Fray Marcos Rodríguez
Jn 1, 35-42
En este 2º domingo del tiempo ordinario nos sigue hablando del comienzo. Juan acaba de presentar a Jesús como el cordero de Dios que quita el pecado del mundo e Hijo de Dios. En lo que hemos leído, sigue poniendo en boca de los distintos personajes otros títulos de Jesús: Rabí, Mesías. En los que siguen y no vamos a leer, se refiriere a aquel de quien han hablado la Ley y los Profetas, para terminar diciendo Natanael: Tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel. Por fin, el mismo Jesús habla del Hijo de Hombre. Jn hace un despliegue de títulos cristológicos al principio de su evangelio, para dejar clara la idea que tiene de Jesús. Naturalmente es una reflexión de una comunidad de finales del s. I. El próximo domingo leeremos la llamada de los primeros discípulos en Mc y no tiene nada que ver.
Este es el cordero de Dios. El cordero pascual no tenía valor sacrificial ni expiatorio. Era símbolo de la liberación de la esclavitud, al recordar la liberación de Egipto. El que quita el pecado del mundo no es el que carga con nuestros crímenes, sino el que viene a eliminar la injusticia. No viene a impedir que se cometa, sino a evitar que el que la sufra, sea anulado como persona. En el evangelio de Jn, el único pecado es la opresión. No solo condena al que oprime, sino que denuncia también la postura del que se deja oprimir. Esto no lo hemos tenido claro los cristianos, que incluso hemos predicado el conformismo y la sumisión. Nadie te puede oprimir si no te dejas.
La frase del Bautista no es suficiente para justificar la decisión de los dos discípulos. Para entenderlo tenemos que pensar en un conocimiento más profundo de lo que Jesús es. Antes había dicho que Jesús venía hacia Juan. Ahora nos dice que Jesús pasaba. Nos esta indicando que le adelanta, que pasa por delante de él. “El que viene detrás de mí...”
Siguieron a Jesús, indica mucho más que ir detrás de él, como hace un perro siguiendo a su dueño. “Seguirle” es un término técnico en el evangelio de Jn. Significa el seguimiento de un discípulo, que va tras las huellas de su maestro, es decir, que quiere vivir como él vive. “Quiero que también ellos estén conmigo donde estoy yo” (17,24). Es la manera de vivir de Jesús lo que les interesa. Es eso lo que él les invita a descubrir.
¿Qué buscáis? La verdadera relación no puede comenzar hasta que Jesús se da la vuelta y les interpela. La pregunta tiene mucha miga. Jn quiere dejar claro que hay maneras de seguir a Jesús que no son las adecuadas. La pregunta: ¿Dónde vives?, aclara la situación; porque no significa el lugar o la casa donde habita Jesús, sino la actitud vital de éste. ¿En qué marco vital te desenvuelves? Porque nosotros queremos entrar en ese ámbito. Jesús está en la zona de la vida, en la esfera de lo divino.
No le preguntan por su doctrina sino por su vida. No responde con un discurso, sino con una invitación a la experiencia. A esa pregunta no se puede responder con una dirección de correos. Hay que experimentar lo que Jesús es. ¿Dónde moras? Es la pregunta fundamental. ¿Qué puede significar Jesús para mí? Nunca será suficiente la respuesta que otro haya dado. Jesús es algo único e irrepetible para mí, porque le tengo que ver desde una perspectiva única e irrepetible, la mía. La respuesta dependerá de lo que yo busque en Jesús.
Venid y lo veréis. Así podemos entender la frase siguiente: “Vieron donde (como) vivía y aquel mismo día se quedaron a vivir con él” (como él). No tiene mucho sentido la traducción oficial, (y se quedaron con él aquel día), porque el día estaba terminando, (cuatro de la tarde). Los dos primeros discípulos todavía no tienen nombre; representan a todos los que intentan pasar al ámbito de lo divino, a la esfera donde está Jesús.
Serían las cuatro de la tarde, no es una referencia cronológica, no tendría la menor importancia. Se trata de la hora en que terminaba un día y comenzaba otro. Es la hora en que se mataba el cordero pascual y la hora de la muerte de Jesús. Nos está diciendo que algo está a punto de terminar y algo muy importante está a punto de comenzar. Se pone en marcha la nueva comunidad, el nuevo pueblo de Dios que permite la realización cabal de hombre. Son modelo del itinerario que debe seguir todo discípulo de Jesús.
Lo que vieron es tan importante, que les obliga a comunicarlo a los demás. Andrés llama a su hermano Simón para que descubra lo mismo. Hablándole del Mesías (Ungido) hace referencia a la bajada y permanencia del Espíritu sobre Jesús en el bautismo. Unos versículos después, Felipe encuentra a Natanael y le dice: hemos encontrado a Jesús. Estas anotaciones nos están diciendo como se fue formando la nueva comunidad.
Fijando la vista en él. Lo mismo que Juan había fijado la vista en Jesús. Indica una visión penetrante de la persona. Manifiesta mucho más que una simple visión. Se trata de un conocimiento profundo e interior. Pedro no dice nada. No ve clara esa opción que han tomado los otros dos, pero muy pronto va a hacer honor al apodo que le pone Jesús: Cefas, piedra, testarudo; que se convertirá en fortaleza, una vez que se convenza.
En la Biblia se describen distintas vocaciones llamativas de personajes famosos. Eso nos puede llevar a pensar que, si Dios no actúa de esa manera, no hay vocación. En los relatos bíblicos se nos intenta enseñar, no como actúa Dios sino como respondieron ellos a la llamada de Dios. El joven Samuel no tiene idea de cómo se manifiesta Dios, ni siquiera sabe que es Él quien le llama, pero cuando lo descubre se abre totalmente a su discurso. Los dos discípulos buscan en Jesús la manifestación de Dios y la encuentran.
Dios no llama nunca desde fuera. La vocación de Dios no es nada distinto de mi propio ser; desde el instante mismo en que empiezo a existir, soy llamado por Dios para ser lo que mi verdadero ser exige. En lo hondo de mi ser, tengo que buscar los planos para la construcción de mi existencia. Dios no nos llama en primer lugar a desempeñar una tarea determinada, sino a una plenitud de ser. No somos más por hacer esto o aquello sino por cómo lo hacemos.
El haber restringido la “vocación” a la vida religiosa es un reduccionismo inaceptable. Cuando definimos ese camino como “camino de perfección” estamos distorsionando el evangelio. La perfección es un mito que ha engañado a muchos y desilusionado a todos. Esa perfección, gracias a Dios, no ha existido nunca y nunca existirá. Mientras seamos humanos, seremos imperfectos, a Dios gracias. Los “consagrados” constituyen un tanto por ciento mínimo de la Iglesia, pero son el noventa y nueve por ciento de los declarados “santos”. Algo no funciona.
El único baremo para calibrar lo humano es el grado de humanidad. Hemos colocado en los altares a personas que fueron completamente inhumanas. Eso sí, llegaron al séptimo cielo y fueron capaces de hacer milagros. La verdadera humanidad solo se potencia por las relaciones humanas. El marco privilegiado de las relaciones humanas es la familia. Si seguimos pensando que unos padres que tienen que preocuparse de la familia están en peores condiciones que un clérigo para desplegar su humanidad, algo fundamental está fallando.
Meditación
El primer paso en la vida espiritual será saber lo que busco.
Aunque no puedes saber lo que vas a encontrar,
tienes que tener bien clara la dirección en la que debes ir.
Debes conocer cómo se desplegó en Jesús lo humano y lo divino;
cómo se identificó plenamente con Dios y con el hombre.
Aunque no puedes saber lo que vas a encontrar,
tienes que tener bien clara la dirección en la que debes ir.
Debes conocer cómo se desplegó en Jesús lo humano y lo divino;
cómo se identificó plenamente con Dios y con el hombre.