Comentarios sobre la Iglesia y el proceso de paz de Colombia
León Valencia
SEMANA.- Tuve la ilusión de que el papa Francisco lograría conmover y, quizás, transformar a la Iglesia católica colombiana. Que su bondad, su espíritu de cambio, su tranquila comprensión de las diferencias, su acercamiento a los humildes sacudiría la conciencia de los jerarcas de la Iglesia en nuestro país.
Pensaba que se iba a fortalecer la vocación misionera de los sacerdotes, su compromiso con los más pobres. Creía que la Iglesia toda le pondría la cara a los grandes problemas del país y abrazaría las causas progresistas. Lo escribí en una columna a mediados de 2013. Ha ocurrido todo lo contrario.
Tengo la sensación de que la mayoría de los obispos van hacia atrás, está en una fuga hacia las épocas más conservadores, más indiferentes ante la dolorosa realidad que viven sus feligreses. Veo, con una profunda desilusión, que la mayoría de los obispos no oyen a Francisco, no quieren oírlo, no se dan por enterados de los grandes cambios que están ocurriendo en el mundo y de la gran sensibilidad del papa ante esta realidad.
Francisco ha seguido dando testimonios de su liberalidad, de su humildad, de su irreverencia. Dijo una vez ante un grupo de periodistas: “Si una persona es gay, y busca al Señor, quién soy yo para juzgar”. Fue un bello acto de comprensión ante una comunidad que se manifiesta cada día con mayor fuerza en el mundo.
Otra vez llamó por teléfono a Jackelina, una mujer divorciada, de San Lorenzo, en Argentina, que había formado una pareja con Julio Sabbata, otro divorciado, por lo cual les habían negado la comunión en su parroquia. En la sorpresiva llamada Francisco le restituyó a Jackelina el derecho a permanecer en la Iglesia y a practicar todos sus rituales. Después señaló que “un divorciado que comulga no está haciendo algo malo”.
Más importante para nosotros ha sido su apoyo a la paz. No hace mucho envió este mensaje: “Espero que los países que trabajaron para hacer la paz y que dan la garantía que esto siga adelante lo blinden a tal punto que jamás se pueda volver a un estado de guerra. Muchas felicidades a Colombia que ahora da este paso”.
Pero la cúpula de la Iglesia católica en Colombia, en contravía de estas señales, se ha unido a la cruzada que adelantan el procurador Ordóñez, el uribismo y las Iglesias evangélicas contra Gina Parody, ministra de Educación, quien hizo pública su condición homosexual y que, en cumplimiento de una orden de la Corte Constitucional, está promoviendo la adopción de nuevos manuales de convivencia en los colegios con el fin de prevenir y conjurar la discriminación por motivos de orientación social, raza o situación social.
En este punto y en las discusiones sobre la familia, la Iglesia católica anda a rastras de sectores evangélicos especialmente fanáticos ignorando la apertura de Francisco. Pero lo grave, lo inaudito, es la posición sobre los acuerdos de paz de La Habana. La Conferencia Episcopal colombiana acaba de declarar su neutralidad en la crucial decisión que deberá tomar la ciudadanía en el plebiscito. Más grave aún si, como cuenta un confidencial de SEMANA, esta declaración se hizo para responder al respaldo al ‘Sí‘ que pronunció el arzobispo de Cali, monseñor Darío Monsalve. ¿En qué se parece esto a la posición absolutamente clara del papa?
Hablan de hacer pedagogía para que la gente vote a conciencia, y yo no veo cómo se puede educar desde un lugar neutral en una situación en la que el uribismo, desde el primer día de la mesa en La Habana, está haciendo una muy eficaz didáctica a favor del ‘No‘ con especiales aliados en otras Iglesias.
Estas son discusiones públicas que el lector conoce, pero quiero contar algo que no ha trascendido a la opinión. La Iglesia ha jugado un papel importantísimo en la construcción de una gran red de programas de desarrollo y paz en zonas campesinas atravesadas por el conflicto armado, Redprodepaz.
La injerencia de obispos y sacerdotes en esta Red ha sido benéfica y por eso su voz es muy escuchada. Hace unos meses, en asamblea de esta organización, se eligió por unanimidad al sacerdote Jorge Tovar como coordinador nacional. Luego de su elección, Jorge, por motivos personales que no tienen nada que ver con su fe y con su apego a la Iglesia católica, decidió retirarse del sacerdocio y tramitó la salida con su obispo.
A raíz de este hecho un grupo de 25 obispos le envió a la Redprodepaz una carta solicitando la convocatoria de una nueva asamblea con el propósito de sacar a Jorge del cargo. El argumento es la pérdida de confianza por no haber manifestado su decisión de retiro antes de la postulación a la coordinación.
Pensé mucho antes de dar a conocer la discusión que se libra al interior de la Redprodepaz. Tengo el temor de hacerle daño a una organización que va a prestar un gran servicio en el posconflicto. Pero decidí hacerlo, porque la carta refleja la tendencia general de la Iglesia colombiana a colocarse por fuera de la actitud comprensiva del papa con las opciones a veces dolorosas de sus fieles.