LA EPOCA - Bolivia.- Cada vez ha menos dudas de la posición política de la jerarquía de la Iglesia Católica: junto a la oposición. Eso quiere decir, para ser precisos, de lado del proyecto que busca impulsar nuevas formas de privatización de las empresas estatales, de la economía nacional y del Estado.
Un comunicado de la Conferencia Episcopal divulgado hace unos días gira entorno al mismo razonamiento y conclusiones de las fuerzas de derecha que no se cansan de tratar de justificar la mala ubicación de sus candidatos ante Evo Morales en la perspectiva de las elecciones del 12 de octubre, con una serie de argumentos que no se corresponden con la relación de fuerzas que existe en el país.
La jerarquía eclesial hace en su pronunciamiento observaciones al Tribunal Supremo Electoral y al gobierno por el uso de bienes públicos en la campaña electoral. Es decir, emplea los mismos conceptos y categorías de la oposición para lanzar su artillería contra el gobierno.
Pero esa posición no sorprende ni es nueva. Es evidente que la cúpula católica, como ocurre con todos los procesos revolucionarios, asume posiciones conservadoras, toma partido por la contrarrevolución y utiliza el nombre de Dios para arremeter contra la legitimidad de los conductores del cambio. Lo hizo desde el primer momento y de sus representantes nunca ha salido una crítica a los dirigentes de la oposición, aun en los momentos más violentos que tuvo en el año 2008. De esa manera legitimaba la toma violenta de instituciones públicas y aeropuertos, así como la agresión contra altas autoridades de gobierno y la golpiza de dirigentes indígenas campesinos.
Al igual que en el primer mandato de Evo Morales, la Conferencia Episcopal guarda silencio contra las acciones de la derecha y sus intenciones anti-nacionales. Pero eso sí, asume vergonzosamente el rol político del “imparcial inexistente” para tratar de deslegitimar no solo al binomio Evo Morales-Álvaro García Linera sino de desconocer la voluntad popular que se presenta mayoritaria a favor del proceso de cambio.
Pero lo que subestima la oposición mediática, religiosa y partidaria es que hay una población mayoritaria que apuesta con firmeza para que el carro de la historia no vuelva atrás.