MONS. GONZALO LOPEZ M.

MONS. GONZALO LOPEZ M.

sábado, 25 de abril de 2015

Cójanle al ladrón


jaigal34@yahoo.es

El pillo que acaba de robarle a usted su cartera, corre por la calle gritando: “¡Al ladrón, cójanle al ladrón!”. Mientras usted, como buen gil, le mira con solidaridad creyendo que el pillo es la víctima, este desaparece burlándose del público y orgulloso de su hazaña.

La historia vuelve a repetirse en Nuestra América, pero esta vez en grande. Exdictadores y expresidentes seudodemocráticos, comentaristas y cagatintas de los medios privados, autocandidatos a la presidencia, en fin, un circo de mala muerte, se hallan hoy lanzados de modo desbocado contra los gobiernos revolucionarios y progresistas de América Latina, acusándolos de actos de corrupción y de proteger y aupar a hijos, sobrinos y más parientes en actos de pillería mayúscula, aprovechando las ventajas del poder.

Dilma Rouseff es una de las figuras escogidas por los malandrines de la política para este acoso destinado a enfervorizar a un pueblo sediento de honestidad y transparencia. En este caso, como nos advierte Lula, toda la campaña contra la corrupción administrativa de Petrobrás, la empresa gigante y soberana de Brasil, tiene por finalidad oculta llevar al abismo del máximo desprestigio al ente oficial para abonar el terreno a la privatización de la rica industria petrolera, entregándola a los amos de ayer: las multinacionales de los hidrocarburos tipo Texaco-Chevron, que son las mismas que han propiciado las invasiones de Libia e Irak, y que claman porque la OTAN invada Irán y Venezuela.

La verdadera historia de la corrupción de los gobiernos del continente está registrada en extensos pliegos donde desfila toda clase de gobiernos, como los de México, una vez frustrada la Revolución, o Venezuela, antes de la Revolución Bolivariana, con figuras emblemáticas del pillaje oficial, como Carlos Andrés Pérez. De dictaduras ni hablar, pues allí están los ejemplos de Pinochet y los generales argentinos., pasando por Somoza, Trujillo, Stroessner y tantos otros, todos instalados y bendecidos por el Pentágono y la CIA.

En el caso ecuatoriano, suficiente con nombrar el gobierno de Sixto Durán-Ballén y el caso Flores y Miel, con sus nietos escapando del país en el avión presidencial, rumbo a Miami, por supuesto. O los casos de los dos gobiernos socialcristianos que ha padecido Ecuador: el de Camilo Ponce Enríquez y el de León Febres-Cordero, en los cuales si no se robaron las luminarias de las calles fue porque antes se habían robado las escaleras.

No queremos decir con esto que no exista corrupción en los gobiernos revolucionarios y progresistas, pues nuestros países nacieron con la corrupción heredada de los colonizadores y de los falsos libertadores tipo general Juan José Flores, primer presidente de la flamante República del Ecuador, unida en matrimonio con una matrona de la Casa Jijón, dueña de indios y de haciendas. A esto súmese la cultura del capitalismo con sus perversiones suntuarias, el apetito por las casas vacacionales en Miami, el carro del año, las cuentas secretas en Suiza, los paraísos fiscales del Caribe y la misma banca norteamericana, que guarda y custodia los grandes depósitos del narcotráfico, en un país que carece de banco central, pues la Reserva Federal es solo la superintendencia de la banca privada del mayor imperio financiero de todos los tiempos.

Además, cabe anotar que el desate de este tipo de acusaciones se da inmediatamente de la Cumbre de las Américas efectuada en Panamá, donde el águila norteamericana resultó con el pico abollado al chocar con la voluntad de soberanía de América Latina, sin que nada pudieran hacer para evitarlo esos cadáveres políticos, como Osvaldo Hurtado Larrea, que acudieron a dictar cátedra de democracia, cuando aquí nadie les elige ni siquiera para presidir una junta parroquial.