emergentes como las
comunidades indígenas, campesinas, afrodescendientes, y los movimientos
feministas, ecologistas, pacifistas, homosexuales, etc.
Fue en el Mato
Grosso donde se despertó en él la conciencia internacionalista, hasta
convertirse en el obispo más “católico” en el sentido etimológico del
término: “universal”, que desarrolla a través de la defensa de las causas
de los perdedores de la historia y del apoyo a los movimientos de liberación
del mundo entero. Casaldàliga es, en ese sentido, un ejemplo de globalización
alternativa, de la esperanza, desde abajo.
Por todo ello no
tardaron en lloverle las persecuciones de todos los poderes confabulados,
militares, terratenientes y políticos protectores de los latifundistas,
incluido el Vaticano, tras la muerte de Pablo VI –que siempre lo protegió-. Se
sucedieron las amenazas de muerte y los atentados contra su vida, en
uno de los cuales fue asesinado el sacerdote Joâo Bosco. Las últimas amenazas de
muerte han llevado a Casaldàliga a abandonar la modesta residencia donde ha
vivido durante cuatro décadas. El desencadenante ha sido el pronunciamiento
judicial que obliga a la retirada de los ocupantes no-indígenas de las tierras
de Maraiwatsèdè y a su devolución al pueblo Xavante, cuyos
derechos garantiza la Constitución Federal de Brasil.
Pero Casaldàliga
relativiza todas las persecuciones y amenazas. La poesía es su mejor respuesta
y su forma de desmitificar la muerte, como demuestra en “Romancillo de la
muerte”, tan lorquiano: “Ronda la muerte, ronda/ la muerte rondera ronda./ Lo
dijo Cristo/ antes que Lorca./ Que me rondarás morena,/ vestida de miedo y
sombra./ Que te rondaré, morena,/ vestido de espera y gloria./ Frente a la
Vida,/ ¿qué es tu victoria?/… ¡Tú nos rondarás,/pero te podremos”. Es la más
bella traducción del desafío de Pablo de Tarso a la muerte, cuando le
dice con cierta arrogancia: “¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde tu
aguijón?”. El obispo Casaldàliga, defensor de la vida de los empobrecidos, de
los posseiros, de los indígenas -todos ellos excluidos del banquete
neoliberal-, es amenazado de muerte a diario ¡Qué paradoja!
El obispo
catalán se sitúa en la mejor tradición de los obispos defensores de los indios
en América Latina, desde Bartolomé de Las Casas hasta
Leonidas Proaño, obispo de Riobamba (Ecuador), y Samuel Ruiz, obispo de
Chiapas (México).