Pedro Pierre
Nos preocupamos mucho de la vida después de la muerte… y ahora todavía más, ya que los mismos papas nos avisan que hay que pensar de otra manera tanto el limbo y el purgatorio como el cielo y el infierno. se nos dijo que el limbo y el purgatorio eran construcciones teológicas, es decir, explicaciones para darnos chance para llegar al cielo. El papa Juan Pablo 2° nos orientaba diciendo que había que pensar el cielo no como un lugar físico sino un estar con Dios… que comienza en esta vida. Recién el papa Francisco nos advierte que “la Iglesia no está para condenar a nadie para siempre”, ya que “Jesús ha venido, no para condenar, sino para salvar” y que “la vida eterna es conocer a Dios”.
Los cristianos nos hemos quedado con el cielo arriba y el infierno abajo. Nos hemos quedado en creer que la Creación ha tenido lugar tal como lo cuentan los primeros capítulos de la Biblia. Nos hemos quedado también -creo que cada vez menos- con el Reino después de este mundo. Nos hemos quedado… muertos en vida. Para Jesús, el problema no era tanto la vida después de la muerte, sino ¡la vida antes de la muerte!
Los niños y los jóvenes de hoy no creen estas cosas de un dios que interviene cuando se lo pedimos con gritos, sacrificios y dinero, ni al cielo y al infierno en otro mundo, como tampoco un reino perfecto que nos espera no se sabe dónde. Las nuevas generaciones están preocupadas por la vida hoy, ‘la vida antes de la muerte’. Porque para muchos de ellos no hay vida antes de la muerte: no encuentran empleo y si encuentran es 3 meses por aquí, 3 meses por allá y se les paga una miseria… y ni hablar de seguro o de solo 8 horas de trabajo diario. La esclavitud continúa bajo otros parámetros para millones de jóvenes en su propio país. Cuando deciden emigrar a países de la libertad, de la cultura, del desarrollo, de la vida fácil -algo como el cielo en la tierra-, encuentran en Estados Unidos y Europa… el infierno real. Pronto son ‘ilegales’ por millones: ¡a lo menos 12 millones en Estados Unidos! Y otro tanto en Europa. La explotación y el racismo, ni hablar. Los grafitis en las paredes nos lo recuerdan: ‘¡Qué perra vida la mía!’.
Entonces la tentación de la droga se hace latente para olvidar la realidad y encontrar paraísos artificiales que dejan peores, destruidos, errantes sin rumbo, zombis en las calles de día y de noche. ¿Y quién vende la droga? El vecino del barrio y hasta el mismo padre de familia que lleva su pequeño a la escuela. Sí, vale la pregunta: ¿Hay vida antes de la muerte?
Nosotros, los cristianos, ¿qué sentido damos a la vida?, ¿qué testimonio damos de una vida feliz?, ¿qué llamamos felicidad sin postergarla para después de la muerte? Jesús vino -él mismo lo dijo- para “darnos vida y vida en abundancia” en esta, nuestra vida. Tal vez si nos preocupamos de la vida antes de la muerte, ‘la vida en abundancia’ para uno mismo y para los demás, no estaremos angustiados en preguntarnos cómo será la vida después de la muerte porque la vida es eterna.