MONS. GONZALO LOPEZ M.

MONS. GONZALO LOPEZ M.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

CARTA ABIERTA A MONS. GUIDO OTTONELLO

LOS HOMBRES BUENOS Y LOS OTROS…

Sr. Guido Ottonello
Embajador del Estado del Vaticano.


De nuestras consideraciones:

Ya sabemos que pedirle que haga examen de conciencia es una inusitada pretensión por nuestra parte, ya que tenemos serias dudas de que aún tenga algo parecido a lo que comúnmente llamamos conciencia, pero dado que hay que confiar en la gracia de Dios que obra milagros, osamos mandarle esta pequeña carta para su reflexión con el sincero deseo de que la hagan bien. Ahí va:

Los hombres buenos dejan huella y sus acciones son recordadas como ejemplo y con agradecimiento; los otros son olvidados apenas desaparecen como una pesadilla de la que todos quieren despertar.

Los hombres nobles actúan de frente, reconocen sus equivocaciones y buscan siempre la justicia; los solapados se esconden, usan a otros como escudo y coartada, actúan con alevosía, a escondidas, mientras urden sus acechanzas e intrigas.
Los que van con la verdad no tienen miedo en decirla y proclamarla, aunque les cueste; los otros maquinan calumnias, se encierran en sus mentiras y sienten que pueden esconder la verdad tras leguleyadas y sofismas para justificar sus oscuros y siniestros designios.

Los que son testigos del Dios de la Vida promueven siempre el bien; los otros buscan sus intereses, aunque causen dolor, angustia y pesar.

Los que aman la justicia son ecuánimes y buscan reconocer a cada cual lo que es suyo, especialmente en cuanto a méritos y derechos; los otros aceptan cualquier artimaña para torcer la justicia, hermanándose con la corrupción.

Los hombres valientes demuestran su valor especialmente ante los fuertes; los otros se hacen débiles ante los fuertes y prepotentes ante los débiles.

Los buenos embajadores del Vaticano buscan crear acuerdos, llegar a consensos y establecer un ambiente favorable para la Iglesia en los países en los que están; los otros intrigan, conspiran y desacreditan a la Iglesia que se convierte en ocasión y motivo de escándalo.

Los buenos pastores de la Iglesia basan sus acciones en el Evangelio y el amor; los otros se atrincheran en sus búnkeres y cloacas de poder.

Los buenos nuncios representan al Santo Padre con amor para todo el Pueblo de Dios; los otros expresan los intereses de determinados grupos sectarios, enquistados en el corazón de la Iglesia Católica.

Los hombres transparentes tienen la mirada y la sonrisa francas; los otros las tienen gélidas y mortecinas.

¿Se ha puesto a pensar alguna vez en la oscuridad de la noche y a solas con su corazón en lo que está dejando usted en Ecuador, como legado de su presencia?

Sabemos por su expresión que usted se cree digno de mejor destino, que considera al Ecuador un paisito de nada, que, para su desgracia, se está convirtiendo en una cruel trampa para su carrera, sus deseos de escalar y trepar en la curia vaticana. No lo niegue, su cara y su expresión de perpetuo desprecio nos lo grita con el estruendo de mil trompetas. Lo sentimos, no hemos sido nosotros quienes lo pusimos aquí, más bien hubiéramos querido tener la dicha de no conocerlo jamás. 

No somos quienes para juzgarle, pero tampoco le reconocemos el derecho a juzgarnos. No le odiamos, pero créanos que el día que desaparezca del Ecuador nos alegraremos con los cánticos de júbilo que los profetas usaban para celebrar la caída de los tiranos