El peligroso consenso de Netanyahu
Valeria Puga Álvarez
Las
 fronteras ideológicas parecen destinadas a evaporarse.  El ejercicio 
político ha tendido a desplazarse de la postura doctrinaria a la alianza
 oportunista y al  desespero coyuntural. Un enemigo común, una guerra, 
un conflicto determinan las posiciones de los actores y permiten 
sostener ciertos consensos, incluso, entre los extremos del espectro 
ideológico. Israel es un dramático ejemplo.
El
 video que se hizo viral en estos días, en el que se observa a un grupo 
de judío-israelíes festejando el asesinato de niños palestinos, con 
fraseos racistas y de incitación al odio, apenas muestra una parte 
-quizá la más agresiva- del consenso en la política doméstica y en la 
opinión pública, que ha logrado el primer ministro Benjamín Netanyahu.
Líderes
 y militantes de alas tradicionalmente opuestas a Netanyahu, como Isaac 
Herzog del Partido Laborista, se han decantado por la apuesta bélica. 
Herzog decía al Washington Post: “Hay un consenso nacional sobre este 
esfuerzo y esta operación, especialmente en la erradicación de los 
túneles que Hamás ha construido para tratar de infiltrarse en Israel”.
La
 operación ‘Margen Protector’ ha sido ampliamente condenada por la 
comunidad internacional (ONU, Mercosur, etc.) -con salvedades más, 
salvedades menos-, y de modo ambiguo, hasta por el propio Estados 
Unidos, cuyo secretario de Estado, John Kerry, ha apelado al cese al 
fuego.
No
 obstante, tal parece que, en la política doméstica, Netanyahu cuenta 
con un amplio apoyo de los israelíes. La opinión pública internacional 
sensibilizada -aunque impotente, contrasta con el aplauso de los 
israelíes. Los cerca de 1.200 palestinos muertos no han sido suficientes
 para el hambre del nacionalismo sionista.
Los
 datos de varias encuestas espeluznan e inducen a pensar que el 
conflicto, lejos de resolverse, seguirá incrementándose por los réditos 
políticos que implica casa adentro. Según el Sarid Institute, el 87% de 
los judíos-israelíes aprueba la continuidad de las operaciones en Gaza. 
El Israel Democracy Institute, por su parte, devela que un 95% considera
 como justa la operación y, por último, un informe de la Universidad de 
Haifa señala que el 85% de los judío-israelíes está entre satisfecho y 
muy satisfecho con el liderazgo de Netanyahu.
Cuando
 se analizan estos datos, no se puede dejar de pensar en el factor de la
 campaña mediática viciosa, que malinforma, induce y moviliza a la 
opinión pública a sostener erradamente causas, incluso las más 
genocidas.
En
 efecto, la ‘percepción del miedo’ esta vez ha sido mayor. El argumento 
de que mientras exista Hamás los israelíes no estarán en paz ha dado sus
 frutos. Netanyahu ha logrado convencer a su gente de que su ofensiva se
 justifica por el lanzamiento de cohetes de Hamás y la construcción de 
túneles para atacar Israel.
Por
 desgracia, a nivel internacional se sabe: Israel no extermina a los 
miembros de Hamás, sino a los palestinos, donde sea.  Las cosas por su 
nombre, un genocidio jamás se podrá justificar.
Palestina
 no es un asunto de Medio Oriente, es un problema mundial. Si Netanyahu 
no tiene presión desde sus comandados para ponerle fin al bombardeo a 
Gaza, el empuje desde afuera será la única vía que ayude a retirar las 
armas invasoras de suelo palestino.
 
 

