Jesús Bastante
RD.- Como hizo con María, "Dios continúa buscando aliados, continúa buscando hombres y mujeres capaces de creer, capaces de hacer memoria, de sentirse parte de su pueblo para cooperar con la creatividad del Espíritu". Esta fue la base de la homilía del Papa Francisco en el parque de Monza.
Tras su encuentro con los presos, el Papa se dirigió a las afueras de Milán para participar en una misa que acogió a un millón de personas, y donde aseguró que "Dios continúa recorriendo nuestros barrios y nuestras calles, se lanza en todo lugar en búsqueda de corazones capaces de escuchar su invitación y de hacerlo carne aquí y ahora"
Tomando el ejemplo de la Anunciación del ángel a María, el Papa quiso demostrar cómo "Dios se dona a sus hijos". "El nuevo templo de Dios, el nuevo encuentro de Dios con su pueblo, se dará en los márgenes, en las periferias. Dios se hará carne para caminar junto a nosotros desde el seno de su madre".
Un anuncio que "a nadie dejará indiferente", y que provoca la alegría, desde la casa de esta joven de Nazaret al resto del mundo. Como entonces, "es Dios quien toma la iniciativa, también en nuestro caso, en nuestras luchas cotidianas, llena de ansias y deseos". "Y es dentro de nuestras ciudades, en nuestras escuelas y universidades, plazas y hospitales que lleva el más anuncio que podemos escuchar: 'Alegraos, el Señor está contigo'".
"Una alegría -prosiguió el Papa- que genera vida, que genera esperanza, hecha carne en la forma en que miramos al futuro, la actitud con la que miramos a los demás. Una alegría que se convirtió en la solidaridad, la hospitalidad, la misericordia hacia todos".
También hoy, en un momento en que "se especula sobre la vida, en el trabajo, en la familia, sobre los pobres y los inmigrantes; se especula sobre los jóvenes y su futuro", denunció el Papa, apuntando que "todo parece reducirse a cifras, mientras la vida cotidiana de muchas familias se tiñe de incertidumbre e inseguridad".
Es "el ritmo vertiginoso" que "nos quiere robar la esperanza y la alegría" que convierte las almas en "insensibles" y donde, paradójicamente, "cuando todo se acelera para construir, en teoría, una sociedad mejor, no hay tiempo para nada y para nadie. Perdemos el tiempo para la familia, la comunidad, para la solidaridad y para la memoria".
"¿Es posible la esperanza cristiana en esta situación, aquí y ahora?", se preguntó Bergoglio. Sí, fue su respuesta, pero para ello es necesario "un nuevo modo de situarse ante la historia". Porque "no podemos asistir a tantas situaciones dolorosas como meros espectadores que aguardan a que deje de llover".
Por el contrario, es preciso, señaló, que "acojamos el presente con audacia, sabiendo que la alegría de la salvación está delante de nosotros". Con tres claves (llaves) para aceptar la misión, como las que el ángel dio a María. La primera, la memoria, vinculando la historia de María "a toda la historia de la salvación", pues "María es hija de la Alianza. Estamos invitados a hacer memoria, para no olvidar de dónde venimos, para no olvidar a nuestros abuelos y abuelas". "La memoria nos ayuda a no quedar prisioneros de discursos que siembran división como único modo de solucionar los conflictos", a hacer frente a "las soluciones mágicas de la división".
La segunda, el sentido de "pertenencia al pueblo de Dios". "Somos miembros del Pueblo de Dios. Milaneses sí, ambrosianos, cierto, pero parte del pueblo de Dios, formado por miles de procedencias, un pueblo multicultural y multiétnico. Un pueblo llamado a acoger las diferencias, a integrarlas con respeto y creatividad. Un pueblo que no tiene miedo de abrazar en los confines, en las fronteras; que no tiene miedo de acoger a quien lo necesita, porque sabe que allí está presente su Señor".
En tercer lugar, "la posibilidad de lo imposible", porque "nada es imposible para Dios". "Cuando nos abrimos a la gracia -añadió el Papa-, comprobaremos que lo imposible empieza a hacerse realidad".
Y es que "Dios continúa acercándose a los otros, acercando hombres y mujeres capaces de creer, de hacer memoria, de formar parte de un pueblo. Dios continúa acercando el corazón, como el de María, dispuesto a creer sin condiciones".