Y
el depredador heraldo apareció de nuevo, glorioso por encontrar carne fresca y
convertirla en su alimento, como buena arpía se nutre de la desgracia humana y
alegrándose del sufrimiento del caído,
desgarra y saborea, como si fuera su triunfo, el cuerpo adolorido del que sin
defensa lucha, no por defenderse porque no tiene fuerza, sino simplemente por
su vida.
Depredador
arpía, acostumbrado a comer carroña, ahora sonríes y gozas como victoria propia,
la desgracia del hermano, con total infamia pides conversión y salvación, ¿a quién
invocas?; ¿será que el heraldo Satanás se
deleita con tus súplicas?, cuestionas vidas y trabajos en defensa de los
pobres y se te chorrea la baba de la envidia, porque solo con infamias ocultas
tus desgracias.
El
Buen Dios se apiade de tu alma, si la tienes, porque las bajezas y cobardías
solo serán pagadas con dolor y las palabras una a una las tragarás con
lágrimas.