José Ignacio Calleja
Profesor de moral social cristiana
"Si hay que intentar que los pueblos marginados y excluidos tomen conciencia y se defiendan de la agresión capitalista y neoliberal, como ha dicho Francisco en sus extraordinarias intervenciones a los Encuentros Mundiales de Movimientos Populares, ¿tienen alguna credibilidad estas exhortaciones cuando a la hora de la verdad, cuando un pueblo quiere preservar su valor revolucionario con los mecanismos previstos en su propia constitución, se le pretende frenar con un tajante NO?".
Tal es la pregunta que un buen amigo nos plantea (Antonio Duato) y que resume bien lo que debemos debatir. La doctrina social de la Iglesia y Francisco, en particular, avalan ese planteamiento sobre los pueblos marginados y excluidos. No hay ninguna duda para mí, si bien, lo aseguro, no pocos profesores de DSI negarían la mayor. Pero para mí, no hay ninguna duda.
¿Luego el comunicado del Vaticano es inaceptable por incoherente con su DSI? Veamos, no nos lo pongamos demasiado fácil. Si el comunicado católico niega ese carácter liberador de su propia DSI, tenemos razón, pero si cuestiona el procedimiento político elegido -incluso se atienda "a las circunstancias de Venezuela y de AL-, por considerar que hay estrategias menos peligrosas para la paz y el bien común, con menos daño para las personas y el pueblo en su conjunto, entonces vienen las dudas. Supongo que esto es lo que piensa Parolin y así aconseja a Francisco, y sacan el comunicado con ese no a la Asamblea Nacional Constituyente. Supongo.
Al escuchar a mis amigos, lo digo con respeto, pienso que nos lo ponemos fácil, pues todo lo que sea cuestionar el proceder político de Maduro -se repite- es neoliberalismo puro y duro, con unas intenciones de contrarrevolución inequívocas. El juicio de intenciones siempre está fuera de lugar en el discernimiento serio, pero sí, sí cabe decir que, de facto y en principio, el comunicado tiene ese efecto contra las fuerzas de la revolución bolivariana y a favor de las corrientes que la niegan.
Pero ésta no es la última palabra en ética, sino también, ¡también!, si en el procedimiento de las fuerzas enfrentadas, de una o de las dos, la estrategia toma una derivada muy injusta para la libertad mínima de todos y la vida de muchos. Claro, el revolucionario no puede aceptar bien este factor, porque frena el proceso en un punto que le puede hacer perder avances de la revolución, ¡lo cual es vital para él!, pero el que lo acompaña éticamente, sí puede y debe cuestionar un procedimiento que estime demasiado peligroso, por más que de momento sea muy eficaz. Éste es un debate inevitable en ética política y económica: el juego de eficiencia política y eficiencia ética.
Yo creo que también este factor está en el comunicado y no lo reconocemos. ¿Por qué? Porque hacemos valoraciones muy tomadas por el objetivo final (la liberación popular) y los nuestros (el pueblo revolucionario), y, lo que no se somete a esto de forma rotunda, es ideología neoliberal. (Lo mismo y con menos rubor hacen los contrarios, lo sé, pero pienso en nosotros).
A tal fin digo que ¡hablamos aquí de estrategias o procedimientos, y no sólo de fines! Esta desmedida exaltación ética de la estrategia liberadora de este o aquel grupo y gobierno, obedece a que en la guerra los distingos debilitan a quien los hace, pero en ética, no es siempre así. Si el movimiento revolucionario -acosado, lo sé-, siempre tiene razón en su estrategia política liberadora, pasa como con aquello de la libertad en la verdad; enseguida se entiende como "aquí está la ley natural y yo la interpreto para todos".
Otro punto crítico es que nos lo ponemos fácil en cuanto al pueblo que no participa de la revolución o incluso se opone en el cauce de las fuerzas conservadoras. Casi decimos que no es pueblo, o que está vendido, o que se deja manipular contra sus intereses... esto es muy de la izquierda selecta, y la cristiana participa de ello sin rubor. Aquello de Freire de nadie educa y conciencia a nadie, como un banco de moral, sino que nos educamos y concienciamos juntos, me llegó al alma de ciudadano para siempre.
Comparto la manipulación extrema del poder sobre el pueblo, pero la Evangelii gaudium dice con acierto que esa gente es pueblo con conciencia alienada, nunca clase social antagónica y perdida sin remedio en el proceso de liberación; la inmensa mayoría es gente del pueblo a recuperar y recuperable, eso dice. Lo comparto. Cuidado con la revolución que libera al pueblo de su propio no ser pueblo e impone los modos de hacerlo.
Las vanguardias omniscientes, liberadoras de la gente alienada respecto de su propio pueblo, son temibles si no les obedeces, temibles. ¿Más temibles que las oligarquías capitalistas? No, pero sí más traidoras a su deber de respeto a su pueblo y a crecer con él. De las oligarquías nunca se puede esperar nada, de las vanguardias poseídas de sí, la obligación de que reconozcan a todo el pueblo; más aún, de que se reconozcan en él y lo padezcan a menudo en su crecer en el proceso liberador. (Son tan lentos y tantos, se suele argüir... Bien, pues a ello).
"Cuando un pueblo quiere preservar su valor revolucionario con los mecanismos previstos en su propia Constitución, se le pretende frenar con una tajante NO", se ha dicho con razón. Y tampoco el argumento, siendo muy sólido, es inapelable. Una Constitución no es absoluta, y la experiencia española lo muestra; hay un momento de división popular (pregunto ¿popular?, ¿quién esa gente que eligió la actual AN? De verdad qué pregunto si es pueblo), en que un cauce constitucionalmente vigente (legal) ya no opera como procedimiento pacificador en un conflicto nacional extremo.
Se puede aplicar, sí, es legal, pero si en ética pensáramos honestamente que multiplica los peligros de violencia general, lo que es legal, puede ser calificado de peligroso cauce de lo injusto. Esto ocurre a menudo. Ahora bien, ¿quién valora esos peligros en conflicto (ignorar la ley/perseguir la justicia posible/colocar en bandeja el triunfo a los opositores)? Cada uno, nosotros. Y el Vaticano en su comunicado ha creído que podía hacerlo. Con acierto o no, a nosotros nos toca decirlo, pero no por la relación de la DSI con la revolución liberadora, sin más, sino con el procedimiento político que están siguiendo los contendientes, y los peligros que advienen, parece, en cada supuesto.
No sólo comparamos principios, sino también circunstancias y medios o estrategias coherentes. Por mor la de la revolución liberadora, el comunicado es muy deficiente; por mor del procedimiento político de los contendientes y su momento de peligro extremo para las personas y sus vidas, el comunicado es más razonable. Quiero pensar que a sus autores les mueven los datos que conocen y no una posición negociada con Trump y compañía. Quiero creerlo. Yo no lo hubiera hecho en esos términos. Hubiera marcado mucho más claramente el territorio ético de la intervención sobre los procedimientos políticos justos y el propósito de servir al proceso de liberación popular evitando la guerra civil. Es decir, a favor con claridad de la liberación popular de AL.
Y como también se ha dicho, he de reconocerlo, el comunicado está hecho como Estado Vaticano, y al no ser sólo ético -para todos los ciudadanos de buena voluntad-, sino también político -no a la Asamblea Nacional Constituyente-, es típicamente la intervención de un Estado en la lucha política constitucional de otro, por el camino de su prestigio religioso (el del Vaticano). Debió mantenerse en el plano ético y los valores humanos, que sigue siendo, a mi juicio, territorio libre como opinión de la religión y de todos en la laicidad internacional.
Y nada más, esta es la aportación que os propongo, y que cansado en sus vueltas, os remito. Mil disculpas si estas distinciones llegan a hacer creer o provocar el olvido político de la mayoría popular más frágil y sufriente en Venezuela. Preferiría callar en ese caso.