Pedro Pierre
¡Qué expresión tan linda! La aplicó un periódico surcoreano al papa Francisco cuando visitaba Corea del Sur en agosto pasado: "El papa amigo de los pobres". Corea del Sur es un país asiático de unos 50 millones de habitantes cuya superficie es menos de la mitad de la del Ecuador. Es una región dividida por cruentas guerras, ya que existen dos Coreas: la del Norte, con capital Pyong Yang, de obediencia comunista; y la del Sur, con capital Seúl, de obediencia capitalista con grandes desigualdades sociales. "La capacidad de sufrir de este pueblo -dijo el papa Francisco- es parte de su dignidad". Los católicos surcoreanos representan un poco más de 5 millones de personas, o sea casi una tercera parte de la población. El Papa los vio como "una Iglesia joven y dinámica… en un país donde se encuentran antiguas culturas" y que permite "enriquecernos de la sabiduría de los demás". El Papa hizo votos para que la Iglesia coreana se quede "pobre entre los pobres".
En este viaje apostólico hecho -en palabras del Papa- "de memoria, esperanza y testimonio", vuelve la insistencia sobre la preocupación por los pobres: "Mi corazón me dice que hay que estar cerca… Cuando sentí el sufrimiento, no se puede ser neutral". La misma Iglesia católica surcoreana es reconocida por su solidaridad con los pobres y sufridos. Confirmó a los católicos en ese testimonio para que sean "generosos en el compartir con los más pobres y los excluidos… Cristo combate y derrota al maligno, que siembra cizaña entre hombre y hombre, entre pueblo y pueblo; que genera exclusión a causa de la idolatría del dinero; que siembra el veneno de la nada en los corazones de los jóvenes…".
Haciendo referencia a las guerras actuales de Irak, Palestina… el papa Francisco comentó: "El nivel de crueldad al que hemos llegado espanta un poco… La tortura es un pecado contra la humanidad, un delito de lesa humanidad… Estamos en una tercera guerra mundial, pero en pedacitos, en capítulos. En los casos en que hay una agresión injusta, solo puedo decir que es lícito 'detener' al agresor injusto. Subrayo el verbo 'detener', no digo bombardear, hacer la guerra, sino detenerlo. Los medios con los que se puede detener deberán ser evaluados".
En una reunión con 4.000 miembros de las comunidades religiosas surcoreanas advirtió "la hipocresía de hombres y mujeres consagrados que profesan el voto de pobreza y, sin embargo, viven como ricos… Es el peligro que plantea el consumismo… actitud que daña el alma de los fieles y perjudica a la Iglesia".
Todas estas afirmaciones nos provoca a los cristianos y los hombres y las mujeres de buena voluntad a examinar nuestra actitud con relación a los pobres. No hay más que dos caminos: o participamos de su liberación o aumentamos su empobrecimiento. Además, para las y los que nos reconocemos como seguidores de Jesús, el papa Francisco nos recordó desde Corea del Sur las palabras que están en la parábola del Juicio Final: "Todo lo que han hecho a uno de mis hermanos pequeños me lo han hecho a mí".