Ponencia de Padre Numa Molina S.J. en el Encuentro Nacional de las CEBs de Venezuela
Acción Profética de las CEBs hoy en América Latina
Si nos acercamos más al origen inmediato, el primero lo constituye el concilio Vat. II: "En lontananza —confiesan las mismas comunidades— se vislumbra el impulso del Vaticano II... Probablemente ahora queda atrás, pero ahí está el impulso inicial".
En esta línea América Latina es pionera en la organización y consolidación de las CEBs, de modo especial la experiencia brasileña. No olvidemos que el Concilio Vaticano II con todo lo que él significó, su contenido estaba muy influenciado por la teología europea. La cosmovisión de la Iglesia de Roma no alcanzaba a entender aun el modo de ser Iglesia en AL con todo lo que para aquel momento significaba la realidad política de este continente plagado de dictaduras y con un nivel de subdesarrollo que por otra parte era ocultado por unos, justificado por otros y desconocido por la mayoría del mundo. Es por ello que el episcopado latinoamericano se ve en la obligación de adaptar la nueva realidad conciliar de la Iglesia a AL y convocan la segunda Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Medellín, agosto de 1968. Medellín es la versión del Concilio adaptada a la realidad latinoamericana.
En medio de ese contexto eclesial comienza a consolidarse un nuevo modo de ser cristianos que ya hundía sus raíces antes del Concilio Vaticano II. Este movimiento de la Iglesia de Base cuenta también con la animación de teólogos y pastoralistas que comulgaban con las corrientes renovadoras de la teología en América Latina. Nombres sobresalientes como Leonardo Boff, Gustavo Gutiérrez, Jhon Sobrino y figuras prominentes de obispos como Angelelli en Argentina, Proaño en Ecuador, Helder Cámara y Casaldáliga en Brasil, Romero en El Salvador y Sergio Méndez Arceo en Méjico por mencionar solo algunos distribuidos en tres décadas, se convirtieron en compañeros de camino de las CEBs en AL con su voz y con su praxis pastoral. El Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) con sus cinco Conferencias ha fluctuado entre luces y sombras respecto a las CEBs. Medellín se convirtió en su carta de identidad no obstante más tarde en Puebla ya la reflexión fue más temerosa. No pretendo aquí hacer historia del transcurrir de la CEBs y el CELAM. Baste solamente fijar la mirada en lo que a la conferencia de Aparecida se refiere. No fue fácil abordar este tema en el seno de la Conferencia de Aparecida. Como en otras conferencias hubo sus resistencias, el texto pasó por cuatro redacciones diferentes y una final que fue corregida por Roma y es la que tenemos. Veamos solamente el texto que fue a Roma y el que regresó (ver presentación en videobeam).
Como vemos, ya el mismo hecho de haber sido cuestionada por Roma es una prueba de que las CEBs juegan un papel preponderante en la Iglesia Latinoamericana. Eso no podemos verlo solamente como algo negativo en sí, es una honra que los grandes teólogos de El Vaticano se hayan ocupado del tema aunque fuera para modificarlo irrespetuosamente. Si alguien conoce de los intrículis y sinsabores para llegar a este texto es el para entonces Cardenal Jorge Mario Bergoglio hoy Papa Francisco quien tuvo mucho que ver en esa cuarta redacción que luego resultó modificada.
Retos
Comienzo con un refrán muy nuestro “tanto nadar para morir en la orilla?” no es posible. Tanta historia martirial, ¿tantas y tantos profetas en esta América latina y el Caribe como para que ahora nos apoltronemos y dejemos esta Iglesia nuestra a la deriva? El reto es grande hermanas y hermanos. La denuncia se tiene que hacer efectiva con nuestra organización, con nuestra vida de compromiso al mismo tiempo que anunciemos la vida. Pero la dimensión profética de las CEBs no llegará sin la escucha de la Palabra. Ahora bien, este es un profetismo que debe surgir como el profetismo de aquellas primeras comunidades cristianas que en medio del atropello, de la persecución y de la lucha diaria estaba como música de fondo Jesús Resucitado y resucitador de la vida de los pueblos. Aquí nos haría mucho bien desempolvar los documentos de Aaparecida todos en clave de discipulado.
Aquellas comunidades se comenzaban a tornar incómodas y proféticas en la medida que anunciaban a Jesús Resucitado, porque él era la antítesis del sistema muerte establecido. Aquellas primeras comunidades creían en la vida hasta más allá de la muerte. Y era que la reunión para la escucha de la Palabra y la comunión del pan único y partido no era un rito, no era un precepto dominical que había que cumplir, era el ejercicio de hacer presente la vida, la tortura, la muerte y la Resurrección de un Jesús que se había entregado por ti y por mi. En otras palabras, no pueden existir comunidades proféticas sin una experiencia, sin un conocimiento de Cristo. Es urgente el hacernos discípulas y discípulos como nos lo propone Aparecida.
Ignacio de Loyola nos dirá que el amor a Cristo se acrecienta más en la misma medida que nos decidamos a conocerlo más. Y allí comienza lo profético de mi vida tanto individual como colectivamente en la CEBs. Veíamos antes que el ser místico y profeta son dos realidades íntimamente unidas. Se es místico en la medida que Jesús se va convirtiendo en lo más nuclear de nuestra vida, por eso el apóstol Pablo terminará afirmando “ya no vivo yo es Cristo que vive en mi” (Gal. 2,20). Y ese Cristo nos irá enseñando a vivir una mística de ojos abiertos como a aquel doctor de la Ley que fue por doctrina y Jesús le abrió el entendimiento para que entendiera que es al lado del hombre o la mujer heridos, en el que sufre, donde hago la voluntad del Padre. La vida eterna desde cada uno y desde cada CEBs se alcanza eternizándose en el tiempo, amando en esta historia como Jesús. Las comunidades se harán proféticas en la medida en que se hagan samaritanas, transidas de amor por y comprometidas con los procesos de vida al mismo tiempo que valientes denunciantes de todo aquello que conduzca a la muerte.
Ante el invierno eclesial que vive América Latina el Papa Francisco nos llama a vivir la intemperie y el riesgo de una Iglesia en salida, es decir en camino, peregrina. Una Iglesia que se ensucia los pies en los barriales de la historia eso deben ser nuestras CEBs si queremos ser proféticas. Nuestro grito de profetas va a ser creíble para esta sociedad cuando sea producto de la vivencia de fe en el resucitado porque lo hemos visto en el rostro de los sufridos. No podemos ser profetas de profesión, no estamos llamados a ser profetas por herencia, profetas de sangre azul, no, esta humanidad tantas veces escandalizada por el silencio cómplice de sus pastores necesita de la presencia de comunidades cristianas capaces de denunciar la muerte del inocente y de anunciar los tiempos nuevos. Nos guste o no, vivimos en Venezuela un invierno eclesial caracterizado por el silencio y la prudencia cómplice de muchos de quienes tenemos la misión de pastoreo, la misión de acompañar al pueblo en sus luchas y de alimentar sus esperanzas. Necesitamos comunidades cristianas que maduren al calor de la Palabra orada, meditada. Comunidades capaces de interpretar los signos de los tiempos y con la franqueza evangélica para decir a los pastores como el Profeta Isaías: “Los centinelas de Israel son ciegos, Ninguno sabe nada. Todos son perros mudos que no pueden ladrar, Soñadores acostados, amigos de dormir” (Isaías 56,10).
El Cómo y el cuándo.
La vida de las comunidades cristianas es en el mundo, en la historia. No somos extraterrestres ajenos al quehacer humano. Justamente ahí radica nuestro compromiso de ser sal y luz de la tierra, de ser fermento en la masa, de ser semilla de mostaza. Pero estas parábolas se dan en la historia concreta y en el devenir de nuestras comunidades. Por eso tenemos que recurrir a los recursos que nos ofrece el medio. Es necesario formarnos cada día también en el tema de la organización comunitaria, hay que formarse en una serie de áreas como la pedagogía para que nuestro modo de transmitir la Palabra sea eficaz. Hoy no podemos pretender ser levadura en la masa si no estamos dispuestos a hacernos, como dijo el papa Benedicto “misioneros en el continente digital” Sin olvidar lo esencial necesitamos comunidades donde cada miembro pone sus talentos para que el Reino acontezca. Hoy necesitamos una fundación debidamente registrada que haga de persona jurídica para los trámites que así lo exijan. Las CEBs deben comenzar un proceso desde ya de recaudación de fondos para que cada vez que la movilidad sea posible y para que eventos como este no nos obliguen a depender de la suerte de que encontremos o no el espacio. Tenemos que comenzar a formarnos en lectura orante de la Palabra, hay que leer buenos libros que nos ayuden para nuestra formación, todo eso encaminado a que mientras más pulidos estemos como instrumentos más se podrá servir el Señor de nosotros para que acontezca su Reinado.
El Cuándo? Eso era para ayer. Pero no es tarde, este congreso no puede pasar como un evento más, sería una pena. Este Congreso de las CEBs de Venezuela 2014 debe quedar en la historia como el congreso de la REFUNDACION DE LAS COMUNIDADES de Base de Venezuela. Debe quedar como el congreso donde caímos en la cuenta del compromiso profético que todas y todos tenemos. Que este encuentro nos abra los sentidos espirituales para que podamos mirar en profundidad y con ternura esta muchedumbre inmensa de venezolanas y venezolanos que caminan como ovejas sin pastor, y preguntan cuándo la Iglesia pueblo de Dios, la Iglesia de base, la de los de a pie se va a poner en camino. Los cambios en la Iglesia y en cualquier realidad societaria no vienen de arriba hacia abajo, es decir los cambios no se decretan, se construyen y brotan desde el subsuelo de los pueblos con la paciencia del sembrador que nos narra Jesús en Mc. 4, 26-29. A nosotros hoy nos corresponde preparar la tierra y colocar la semilla, si esto lo hacemos y lo hacemos bien y lo hacemos cuando lo teníamos que hacer, de lo demás se encarga el Señor. Ya vendrán los frutos maduros, no será necesario permanecer ansiosos esperando que germine. Pongamos todo lo que nos toca en esta hora eclesial y solo así el día de mañana tendremos una Iglesia robusta. El santo Padre nos está dando línea, nos está animando, no esperemos que sean los Obispos o los sacerdotes quienes van a generar esos cambios que estos tiempos nos reclaman, es la iglesia de base, la iglesia madura de hombres y mujeres insertos en las encrucijadas del mundo quienes van a hacer que nazca una humanidad nueva. Digamos con el apóstol “Venezuela sufre dolores de parto y nos toca a nosotras y nosotros partear la Iglesia nueva, comprometida, samaritana que haga presente el rostro de Cristo en esta tierra. AMEN.