Pedro Pierre
Pasamos a ser adultos cuando, entre otras cosas, empezamos a ser críticos. Ser críticos es comenzar a tener criterios propios, sin depender exclusivamente de lo que dicen los padres, las autoridades, la educación, los medios de comunicación ni la religión. Estos espacios nos dan elementos para establecer nuestros propios criterios. Así nos orientamos en la vida, no a partir de lo que otros dicen o hacen, sino a partir de nuestros propios pensamientos y nuestras propias decisiones. De esta manera salimos del infantilismo, del borreguismo y de la ignorancia.
En Ecuador, durante estos últimos 8 años, grandes cambios han permitido salir del pensamiento único y de la explotación salvaje que imponían las personas y las instituciones tradicionales de derecha. La cuestión es que con todo esto no llegamos a beneficiarnos tal como lo deseamos de lo que nos hizo soñar la Revolución Ciudadana. El Presidente goza de un gran respaldo popular por todos los cambios que se han realizado. Las últimas manifestaciones nos alertan de que nuevos cambios se deben conseguir. Las elecciones del año pasado ya nos hacían vislumbrar una insatisfacción en las grandes ciudades del país con Quito, Guayaquil y Cuenca. Las manifestaciones de la semana pasada tuvieron un alcance nacional. Una cierta insatisfacción se ha generalizado.
Muchos nos preguntamos qué hacer para profundizar las opciones de la Revolución Ciudadana, ayudar a corregir los errores gubernamentales, fortalecer la lucha contra las aspiraciones de la derecha tradicionalista, denunciar las estructuras capitalistas que rigen los destinos del país, formarnos intelectual y políticamente.
Un país se construye con el aporte de todos los ciudadanos, los que están de acuerdo, los que están en la oposición y la gran masa que sigue sin ninguna conciencia crítica a quienes le permiten tener un mejor nivel de vida. En la década del 80, la Conferencia Episcopal de Brasil escribió un documento que tuvo cierto impacto: decía que es deber de todo gobierno ayudar a la gente a organizarse y formarse críticamente.
Parece que en Ecuador no lo hemos logrado todavía.
A los cristianos y a las instituciones cristianas nos toca aportar una parte significativa para ayudar a los católicos en general, y a los ciudadanos que frecuentan sus centros educativos, a pensar y decidir críticamente sobre sus opciones y sus maneras de vivir, en particular las que se relacionan con el bien común o la política en el sentido de organizar la convivencia nacional de manera que haya más justicia, más equidad, más solidaridad.
El papa Francisco acaba de decir que la política es el gran servicio que tienen que aportar los cristianos. Ser adultos es ser críticos; pero no se puede ser crítico sin aportar nuestra parte a todo lo que reconocemos como errores o como falencia en la dirigencia de nuestro país, porque si no, hacemos el juego de la derecha. Así que a pensar críticamente y a actuar organizativamente por un Ecuador más socialista.