(Is 55,1-)Cómo gastáis dinero en lo que no alimenta y salario en lo
que no harta
(Rom 8,35-39) Nada ni nadie podrá apartarnos del amor de Dios".
(Mt 14,13-21) "Dadles vosotros de comer..."
Compartir el pan es dar vida. Preocuparse de la vida del
otro es la única manera de hacer
presente el Reino de Dios.
Seis veces se narra en los evangelios este episodio. Jesús da de comer
a una multitud en un despoblado. Es seguro que algo muy parecido, pasó en
realidad y probablemente más de una vez. Es importante, acercarnos lo más
posible a la realidad de los hechos; solo desde lo histórico, podremos
desentrañar su verdadero sentido para nosotros.
Con los conocimientos exegéticos que hoy tenemos, no podemos seguir
entendiendo este relato como multiplicación milagrosa de unos panes y peces. Es
más, entendido como un milagro material, nos quedamos sin el verdadero mensaje
del evangelio. Podíamos decir que es una parábola en acción. También hace falta
“oídos” y “ojos” bien abiertos para entenderla. El punto de inflexión del
relato está en las palabras de Jesús: dadles
vosotros de comer. Jesús Sabía que eso era imposible. Parece ser que no entraba
en los planes del grupo preocuparse de las necesidades materiales de los demás.
Por otra parte, ni tenían dinero suficiente para comprar tanto pan, ni había
donde comprarlo.
No podemos seguir hablando de un prodigio que Jesús lleva a cabo gracias
a un poder divino de Jesús. Si Dios pudo hacer un milagro para saciar el hambre
de los que llevaban un día sin comer, con mucha más razón tendría que hacerlo
para librar hoy de la muerte a millones de personas que están muriendo de
hambre en el mundo. Tampoco podemos utilizar este relato como un argumento para
demostrar la divinidad de Jesús. El sentido de la vida de Jesús salta hecha
añicos cuando suponemos que era un ser humano, pero con el comodín de la
divinidad guardado en la chistera y que podía utilizar a capricho.
Lo que pasó no fue un milagro, como lo entendemos normalmente. En
ninguno de los relatos se dice que los panes y los peces se multiplicaran. Realmente fue un verdadero “milagro”, que un
grupo tan numeroso de personas compartiera todo lo que tienen hasta conseguir
que nadie quedara con hambre. Hay que tener en cuenta que en aquel tiempo no se
podía repostar por el camino, todo el que salía de casa para un tiempo, iba provisto
de alimento para todo ese tiempo. Los apóstoles tenían cinco panes y dos peces;
seguramente, después de haber comido ese día. Si el contacto con Jesús y el
ejemplo de los apóstoles les empujo a poner cada uno lo que tenían al servicio
de todos, estamos ante un ejemplo de respuesta a la generosidad que Jesús predicaba.
Es muy útil recordar la importancia que tienen en la Biblia las
comidas. Con frecuencia se hace referencia a los tiempos mesiánicos con la
imagen de un banquete. El mismo Jesús se dejaba invitar por las personas
importantes. Él mismo organizaba comidas con los marginados; esa era una de las
maneras de manifestarles su aprecio y cercanía. La más importante ceremonia de
nuestro culto cristiano está estructurada como una comida. Que todo un día de
seguimiento haya terminado con una comida no nos debe extrañar. Lo
verdaderamente importante es que en esa comida todo el que tenía algo que
aportar, colaboró, y el que no tenía nada, se sintió acogido fraternalmente.
Si tenemos “ojos” y “oídos” abiertos, en el mismo relato podemos
hallar las claves para una correcta interpretación. Los discípulos se dan
cuenta del problema y actúan con toda
lógica. Como tantas veces decimos o pensamos nosotros, se dijeron: es su problema,
ellos tienen que solucionárselo. Jesús rompe con toda lógica y les propone una
solución mucho menos sensata: “dadles
vosotros de comer”. Él sabía que no tenían pan para tantas personas.
Aquí empieza la necesidad de entenderlo de otra manera.
Recordar algunos datos nos ayudará a comprender el relato más
ajustadamente. Junto al lago, los alimentos básicos de la gente, eran el pan y
los peces. Los libros de la Ley
eran cinco; y dos el resto de la
Escritura: Profetas y Escritos. El número siete (5+2) es símbolo
de plenitud. También el número de los que comieron (cien grupos de cincuenta)
es simbólico. Los doce cestos aluden a las doce tribus. Es el pan compartido el
que debe alimentar al nuevo pueblo de Dios. La mirada al cielo, el recostarse
en la hierba… Ya tenemos los elementos que nos permites interpretar el relato,
más allá de la letra.
El evangelio nos dice que Jesús se preocupó de las necesidades
materiales de la gente.
Pero también se quejó de que le entendieran mal, y terminaran
creyendo que había venido para eso. El mensaje del evangelio de hoy no es que,
al ver el milagro, concluyamos que Jesús es Dios; ni que podemos esperar de Dios
que nos saque las castañas del fuego. El ver a Jesús como un taumaturgo, está ya
muy criticado en los mismos evangelios. Seguir creyendo en el siglo XXI en
milagros para solucionar los problemas, es la mejor demostración de nuestra
falta de madurez religiosa.
El verdadero sentido del texto está en otra parte. La dinámica normal
de la vida nos dice que el “pan” indispensable para la vida, tenemos que
conseguirlo con dinero; porque alguien lo acapara y no lo deja llegar a su
destino más que cumpliendo unas condiciones que el que lo acaparó impone: el
“precio”. Lo que hace Jesús es librar el pan de ese acaparamiento injusto. La mirada
al cielo y la bendición son el reconocimiento de que Dios es el único dueño y
que a Él hay que agradecer el don. Liberado del acaparamiento, el pan,
imprescindible para la vida, llega a todos sin tener que pagar un precio por él
Jesús, nos dice el relato, primero siente compasión de la gente, y
después invita a compartir. Jesús no pidió a Dios que solucionara el problema,
sino que se lo pidió a sus discípulos. Aunque en su esquema mental no
encontraron solución, lo cierto es que, todo lo que tenían, lo pusieron a
disposición de todos. Esta actitud desencadena el prodigio: La generosidad se
contagia y produce el “milagro”. Cuando se deja de acaparar los bienes, llegan
a todos. Cuando lo que se acapara son los bienes imprescindibles para la vida,
lo que se está provocando es la
muerte. Los hombres, no deben actuar de manera egoísta.
Curiosamente hoy son la primera y la segunda lectura las que nos
empujan hacia una interpretación espiritual del evangelio. Los
interrogantes planteados en las dos primeras lecturas podrían se un buen punto
de partida para la reflexión de este domingo.La primera nos advierte que la comida material, por
sí misma, ni alimenta ni da hartura. Solo cuando se escucha a Dios, cuando se imita
a Dios se alimenta la verdadera vida. En la segunda lectura nos indica Pablo,
donde está lo verdaderamente importante para cualquier ser humano: el amor que
Dios nos tiene y se manifestó en Jesús.
Después de un día con Jesús, el pueblo fue capaz de compartir lo poco
que tenían: unos pedazos de pan duro, y peces resecos. Ese es el verdadero
mensaje. Nosotros, después de años junto a Jesús, ¿qué somos capaces de
compartir? No
debemos hacer distinción entre el pan material y el alimento espiritual. Solo
cuando compartimos el pan material, estamos alimentándonos del pan espiritual. En
el relato no hay manera de separar el nivel espiritual y el material. La compasión y el compartir son la clave de toda identificación con
Jesús. Es inútil insistir porque es el tema de todo el evangelio
El mensaje del evangelio de hoy
es muy profundo. Cada vez que se comparte el pan, se comparte la vida y se hace
presente a Dios que es Vida-Amor. No hay otra manera de identificarnos con Dios
y de acercar a Dios a los demás. La eucaristía es memoria de esta actitud de Jesús
que se partió y repartió. Al partirse y repartirse, hizo presente a Dios que es
don total. El pan que verdaderamente alimenta, no es el pan que se come, sino el
pan que se da. El primer objetivo de compartir, no es saciar las
necesidades de otro, sino identificarse con Dios, descubierto en el otro, y
manifestar la Unidad entre todos.