Pedro Pierre
El Gobierno portugués acaba de prestar 4.400 millones de euros al mayor banco del país -¡el Espíritu Santo!- para que no quebrara. El préstamo se hizo sin que se levantaran protestas en las calles de Lisboa. Esto significa, por una parte, que se sigue creyendo que son los banqueros quienes van a sacar a Europa de la crisis financiera que la acecha. De nada sirvió la quiebra de los mayores bancos norteamericanos hace 6 años por mal manejo. Tampoco sirvió la caída de numerosos bancos latinoamericanos por las mismas razones.
Esto significa también que la crisis europea va a seguir para largo mientras no se reconozca aquello, como en Islandia, donde quebraron los cuatro bancos: juzgaron a los responsables, los condenaron y están presos. E Islandia está bastante bien. Los grandes banqueros no son más que delincuentes internacionales encorbatados que dominan los gobiernos para que encubran sus fechorías con miles de millones de dólares a costa del dinero y del empobrecimiento de los ciudadanos.
Así lo dijo, el mes pasado, el economista chileno Manfred Max-Neef, brillante profesor en Berkeley, una de las mejores universidades del mundo, que obtuvo en 1983 obtuvo el Premio Nobel Alternativo de Economía. Ha calificado al rescate financiero como “la mayor inmoralidad de la historia de la humanidad… No se salva a las víctimas, las víctimas no tienen ninguna importancia, lo que importa es salvar a los delincuentes, a los que provocaron la crisis…”. Este señor, que trabajó en la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), explica que se necesitarían 30.000 millones de dólares al año para resolver el hambre en el mundo, ¡mientras se otorgó 600 veces más a los banqueros del planeta! “Las consecuencias son que una economía como esta mata a más gente que todos los ejércitos del mundo juntos. Todos esos muertos son muertos impunes… Es perversidad. ¿Sabes que en un libro de texto de economía neoclásica la solidaridad es un acto irracional? ¡Sí, eso te enseñan! Que la única racionalidad es maximizar tu utilidad, todo lo otro es irracional…”.
Ya en 1968, nuestros obispos latinoamericanos, reunidos en Medellín, denunciaban la pobreza como empobrecimiento y “pecado estructural de un sistema que hace a los ricos más ricos a costa de los pobres más pobres”, tal como lo confirmaron 11 años después en Puebla, México. Recientemente, el papa Francisco repitió aquello. No nos cansemos de denunciar como mortales estos pecados capitales.