Hemos leído y escuchado las críticas que se han hecho a los sacerdotes diocesanos del Vicariato de San Miguel de Sucumbíos de no estar preparados, de cometer errores teológicos, etc. Cabe ahora preguntarnos qué formación tienen los “ultra ortodoxos” Heraldos y los de la Renovación Carismática de Sucumbíos. Ellos/as tan poseedores de la verdad, tan dispensadores/as de ortodoxia, tan fieles seguidores de Plinio Correa y su sucesor Joao Clá Dias. En 2005 fueron ordenados en gajo y a la maldita sea por un obispo brasilero, recogiendo las mejores joyas de la corona de Tradición, Familia y Propiedad. Sin duda el aguantar las neurosis escatológicas y anti liberadoras de Plinio Correa suplía con creces el pasar varios años en un seminario o en una facultad de teología. Ahí también se ordenó el P. Rafael Ibarguren, uno de los más breves administradores apostólicos de la historia y al que tuvimos la desgracia de tener que aguantar por un “lapsus brutus” del nuncio Mons. Otonello.
En años sucesivos han seguido la misma práctica y han ordenado sacerdotes sin formación ni base teológica ignorando lo que dice el Concilio de Trento (al que ellos son tan fieles) sobre la formación de los sacerdotes. A algunos de los que llegaron a Sucumbíos se les vio mirando los rituales de la eucaristía y de los otros sacramentos con la misma concentración de quien ve un OVNI y no sabe qué mismo es.
No hay duda que en el seminario de Plinio y Joao se les enseñó bien a:
· Saber cómo conseguir plata
· Mentir sin importar la calumnia, difamación o el juicio temerario (parece que el 8º mandamiento de la Ley de Dios no va con ellos)
· Manipular las conciencias
· Entregar sacramentos como quien reparte rosquillas a cambio de dinero (eso se llama simonía, por si no lo saben)
· Tocar trompetas y cantar en latín (la duda es si entenderán lo que cantan o se limitan a repetir como loros)
· Tratar de ejercer el poder (que no autoridad moral) a golpe de ordeno y mando
· Deshacer lo que en el Vicariato de Sucumbíos se había hecho de obra social
En su blog dicen que no les interesa hablar del pasado de Plinio Correa de Oliveira, Joao Clá o Rafael Ibarguren, será porque en él hay mucho que esconder y ocultar. Pero lo cierto es que más allá de su turbio pasado su presente no puede ser peor. Representan un erial, que no puede ser ocultado por la parafernalia y los oropeles con los que se disfrazan cual templarios redivivos. Gracias a Dios que estas “preciosuras medievales” ya no están entre nosotros.
Pero nos han dejado (sublime consuelo) a sus hijos/as espirituales que les siguen con una devoción digna de mejor causa. Nos referimos a la gente de la renovación carismática de Sucumbíos. No los ponemos con mayúsculas porque, sinceramente, no creemos que estas personas representen lo que reconocemos como positivo en otras zonas del país y en otros grupos de la Renovación Carismática. Las personas de Nueva Loja que mantienen su terca lucha contra la Iglesia de San Miguel de Sucumbíos ciertamente han traicionado a la Iglesia y a sus pastores naturales, cegados por las histerias y fobias heraldistas. ¿Sabrán lo tontos desechables que son para quienes les alientan en “su lucha” sin sentido y sin futuro?